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Estaba acostada, con mis audífonos puestos escuchando música mientras miraba al techo.

Comenzó a sonar mi canción favorita, empezaba con el sonido de un piano, suave, una melodía que suena melancólica.

Sigue el piano, te deleita el solo escucharlo.

Cierro los ojos.

Me imagino que estoy yo tocándola, comienzo a mover mis dedos al ritmo de la música, sintiendo cada parte de la canción, siento algo en mi estomago, es como nostalgia, la canción me llega tanto que se me hace un nudo en la garganta, pero no lloro, solo se queda ahí.

Abro los ojos, estoy en un auditorio con millones de personas viéndome, y sigo tocando, aún siento cada parte de la canción, sonrío y miro al público.

Entra el sonido de un violín, es mi pareja, el amor de mi vida, es el, está tocando junto a mí, hace un acompañamiento, el violín suena muy suave y a la vez un poco violento.

Me encanta la suavidad con que mueve el arco, y se deja llevar por la melodía.

Quiero que sienta esta canción tanto como yo, porque no toco para el público, estoy tocando para el.

Seguimos tocando, con la misma suavidad, la música habla por sí sola, y expresa todos los sentimientos que no puedes expresar a travez de palabras.

La profundidad con la que tocamos es increíble, se ven algunas personas a punto de llorar, les llega la canción, y solo es eso lo que nosotros buscamos, que sientan la canción, el y yo tocamos como si fuéramos uno solo, el piano y el violín suenan tan bien juntos.

Termina la canción.

Me paro, me acerco a él, nos damos un abrazo y después nos besamos, después hacemos una caravana en forma de agradecimiento y sonreímos.

Abro los ojos, y sigo en mi cuarto, dos lagrimas caen por mis mejillas y no puedo evitar el sonreír.

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