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Estaba sentada en la acera esperando a que llegara mi papá, ya era muy noche, hacía frío, ¿Cómo fue mi papá capaz de abandonarme? Me quede pensando, en mi vida habían pasado muchas cosas de las cuales no quería recordar, pero ahí en la fría noche era difícil no acordarme de las penas, una lágrima rodó por mi mejilla e inmediatamente la limpie con la manga de mi suéter, no iba permitirme llorar en la calle, además no podía sacar mi celular, era peligroso a esas horas de la noche, pero lo saque para marcarle a mi papá, pero no había señal, parecía que la ciudad estaba muerta, solo se escuchaba el ruido del aire al mover las hojas de los árboles, me daba miedo.

Se escucharon unos pasos, voltee a todos lados. No había nadie. Empecé a temblar, solo había sido producto de mi imaginación, una mala pasada.
Se escucharon dos balazos <<¡Pum!, ¡Pum!>>. Me levante, mis piernas me temblaban, no querían reaccionar, mi corazón latía muy rápido, estaba a punto de estallar, el miedo se apoderaba de mi, un dolor, me dolía el cuerpo de tanto temblar, estaba nerviosa, me sudaban las manos, volteaba para todos lados, nadie. <<Respira, respira>>. Me dije.

En la esquina, un hombre iba cojeando, estaba ensangrentado y pedía ayuda, se agarraba a un costado de su cuerpo, por las costillas, al parecer le habían dado un balazo, gritaba pidiendo ayuda, pero la calle estaba vacía, solo me encontraba yo.

Detrás del hombre herido salió un chavo, tenía una sonrisa macabra, alto, con cabello chino, llevaba una sudadera negra con manchas de sangre, al igual que su pantalón de mezclilla. Sacó una pistola, se acercó al hombre ya herido, y le dio dos balazos más, el cuerpo inerte cayó al suelo, solté un grito de horror, el chavo tardo en darse cuenta de mi presencia, su mirada se clavo en mi, el pánico me invadió, mis piernas no reaccionaban, quería correr, no podía, el chavo corrió hacia mi, sabía que el momento de mi muerte llegaría. Solte un grito con todas mis fuerzas para ver si alguien llegaba a ayudarme, intentaba correr de nuevo, pero parecía como si mis pies estuvieran pegados al pavimento, llegó hasta mi, me pudo la pistola en la cabeza, las lágrimas resbalaban por mis mejillas y <<¡Pum!>>.

Desperté, mi corazón latía muy rápido, todo había sido un sueño.

Historias CortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora