Incredulidad

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Oscar se había ido hace ya media hora y Amanda aún seguía parada junto a la puerta, con el regalo a sus pies y con las rosas desperdigadas por el suelo.

Se habría quedado un minuto más ahí pero sonó su celular.


Tuin, tuin, uh uhuhu...

Adivina quien está en su cama odiando al mundo... así es: yo u_u



Tiri rirín tiriri ri rín

...en realidad no eres el único que lo hace u_u te extraño



Amanda no sabía que pasaba en su interior, sentía la necesidad de llorar y desplomarse en el suelo, por otra parte quería decirle a todo mundo que era libre de estar con Santiago, y otra sensación la hacían sentir... que realmente no sabía si de verdad era libre para estar con quien de verdad amaba.

Reaccionó... su madre llegaría en una hora aproximadamente a su casa y se supone que ella habría salido, recogió las flores del suelo, tiró el celofán a la basura. Tomó el regalo... lo abrió, era un cojín en forma de violín, parecía hecho a mano, seguramente Oscar lo había mandado hacer, era suave al tacto, era más grande que un violín de verdad... pero era muy detallado. Lo llevó a su habitación y lo tiró a la cama. Tomó sus llaves, y salió corriendo... ahí fue cuando sus emociones se desbloquearon.

Cuando corría a la iglesia cercana a su casa, notaba como se nublaba la vista y sentía como las lagrimas salían de sus ojos y recorrían su cara. Entró a la iglesia, se dirigió a las criptas. Ahí estaba el nicho de sus abuelos, y el de su padre, dividió las rosas de tres en tres y las dejó ahí, se sentó sobre el suelo hasta que las luces dejaron de entrar por las ventanas llenas de vitrales.


Tiri rirín tiriri ri rín

De verdad te extraño niño! Como desearía poder abrazarte


Santiago se había quedado dormido sobre su cama un poco después de haber leído el mensaje de Amanda; cuando se sentía desanimado, y demasiado triste, se dormía... pero lo hacía después de haber estado llorando un rato en silencio, ahogando los débiles sollozos con su almohada. No había llorado tanto como ese día... ni él, ni Amanda.

Amanda, caminó a casa con su celular en la mano, su cabello se veía peor que cuando había salido de bañarse, sus ojos se veía rojos y vidriosos, se veía pálida, no parecía que se hubiera librado de nada, parecía que había perdido algo... y se sentía mal por sentir eso... no podía ser eso... por supuesto que no.

Su madre ya estaba en casa desde hace unas horas, había estado preparado la cena, esperaba que Amanda regresara junto con Oscar, pues había comida de sobra.

-...hola... - saludó, casi en un susurro.

-Hola... ¿qué tienes? ¿Qué te pasó, hija?-alarmada de ver el estado en que se encontraba Amanda.

-Bueno... nada realmente... Oscar y yo discutimos... y parece que no volverá...

-¿Te hizo algo? ¿Por qué vienes así?-dejando la cuchara en la mesa y acercándose para tomar su entre sus manos.

-No me hizo nada mamá, yo... estuve corriendo por ahí...

-¿Estás triste porque no va a volver? – Lo dijo como si de verdad lo creyera.

-...no... creo, que estoy triste porque no lo hice antes... porque no había terminado con esto mucho antes... estoy triste por mí... no por él... - y al decir esto, Amanda se fundió en un abrazo con su madre, mientras lloraba un mar y le contaba todos los chantajes que había sufrido, las veces que intento dejarlo, lo que César y Ale le habían dicho que tenía que hacer, lo que había sucedido con Cristina y la razón por la cual ya no les hablaba, le dijo como se sentía al haber dejado la orquesta, como se sentía al dejar una parte que era importante para ella... le contó sobre Santiago... absolutamente todo... su madre se limitó a limpiarle las lagrimas, mientras enjugaba las suyas y mirarla para sólo darle un beso en la frente.

Cenaron en silencio, antes de irse a dormir, volvieron a abrazarse. Pero muy en el fondo, su madre creía que Santiago no era adecuado para su hija.

358 kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora