Tercera Carta

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Al día siguiente en el colegio hubo miradas, pero esta vez no fueron aquellas incómodas del comienzo del año escolar, esta vez, fueron miradas de amor, ansias y cariño que nos teníamos el uno al otro; aunque ella podía prestar atención a la clase, yo ni cuenta me di cuando llegó la profesora de español, y ésta sin perderse ni uno de mis movimientos, me llamó más de una vez la atención.

Los siguientes días, las siguientes semanas, y los siguientes meses, transcurrieron de forma normal para una pareja de enamorados de colegio, bueno, tan solo teníamos 11 años, así que una que otra limitación teníamos, mas sin embargo, el amor era incluso mas grande.

Pasaron los años, y como ellos, pasaron muchas cosas, ya en décimo, teníamos tan solo 16 años de edad, ella, seguía siendo el amor de mi vida y yo, el de ella. Pero, no toda relación de pareja es tan perfecta como se espera, aunque hasta ahora los inconvenientes que habíamos tenido eran insignificantes, este año fué distinto.

Era fácil adivinar que una mujer como Katherine, tendria algunos pretendientes, pues ella, era hermosa, cabello negro lacio y largo llegando casi a la altura de la cintura, de tez morena cándida que resaltaba en toda su vivacidad de colegiala, delgada con una cintura pronunciada de tal forma tan perfecta que mis manos, y solo mis manos encajaban en ella como si hubiera sido hecha a pedido de boca, su rostro era tan fino como si hubiera sido esculpido con el más suave marmol encontrado en la tierra, labios tan perfectos que decir que cada uno de sus besos me hacían volar, era muy poco para lo que estos me hacían sentir en realidad, y por último pero no menos importante, eran sus ojos, tan claros, tan profundos y tan azules, como un cielo de verano, ojos que con solo mirarte devolvían en tí aquel sentimiento de seguridad, alegría, y amor que alguna vez hayas podido tener, pero sobre todo, un sentimiento de paz que te hacía no desear más en la vida, y abandonar todo sentimiento de maldad que pudieras tener. De mi parte, nunca consideré mi aspecto, la vanidad era una de las características que menos me definían, lo más que hacía respecto al como me veía, era pasar mi mano por mi cabello despues de secarmelo al salir de la ducha, y como mucho me organizaba alguno que otro mechón de pelo que no me gustaba como se veía, más sin embargo, recuerdo aquello que comenzó todo el problema de aquella época, fue una pequeña hoja de papel, que contenía un simple poema, pero que éste trajo consigo muchos más, que complicarían las cosas, y recuerdo que decía así:

Feliz estoy, al verte cada mañana

Feliz estoy, al escuchar de tus labios mi nombre pronunciar

Feliz estoy, de que de tus ojos me dediquen tan solo un mirar

Feliz estoy, de ser capaz de tus labios admirar

Espero probarlos algún día

y que estos sean

El mayor elixir que los mios hayan probado en su vida.

Aquél poema que llegó a uno de mis cuadernos en un pequeño trozo de papel, me desconcertaba. Sin miedo alguno de todo esto lo leí con Katherine, y en ella pedí consejo, "¿Qué debo hacer?" Le pregunté, "Nada, solo ignorala" Fué su respuesta, y los dos confiamos, en que esto no iba a llegar a más.

Al día siguiente justo antes de volver a clases después del descanso, dejé mis cosas en el salón en donde tocaba la clase, y fuí rápido al baño, al volver la clase ya había comenzado, y mi querida Katherine me esperaba sentada al lado de mi puesto, así que me situé en donde me había hecho, y procedí a sacar mi cuaderno de Física, y a sorpresa mía, al abrirlo encontré otro papelito con un poema escrito en él.

Cada vez que tu piel por accidente me roza

Me fascina

Amo la forma en cómo todo lo que tus ojos verdes ven

Se iluminan

Y aquél excitante cuerpo trabajado con sudor

Me enamora

Me haces suspirar y estremecerme de tal manera

Que me encanta.

Patéticamente me sonrojé al leer tales palabras tan.. comprometedoras, nunca pensé que pudiera despertar tales sentimientos en una persona, ni siquiera entre Katherine y yo nos revelamos aquellos sentimientos tan olvidados por nuestro más puro amor, la única ocasión en que recuerdo haberle expresado mis deseos por ella, fué en una pequeña frase que se me ocurrió al verla por primera vez con labial y maquillaje, que fué en su fiesta de quince años, y es que sin pensar le dije éstas palabras:

Quisiera que tus labios fueran el lienzo, del pincél de los mios.

Y aun así, al haber dicho estas palabras, la situación se tornó un poco incómoda, de tal forma que no mencionamos el tema en ninguna otra ocasión.

Pero esto era distinto, y era más atrevido, no sabía como reaccionar, Katherine no se había dado cuenta de esto y actúaba con normalidad. Por un momento me calmé y con cabeza fría comencé a pensar que se trataba de mi querida de ojos azules, una pequeña broma de parte de ella tal vez, o tan solo quería llevar nuestra relación a otro nivel, aunque se me hizo raro que lo hiciera de esta forma y tan.. lanzada, ella siempre había sido directa en todo lo que decía y quería, asi que me sorprendió mucho este tipo de acciones. No siendo más, para confirmar mis sospechas, llamé la atención de Katherine y le pasé el papelito para ver su reacción, yo esperaba una simple sonrisa pícara de su parte y que lo ignorara, pero, lo que hizo me sorprendió aún más que todo lo ocurrido; con el trozo de papel en las manos, lo arrugó, frunció el ceño, se levantó de su escritorio y se dirigió al bote de basura del salón, y rasgando aquél papelito se deshizo de él, fue tanto así que los más cercanos a ella en ese momento se dieron cuenta, y me voltearon a mirar, pero se confundieron más al verme sorprendido y con una mano tapandome la boca; Katherine al volver, se notaba enojada y un poco sonrojada, se sentó sin más y no me dirigió ni una mirada, ni una palabra.

"¡Ah mierda! Debo solucionar esto"

Eran las palabras que pasaban por mi mente.

Gotas de LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora