"Hola, ya-no-tan-imposible.
Me gusta despertar a tu lado y verte dormir como si fueras un bebé.
Te ves tan tierno así.
Te quiero.
Ya-no-tan-inesperada."
Me levanté del nuevo escritorio de mi nueva habitación en una nueva urbanización. Estiré mi cuerpo hacia arriba e hice sonar los huesos de mi cuerpo mientras soltaba un pequeño sonido de placer.
Miré a todos lados y, como era de esperar, no había nadie más conmigo, así que salí de la habitación para ir hacia la cocina y hacerme algo de comer.
Néstor estaba ahí y se me había adelantado en la acción, pues tenía algo dentro del horno que no alcanzaba a ver desde mi posición en la puerta.
Miró en mi dirección y sonrió con una abierta sonrisa mientras sus ojos brillaban, lo que me llevó a ruborizarme y mirar hacia la encimera donde estaba el microondas.
De reojo le vi acercarse, agarró mi cintura y besó mi mejilla tan suave que cerré los ojos ante sus cálidos labios en mi ardiente cara, culpa del sonrojo.
-¿Me quieres? -Preguntó en mi oído con un susurro.
Le encantaba preguntarme eso aunque sabía cual era la respuesta y apesar de que nunca le dejé leer mi cuaderno con los escritos.
Llevábamos casi tres años de relación, pero seguía sintiéndome como aquella adolescente enamorada del socio de mi padre porque sí, aunque los escritos los empecé a los veintidós, fue a los dieciséis cuando me di cuenta que me había enamorado de él.
Retomando el tema, me miraba con cierta diversión al verme tan nerviosa, pero no podía evitar sentirme así cada vez que lo tenía cerca, daba igual cuánto tiempo pasara.
-Sabes que sí. -Le respondí en un murmullo agarrando los botones de su camisa a la altura del pecho.
-Quiero oírte decirlo. -Me puso una cara de pena a la que respondí sonriendo.
-Te quiero, Néstor. -Él sonrió abiertamente, como si le acabaran de dar la mejor de las noticias.
-Te quiero, Katie. -Murmuró sobre mis labios y sonreí.
-Lo sé. -Él rió y se acercó al horno para sacar la comida, ya que había emitido un pitido.
Mientras Néstor terminaba de preparar el almuerzo, yo preparé la mesa para sentarnos a comer hablando por teléfono con mi padre.
Él había encontrado una mujer que, a pesar de llevar poco tiempo juntos, nos quería a mi hermano y a mí como debía ser.
Era una mujer muy simpática, amable y cariñosa con todo el mundo. Era un auténtico encanto de persona.
"Ojalá haberla conocido antes", pensé pasando la mano por mi ojo izquierdo y palpando la cicatriz.
Néstor me sorprendió abrazándome desde atrás cuando me había quedado en las nubes apoyada en la mesa ya preparada.
-¿Todo bien? -Preguntó con cautela.
-Sí, sí. Pensaba en papá. -Él comprendió lo que realmente estaba pensando y no preguntó más.
Comimos con tranquilidad hablando del trabajo, de que la empresa que tenía en conjunto con mi padre iba mejor que nunca y yo, por mi parte, seguía trabajando en la biblioteca.
Me gustaba ese trabajo porque me encantaban los libros, la tranquilidad del sitio, el ambiente, el olor, todo, así que Néstor respetaba eso aunque me había ofrecido, más de una vez, trabajar con él.
Ese puesto que Néstor me ofrecía podría ocuparlo alguien con experiencia, que necesitara de ella o, al menos, que tuviera la preparación necesaria para trabajar ahí.
Yo no la tenía porque no había estudiado para trabajar en la empresa de mi padre, al revés que mi hermano, así que no iba a quitar un puesto de trabajo. Me quedaba en el mío.
-Quiero preguntarte algo, pequeña. -Preguntó cuando acabamos de recoger e íbamos a la sala de nuevo.
-Claro, dime. -Me paré y me giré para estar frente a él.
-No debería ser así ni aquí porque te mereces algo mejor, pero... -Se puso en una rodilla y yo me sorprendí. -¿Te gustaría casarte conmigo? -Propuso sacando una caja del bolsillo trasero del pantalón vaquero.
Me quedé perpleja ante la situación con ambas manos tapando mi boca abierta y los ojos cristalizados de la emoción por el momento.
¿Esto era real?
Si no lo era, no quería que nadie me despertara.
-¿Di-dirás algo? -Tartamudeó un poco nervioso esperando por mi respuesta.
-Claro que me casaré contigo. -Le respondí haciendo que soltara un suspiro de alivio levantándose.
Me abrazó fuertemente, acto que le correspondí de igual modo o con más intensidad, y luego nos besamos de una forma tan feliz que me hizo sentir en un mar de nubes, flotando y volando por todo el cielo.
Se separó de mí un poco, abrió la caja de terciopelo rojo y me puso el anillo en el dedo anular izquierdo viendo, ambos, lo bien que quedaba ahí.
Se sentía mejor.
-A partir de ahora serás la señora Crowell. -Me dijo volviendo a agarrar mi cintura.
-¿Señora? Apenas tengo 25. -Bromeé y se encogió de hombros.
-Katie Crowell. Qué bonito suena. -Soñó despierto ignorándome y rodé los ojos.
-Debería avisar a papá y a Charlie. -Negó.
-Deja que sea nuestro secreto unos minutos más. -Rozó su nariz con la mía y sonreí.
Poco a poco, comenzamos a besarnos, a acariciarnos y a desvestirnos haciendo un camino de ropa desperdigada hasta que acabamos llegando a nuestra habitación.
Nos amamos debajo de las sábanas una vez de tantas sintiendo que, cuando lo abrazaba, tenía el mundo entre mi manos y que nada ni nadie podría arrebatármelo.
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¡Hola, hola!
Final de esta historia publicado, pero atentxs porque en unas horas comenzaré a publicar la que dije ayer.
En multimedia hay un gif pero es uno aleatoria que encontré en WeHeartIt, no son las personas que representan a Katie o Néstor, pero me pareció tierno como la escena final :3
¡Muchas gracias por leer, votar, comentar y seguir conmigo! Lo aprecio mucho, ya lo saben.
¡Nos vemos!
Kat.
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Hola, imposible.
Short StoryKatie, un amor imposible, un cuaderno secreto y un bolígrafo.