-¿Necesitas que te eche una mano, Carlos?
-¡No, yo puedo solo!
Los personajes pertenecen a disney.
La historia no ocurre en el mundo de Los Descendientes, es un mundo alternativo.
Contiene partes de sexo entre chicos, si no te gusta no lo leas.
Un nuevo y soleado día se alzaba, los pájaros cantaban, los niños jugaban en la calle y...
—¡Carlos!— Chilló una mujer vestida con un abultado traje blanco de lunares negros mientras abría la puerta de la habitación del joven.-¡Deja tus aparatos y ven a desayunar ya!
—Ya voy, mamá.— Suspiró el joven peliblanco mientras dejaba su portátil en la cama.
Carlos salió de su habitación vestido con un chaleco blanco y negro de mangas rojas con pantalones a juego, una camisa negra y unas botas del mismo color. El joven había heredado el peculiar sentido de la moda de su madre.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuando llegó a su gran comedor, se sentó y al instante un mayordomo le sirvió unas tostadas junto a un vaso de leche, lo típico que él solía desayunar. Minutos después su madre tomó asiento frente a él, que jugaba con su móvil.
—Carlos cariño...—Dijo Cruella agarrando una servilleta.
—¿Si?— Respondió el peliblanco sin despegar la vista de su móvil.
—¿Te importa dejar el móvil un momento?— Cruella calló un instante esperando que su hijo hiciera lo que le había pedido pero al ver que éste le ignoraba su rostro cambió, agarró el aparato y lo tiró contra una pared haciéndolo pedazos. Carlos vio la escena con un rostro de indiferencia y sacó otro móvil de su bolsillo.—¡Deja ese otro móvil ya y presta atención a tu madre!
—Está bien,— Resopló dejando el teléfono sobre la mesa.—¿Qué desea Cruella?— La mujer odiaba que su hijo le llamara por su nombre y él lo sabía, ella solo arrugó la servilleta que sostenía en su mano derecha y forzó una sonrisa.
—Como sabrás el verano acaba en una semana y debes volver a clases.— Dijo ella mientras Carlos le miraba serio, si ya le molestaba tener que conversar con su madre, hablar de un tema que conllevara socializar, como el instituto, incrementaba esa molestia todavía más.— Y bueno, he decidido apuntarte en una escuela interna.
—¡¿Qué?!— Gritó el chico exaltado.—¡¿Cómo puedes hacerme esto?!
—Oh hijo relájate, podrás volver a casa los fines de semana.— Intentó calmar a su hijo.
—Te odio.— Dijo Carlos levantándose de su lugar.—No pienso ir a tu maldita escuela.
Cruella retorció la servilleta que tenía en su mano y la rompió, estaba cabreada con la actitud de su hijo. Al momento recibió una llamada de negocios y su rostro cambió completamente, volvió a ser frío y serio. Carlos, al ver como su madre había decidio deshacerse de él subió enfadado a su habitación, abrió una mochila en la que metió un par de prendas, su portátil y unas libretas en las que tenía dibujos y diseños de artefactos, la cerró y saltó a un árbol que se yerguía frente a su gran casa, casi mansión, huyendo de lo que era su refugio.
Cuando bajó del árbol, echó a correr sin saber hacia donde se dirigía, hacía tanto tiempo que no salía de su casa que casi no recordaba cómo era su ciudad. Un rato después, llegó a un parque en el que decidió hacer una pausa. Se sentó en la hierba a descansar, observó a su alrededor niños jugando, adultos haciendo deporte, un despejado cielo.
—Vaya... Quizásestemundonoseatanhorrorosocomo creía.— Pensó el peliblanco mientras se dejaba caer sobre el verde pasto. Cerró los ojos y tomó una bocanada de aire fresco.—Bueno, creo que es hora de irse.— Carlos se puso en pie, se sacudió un poco para quitarse los hierbajos que se habían quedado pegados a su chaqueta y se disponía a coger su mochila pero un balón impactó en su cara.
—¡Perdón!— Le gritó un chico rubio mientras se acercaba corriendo a recoger el balón y comprobar si había herido a alguien.—¿Estás bien?
—Oh s-sí.— Dijo Carlos incorporándose y sosteniendo la pelota que le había golpeado entre sus brazos. Un fino hilo de sangre comenzó a brotar de la nariz del peliblanco pero éste no se dio cuenta.
—¡Pero si te sangra la nariz!— Exclamó el otro chico.
—¿Qué? Oh si, es verdad.— Respondió Carlos despreocupado mientras le entrgaba la bola al rubio. Dejó su mochila en el suelo y se agachó a buscar un paquete de clínex para parar el sangrado.
El peliblanco se puso uno en la nariz pero no paraba de salir sangre, él no se preocupó pero el chico que estaba le acompañaba si lo hacía.
—¡No paras de sangrar!— Dijo el rubio examinando desde su posición la nariz de Carlos.— Te acompaño al médico vamos.
—No es necesa...— Carlos no pudo terminar la frase porque el chico se había ido corriendo con la pelota, esperó que no volviera pero apareció al instante.
—Venga, vamos.— El pecoso intentó persuadirle pero él le cogió como si fuera una princesa.— Por cierto, me llamo Ben.
—¡Pues suéltame, Ben!— Gritó Carlos dándole pequeños puñetazos en el pecho, pero la fuerza no era lo suyo.— ¡Gritaré violador!
—Hazlo.— Le desafió Ben. Al ver que Carlos no decía nada comenzó a correr riéndose hasta llegar a una moto.— Venga, sube.
—¡¿Cómo si no me sueltas?!— Ben le dejó en el suelo y Carlos se sacudió ligeramente, esto provocó una ligera risa en el rubio. Tras esto, Carlos intentó subir a la moto, pero no sabía como hacerlo solo.
—¿Te ayudo?— Se ofreció Ben, el peliblanco no dijo nada así que el rubio decidió actuar.— Toma tu mochila.- Ben cedió la maleta a Carlos y agarró a este por las caderas, ayudándole a subir.
—Gr-gracias.— Titubeó el chico de pecas ligeramente ruborizado.
—De nada.— Respondió con una sonrisa el rubio, al instante éste se subió a la moto y arrancó porque, a la velocidad a la que iban, Carlos terminaría desangrándose por la nariz.