5°; Royal Brent School

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Los chicos llegaron al que sería su nuevo instituto, era un inmenso edificio blanco rodeado por un patio en el que había un pabellón deportivo y otro edificio más pequeño que parecía ser la residencia.

—¡Es gigante!— Exclamó Evie sorprendida.

—No me gusta...— Respondió Carlos hinchando los mofletes.

—Vamos a buscar nuestra clase, anda.

Comenzaron a caminar pasando a los demás adolescentes, que también parecían pertenecer a familias adineradas.

Entre ellos, Carlos vislumbró una cabellera rubia que le resultaba familiar, se acercó a comprobar quien era y se sorprendió al ver que allí se encontraba Ben. El chico giró la cabeza y tuvo la misma reacción que el peliblanco.

—¿Carlos?

—¿Ben?

Ambos se quedaron parados mirándose sin decir nada, Evie no sabía que pasaba.

—¿Quién es, Carlos?— Preguntó la chica.

—Él es el que rompió mi nariz.- Al escuchar esto, Evie tronó los puños en un acto de intimidación pero Carlos la detuvo.- Fue un accidente, no es su culpa.

—L-lo siento mucho, ¿estás mejor?- Dijo rojo de la vergüenza.

—Sí, ya casi no me duele.— Respondió con una sonrisa.

—Bueno, vamos a buscar la clase o llegaremos tarde.— Evie agarró a Carlos del brazo y se lo llevó mientras los chicos se seguían mirando.

—E-espera, no me he despedido. -Carlos forcejeó para librarse del agarre pero cedió cuando vio como una chica morena se acercaba a Ben y le daba un beso en los labios.— Da igual, vamos.

Evie seguía sin entender nada, pero estaba enfadada con el rubio por herir a su amigo.

Más tarde, Carlos y Evie debieron separarse, ya que eran de edades distintas, y cada uno hizo el examen por su cuenta.

Cuando sonó la campana que indicaba el fin del tiempo, todos entregaron las pruebas. Poco después una voz les informó por el altavoz que debían ir a la entrada para asignar las habitaciones.

Carlos tenía esperanzas de que fueran habitaciones individuales.

Ya en el lugar de encuentro buscaba a su amiga peliazul, sin embargo no la localizaba por ningún lado.

De repente todos los estudiantes callaron al ver aparecer a un hombre bastante mayor vestido con un traje que llevaba el símbolo de la escuela.

De repente todos los estudiantes callaron al ver aparecer a un hombre bastante mayor vestido con un traje que llevaba el símbolo de la escuela

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El hombre se subió a un pequeño escenario que habían colocado para él y ajustó el micrófono, posteriormente comenzó a hablar:

—Bienvenidos todos a este nuevo curso, la prueba que habéis tenido hoy es sólo una premisa de lo que os espera este curso. Esta no es una escuela para catetos descerebrados, aquí sólo queremos a las personas inteligentes que serán grandes médicos, abogados o científicos en el futuro. Reuníos por edades de menor a mayor y un profesor os dará la llave de vuestro cuarto junto a los uniformes. Os deseo un buen curso a todos.

Tras el discurso, el director bajó del escenario y todos los alumnos se colocaron en fila. Carlos siguió desde lejos a un chico que había visto en su clase para colocarse.

Una profesora que aparentaba unos treinta y tantos años de edad le dio al peliblanco una llave que tenía un papel en el que estaba escrito el número 504 y una bolsa con tres uniformes escolares y dos deportivos. A Carlos no le agradaba la idea de tener que llevar uniforme.

El chico se dirigió al edificio residencial y buscó su puerta. Cuando llegó se paró frente a ella y deseó una vez más que no tuviera que aguantar a un compañero de habitación. Abrió la puerta con determinación y echó un vistazo a su cuarto. La habitación tenía dos camas, un par de armarios, de mesas de noche y una puerta que daba al baño pero sólo habían unas cajas con su nombre (Cruella debió de haberlas mandado sin avisar).

—Por fin un poco de suerte...— Pensó Carlos aliviado.- Tengo que quitar la cama para...

—No vas a quitar ninguna cama.— Comentó un chico que estaba parado en la puerta con una maleta y una pila de cajas que impedían ver su cara. El chico entró, dejo la maleta y las cajas y miró seriamente a Carlos. Era rubio, tenía el pelo por los hombros y sus ojos eran azules; en general era bastante atractivo pero eso se veía contrastado por las rayas negras pintadas en el borde de los ojos, el pendiente en la oreja izquierda, el piercing en el labio y su ropa oscura.— A no ser que quieras dormir en el suelo.

Carlos no podía creer lo que veía, tendría que compartir habitación y encima con un bicho raro -aunque él no era el más indicado para hablar-, todas sus esperanzas de pasar un buen curso se desmoronaban por momentos.

—Mira, te seré sincero, ni tu ni yo estamos felices con esta situación así que vamos a llevarlo lo mejor posible,¿si?— Dijo el chico rubio sosteniendo un rollo de cinta adhesiva blanca.— Esa va a ser tu parte y esta la mía, solo puedes pasar para entrar al baño de la habitación, pero rapidito.

El chico comenzó a pegar la cinta por el suelo y la pared, dividiendo la habitación en dos. Carlos simplemente se sentó en la cama acordándose de su madre, y no de sus cosas buenas precisamente, y observó como lo hacía, sentía que no tenía fuerzas para impedir nada.

—Por cierto, me llamo Kendall.— Dijo el chico mientras cortaba la cinta.— Encantado y todas esas mierdas falsas y superficiales.

—Yo... Soy Carlos...

—No me importa pero vale.— Dijo prácticamente metiendo la cabeza en una de las cajas de la que comenzó a sacar cosas, cómo no, eran negras.

—Voy a dar una vuelta.— Dijo Carlos señalando la puerta.

—¿Cómo te digo que no me importa tu vida?— Kendall seguía sacando cosas de la caja, una de ellas era un oso azul de peluche.— Esta tuvo que ser mi madre.— Miró a Carlos y se lo tiró. Él lo dejó en la cama y se marchó.

Cogió un taxi y volvió a casa, quedaban dos días para empezar y pensaba pasarlos encerrado.

Hola después de tanto y adiós hasta que vuelva a actualizar xD

¿Te ayudo?~Benlos FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora