Capítulo 10:
"Epilogo"
Había pasado quince años desde que Narnia, fue liberada. Quince años en los que habían pasado muchas cosas. Había dejado de lado mi inmortalidad para dejar de tener 16 años y pasar a ser una mujer, felizmente casada.
Nuestra tierra por fin era como debía ser, libre sin ninguna opresión de nadie. Todos los narnianos estaban contentos con la forma de gobernar del Gran Rey, Peter Pevensie.
Una hermosa tarde, estaba apoyada en el balcón de Cair Paravel, disfrutando del más hermoso de los atardeceres. Me hacía acordar la última vez que había visto a mi padre. La brisa marina hacía volar mis rojizos rizos, mientras yo cerraba los ojos disfrutado de la caricia.
-Al fin te encuentro.-me susurró una voz.
-Siempre estuve aquí.- Peter, río, mientras me abrazaba por la cintura.
-Iremos a cazar al Ciervo Blanco, ¿Vienes?-me di vuelta quedando frente a él.
-Iría, pero ¿Quién se encargará de todos los asuntos importantes?-coloqué mis brazos alrededor de su cuello, sonriéndole.
-Es por eso que me casé contigo, por la simple razón que eres estupenda y brillante.-colocó sus labios suavemente sobre los míos, uniéndonos en un tierno beso.
-¡Peter! ¡Alanys! ¡Apúrense!-tuvimos que separarnos al ver a los otros tres reyes.
-Lany, ¿Vendrás con nosotros?-preguntó la joven Lucy, con una sonrisa soñadora.
-Ustedes ya sabe mi opinión acerca de perseguir animales.-los cuatro rieron.
-Te veo en la noche.-volvió a besarme, antes de ser arrastrado por su hermana hacía la salida.- ¡Te amo!- gritó antes de desaparecer.
Vi como los cuatro, partieron rumbo al bosque, los salude desde el balcón mientras los observaba alejarse al galopé. Estaba tan feliz de tener una familia como ellos. Desde la partida de mi padre, ellos, me habían hecho sentir en compañía.
Durante todo el día, me encargue de ordenar varios asuntos reales, quería alivianarle la carga a Peter, mientras se divertía con sus hermanos.
El sol había caído por completo sobre el horizonte. La noche comenzaba a hacer su tan maravillosa aparición. Estaba empezando a preocuparme al ver que no regresarían.
-Tranquila, Lany, ya deben estar volviendo.-decía mi mente mientras me asomaba por el balcón.
Espere un poco más, pero no había noticias de ninguno de los cuatro. Estaba empezando a entrar en pánico, ¿Y si les había pasado algo?
Bajé corriendo hasta llegar al patio principal.
-¡Preparen mi caballo!-grite, ajustándome la capa. Un fauno me entrego las riendas de Angus, pero antes de que pudiera montar, sobre el piso empedrado el sonido de unos cascos me hicieron voltear. Ahí estaba los caballos de los reyes, pero venían solos.
-¡Encárguense de ellos!-ordene. Los faunos los llevaron hasta el establo donde les dieron agua y un lugar para que descansen.
- ¿Qué paso?- pregunte a Philip, el caballo de Edmund.- ¿Dónde están?-
-Perdimos al Ciervo Blanco, el Rey Peter, encontró unos abrigos y la Reina Lucy menciono una habitación.-respondió entrecortado.
Peter, una vez me había contado como era que habían ingresado a Narnia y era a través de un armario.
- ¿Dónde ocurrió?-pregunté.
-Erial del Faro.-cerré los ojos y respire hondo reteniendo las lágrimas.
-Lo lamentó, mi reina, tratamos de buscarlos pero no los encontramos.-yo asentí lentamente, mientras acariciaba el hocico del caballo.
-Hiciste lo que podías.- me alejé del establo y comencé a correr al interior del castillo. Ya no podía evitar llorar, ellos se habían ido, volvieron a su mundo. Aslan, me lo había advertido una vez, pero no quise escucharlo. Ahora estaría sola.
Ingrese en mi habitación y al cerrar la puerta, me deslicé hasta tocar el suelo. Mis ojos comenzaron a derramar lágrimas. Me había acostumbrado a despertar todos los días al lado de Peter. Pasear todas las tardes con Susan, quien me contaba como eran sus vidas antes de llegar a Narnia. Jugar ajedrez todas las noches antes de ir a dormir con Edmund. Pasar tiempo con Lucy, cortando flores para luego hacer adornos para el castillo. Pero por sobre todo, me había acostumbrado a la presencia de esas cuatro personas que habían cambiado mi vida.
-No...-murmuraba mientras ocultaba mi rostro en mis manos. Peter se había ido, me había quedado sola para siempre.
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Los días pasaban y mi soledad aumentaba. Durante el alba y el ocaso, me apoyaba en el balcón mirando hacía el inició del bosque, esperanzada de volver a verlos. Salía con Angus a investigar los alrededores, por más que lo intensase, no había ningún rastro de ellos.
No importaba cuantos años debería hacerlo, yo los esperaría el tiempo necesario, pero cada día, hora, minuto y segundo que pasaba, mi fe, iba disminuyendo.
-No volverán, hija.-me dijo una noche, mi padre.
-Prefiero creer que lo harán.-Aslan se colocó a mi lado parándose sobre sus patas traseras.
-Ya es tiempo de que afrontes la verdad. Ya te había advertido lo que ocurriría si ellos encontraban Erial del Faro. Es mejor que dejes de torturarte.-bajé la vista, era verdad, ellos no volverían.
-¿Qué se supone que debó hacer ahora?-pregunté, mirándolo.
-Narnia te necesita, debes ser fuerte por ellos.-él lamió mi mano mientras salía del balcón.
Mire por última vez el horizonte y sonreí.
-Ellos, están en donde pertenecen.-acaricie mi anillo y seguí los pasos de mi padre.
"Te amaré, como si nunca hubiera sido lastimada.
Correré, a través del fuego por ti, como si nunca hubiera sido quemada.
Voy arriesgarlo todo como si nunca hubiera perdido. Voy a darte todo lo que tengo.
Never been hurt, Demi Lovato..."
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Las Crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero
FantasíaMitad humana y mitad ninfa, Alanys, la joven hija del Gran León, estará sola durante más de un siglo, deberá hallar la forma de mantener a los futuros reyes de Narnia, a salvo del perverso poder de Jadis, la Bruja Blanca. Sola desde que tiene 11 año...