4°;Viejos amigos, nuevas emociones

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—¡¿Evie?!— Preguntó el joven peliblanco sorprendido.

—¡Carlos!— Se abalanzó a abrazar a Carlos.—No has cambiado nada. Bueno, ¡tienes eso en la nariz pero estás igual!

Evie y Carlos habían sido amigos desde muy pequeños, sus madres hacían negocios juntas y ellos compartían juguetes. A pesar de que Evie fuera mayor, Carlos se había sentido atraído hacia ella cuando eran infantes pero durante todos los años que habían pasado sin verse parecía haber eliminado ese sentimiento por la peliazul de su corazón.

—Pues tu sí.— Le respondió mientras se  separaban.— Estás más... Desarrollada.

—¡Pervertido!— Evie le dio una bofetada a Carlos y se giró.

—¡Ay! Hablaba de tu estatura.— Dijo sobándose el cachete.— Por cierto, ¿qué haces aquí?

—Nuestras madres han vuelto a hacer negocios y cuando me enteré, insistí en venir para ver a mi pequeño pecoso— Agarró los mofletes de Carlos y los sacudió como si de una abuelita se tratara.

—¡Ay ay ay ay ay!— Se quejaba el mas pequeño.

—¡Mierda, me he manchado las manos de cenizas!

—EjemKARMAejem.— Tosía Carlos falsamente, esto conllevó que Evie le azotara otra bofetada.—¡Au!

—Bueno, ¿dónde está el baño?— Preguntó Evie sacudiéndose las manos orgullosa de su acción.

—Sigueme.— Respondió Carlos quitándose la bata y saliendo de la habitación enfurruñado.

Los jóvenes caminaron por el pasillo, Carlos intentaba fingir que estaba enfadado pero miró a su amiga y no pudo contener la risa, ésta también rió. Llegaron a una puerta con un cartel en el que se podía leer claramente "Baño".

—Adelante, mi señora.— Bromeó Carlos haciendo una reverencia y abriendo la puerta.

—No seas tonto, vamos.— Evie agarró al peliblanco del brazo y entró con él al baño. Sabían que si alguien los viera podrían meterse en problemas pero la mayor siempre había animado a Carlos a hacer cosas fuera de las normas y, a la vez, él había aportado seguridad y confianza a Evie. Eran complementarios.

Los chicos se lavaron las manos y, en el caso de Carlos, la cara pero este último se mojó la camisa por accidente.

—¡No!— Exclamó intentando secar la camisa con una toalla.

—No importa, venga quítate la camisa y vamos a por otra.— Evie intentó tirar de ésta pero Carlos la agarró, resistiéndose.— Carlos, te he visto en pañales, incluso puede que alguna vez desnudo, no pasa nada.

Carlos seguía oponiéndose pero Evie ganó el forcejeo y consiguió  quitarle la camisa, dejando su torso al aire.

—¡¿Pero qué...?!— Gritó Evie impactada, al ver las marcas de heridas en el cuerpo de Carlos.

—Evie, por favor, no digas nada.— El chico tenía los ojos humedecidos y Evie estaba con las manos en la boca.

El peliblanco echó a correr hacia su habitación, cuando llegó cerró la puerta y se tiró en la cama con pequeñas lágrimas en sus mejillas.

Unos minutos después, tocaron la puerta de la estancia.

—Carlos, soy yo.¿Puedo pasar?— Era Evie, la joven no oyó respuesta pero entró de todas formas y se acercó a Carlos.— Carlos, ¿estás bien?

—¡Claro que no estoy bien!— La voz del joven estaba quebrada, tenía los ojos rojos y por sus mejillas caían lágrimas.—Mi madre me desprecia.

La peliazul no sabía que decir, así que rodeó al chico con sus brazos y cerró los ojos, sentía que era lo mejor que podía pasar.

Esta acción hizo que Carlos, por primera vez en mucho tiempo, se sintiera protegido. Una sensación indescriptible, era como si en el mundo sólo existieran ellos dos, como si todos sus problemas se volatilizaran, liberándole de una pesada carga que no le permitía levantar el vuelo. Por primera vez en mucho tiempo, Carlos sentía que le importaba alguien en este cruel y frío mundo.

Podrían haber estado así durante horas, sin una sola preocupación, pero alguien tocó la puerta, interrumpiendo el trance en el que estaban.

—Chicooos,— Canturreaba una voz que cierto peliblanco conocía muy bien.— venid al salón un momentín.— Tras este comunicado, se oyeron unos tacones chocando contra el suelo y esa voz desapareció.

—Evie...Gracias...— Dijo Carlos con los ojos y los mofletes rojizos mirando a su amiga.

—No tienes que darlas.— Evie puso sus manos en las mejillas del chico y le limpió los ojos de lágrimas.

—Bueno, me voy a vestir y bajamos.— Se levantó y caminó hacia el armario.

—Eso, tabletita de chocolate blanco.— Bromeó ella, y era cierto que Carlos tenia unos abdominales ligeramente definidos.

Tras ponerse la camisa, los chicos bajaron al salón donde se encontraron a Cruella y acompañada de la madre de Evie, llamada Reina Malvada.

—¡Cuánto tiempo Carlos!— Dijo la mujer que vestía de negro con una corona de oro mientras se acercaba y le besuqueaba.—¡Has crecido!Bonito conjunto¡Qué guapo estás!¿Qué es eso que tienes en la nariz?

—Eh...Gracias.— Respondía incómodo Carlos mientras se limpiaba los restos de pintalabios de su cara.— Tuve un... pequeño accidente.

—¿Para que nos habéis llamado?— Preguntó Evie.

—A eso íbamos, tomad estos papeles.— Cruella entregó a los chicos unos sobres con unos papeles de inscripción dentro.

—¿Qué es esto?— Preguntó el más pequeño.

—Son las matrículas de inscripción para la nueva escuela de la que te hablé, debéis ir a entregarlos y hacer un examen.

—¡¿Examen?!— Exclamó Evie.— ¡Pero si no hemos estudiado!

—Tranquila hija, es sólo un examen para comprobar vuestro nivel.— Le calmó su madre.— Además, tú no tendrás problemas para pasarlo.

Carlos envidiaba un poco los cumplidos que le hacía Reina a su hija, las cosas que solía decirle su madre eran bastante más feas.

—Tenéis el coche esperando en la puerta. Buena suerte.— Cruella los empujó hacia la salida y los despidió.

—¡Evie espera!— Reina llamó la atención de su hija.— Retócate el maquillaje.

¿Te ayudo?~Benlos FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora