Capítulo 3

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Clase tras clase solo hace que mi mente y cerebro se agote con tanta tarea, tanta información, tantas responsabilidades me hacen imposible el no estresarme, por fin este día escolar había terminado por lo que sin duda primero me iría a dormir un rato a casa antes de irme con mis hermanos al local donde tenían su estudio, realmente me daba curiosidad saber quiénes serían los nuevos pero el sueño era más fuerte que mi curiosidad por lo que comienzo mi camino a casa un vez que detuve a un taxi, pues realmente hoy no me sentía con ganas de caminar en absoluto.

Una de las ventajas como desventajas de vivir en un pueblo es que todos nos conocemos por lo que me era más fácil tomar un taxi sin morir de miedo ya que para mi suerte la persona que hoy me transportaba era uno de mis vecinos el cual era muy fácil de tratar por lo que todo el trayecto se la paso sacándome platica pero su actitud positiva era tan contagiosa que me fue inevitable no contestarle de la misma manera por lo que el trayecto se pasó rápidamente y cuando me di cuenta ya estaba frente a mi casa así que le di el dinero que marcaba en la tarifa y me despedí mientras me bajaba del carro.

Camine hacia la entrada de mi casa pero me detuve cuando observe como alguien estaba parado enfrente mirándome con una gran sonrisa, era el señor Rodríguez, solté un suspiro y le regrese la sonrisa más fingida que podía tener mientras avanzaba.

—Buenas tardes —salude una vez que estuve cera de él, por su parte el me volvió a sonreír y se hizo a un lado permitiéndome abrir la puerta.

—Buenas tardes —saludo de regreso —. ¿Puedo pasar?

— ¿Mama no le abrió? —pregunte mientras terminaba de abrir la puerta.

—Llegue unos segundo antes que tú —me informo —. Estaba a punto de tocar.

—Pase —me hice a un lado y le di acceso a mi casa.

Tenía tanto sueño que lo único que quería era que ese señor se sentara y esperara a mama para yo poder irme a dormir un rato, la cabeza me estaba comenzando a doler que si no terminaba rápido con esto lo más seguro es que me pondría de mal humor y lo que menos quiero es ofender a uno de los secretarios más importantes del ayuntamiento, aunque ese tipo era un completo cabron y corrupto, su poder seguía intacto así que lo que menos podía permitirme era ofenderlo más cuando se acerca el sorteo.

—Iré a llamar a mi mama — dije mientras colocaba la mochila en uno de los sillones.

Cuando ya iba a avanzar el me detuvo.

—Espera —me quedo en mi lugar esperando que siga hablando —. No vine a hablar con tu mama.

— ¿Con papa entonces? — pregunte —. Él no llega hasta la noche.

—Vine a hablar contigo —no pude evitar maldecir en mi cabeza, ahora me podía hacer una idea de a que venía.

—Claro —conteste mientras tomaba asiento en uno de los sillones.

—Eider quiero que seas voluntaria en la organización del sorteo.

—No —respondí sin pensar.

—Eider —me llamo solo que en su rostro ya no había ninguna sonrisa, esto se puso serio.

—Lo siento tengo demasiado trabajo en la universidad —me excusé.

—Hablare con tus maestros—se ofreció —. Estoy seguro que estarán encantados en darte oportunidad de entregar todo después.

—Mi respuesta sigue siendo no.

—Eider eres la candidata ideal para organizar todo —la sonrisa volvió aparecer en su rostro pero esta ya no trasmitía amabilidad, estaba molesto.

Jugando a ser padresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora