Capítulo 22. Sorry, not sorry

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—Creo que prefiero salir por la puerta —comenté sopesando mis opciones— ¡Como una persona civilizada!

Mi grito-susurro hizo que Tyler levantara las manos en ademán de rendición.

—¿Quieres que se enteren de nuestra cita? —preguntó desafiante con una ceja alzada. Cruzó los brazos haciendo que se le marcaran los bíceps.

—¿Es una cita? —sonreí levemente.

Suspiró y colocó sus manos alrededor de su boca intentando imitar a un megáfono.

—Vamos salta, no te dejaré caer.

Mordí mi labio nerviosa e indecisa, si me tiraba por la ventana corría riesgos un tanto graves y si salía por la puerta unos minutos más tarde que Tyler sería sospechoso y correría riesgos aún más peligrosos.

—Está bien —hablé finalmente— Pero me agarras. Ni se te ocurra soltarme porque morirás junto a mi.

Él asintió repetidas veces y abrió los brazos esperando mi caída. Me impulsé hacia la ventana y deje caer primero mi bolso, Tyler lo agarro y lo dejo a un lado.

Ahora sigo yo.

Suspiré y salte decidida.

Es broma, demoré unos cinco minutos en decidirme nuevamente si lanzarme o no, elegí la primera y confié totalmente en Tyler, cosa que al parecer no fue muy buena idea.

—Me alegro de que hayas caído bien y de que estés bien pero si no te molesta necesito oxígeno para poder ir a nuestra salida —dijo apenas mientras yacía bajo mi cuerpo. Había amortiguado mi caída y a mi parecer no pesaba tanto así que claramente solo estaba exagerando.

—Eres un debilucho —me levanté de encima de él y le ofrecí mi mano.

Me miró con cara de pocos amigos y acepto mi gesto. Se sacudió la ropa que tenía con tierra y luego posó su mirada en mi.

—No te deje caer.

Arrugué la nariz dándole la razón, elevó su brazo derecho y me lo ofreció. Lo observe con el ceño fruncido pero finalmente me agarre de él.

—¿A dónde me llevara hoy, señorito? —reí bajo por el nuevo apodo que le acababa de inventar y levanté ambas cejas esperando una respuesta de su parte.

Caminamos juntos hacia su auto que estaba apartado a una cuadra de la casa, me abrió la puerta y le sonreí en agradecimiento. Subió por su lado y se giró hacia mí con brusquedad.

—Es una sorpresa, bebé —me dio una sonrisa socarrona.

—No me llames bebé, no me gusta que me digan así —crucé mis brazos por encima de mi pecho y lo miré con una mueca.

—No, te encanta —arrancó el auto con una sonrisa aún más grande que la anterior, ya veía yo que mostraba toda su dentadura.

En el camino observaba como las casas iban desapareciendo y el mar quedaba despejado ante mi campo visual. El sol comenzaba a bajar por el cielo acercándose cada vez más al mar.

Giré la cabeza mirando a Tyler.

Admiré sus pestañas que me parecían perfectas desde aquí, sus labios parecían estar hechos perfectamente, ni tan gruesos, ni tan delgados, permanecían entreabiertos y cada cierto rato los apretaba un poco. Sus ojos se mantenían fijos en la carretera pero sabía que él estaba consciente de que yo le estaba observando, aún así no me detuve.

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