Capítulo 20

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El auto de Connor no se movería por sí solo. Con mi mayor deseo de querer ayudarlo empujé su auto hacia adelante, no nos detuvimos y me sentí feliz al percibir que el auto empezaba a moverse.

Me sentía muy feliz poder ser de ayuda, en especial a Connor que siempre esta ayudándome en casi todo.

La verdad no entiendo como un auto extremadamente moderno para mi gusto como el que tenía se pudo haber averiado, pero en mis adentros más oscuros la idea de dormir con Connor era excitante.

¡Contrólate!, ¡contrólate!

Aunque por mi seguridad y mantener perfil bajo debería dormir lejos de la tentación, espero que encontremos una habitación con sofá o algo así.

Miré a Connor y ambos seguíamos empujando el auto, él era mucho más alto que mí por lo que pudo divisar el camino.

—Falta poco, campeón— me alentó y sonreí.

De verdad me estaba esforzando y me sentí la mujer maravilla.

De repente el aire empezó a ausentarse en mis pulmones, pero traté de calmarme, ¡ahora no, por favor! La calma se desvaneció cuando un ahogo invadió mi cuerpo, mi boca se abrió para recuperar el aliento y caí de rodillas en el piso hiperventilando.

—¡Eliot!— su voz se oyó angustiada.

Tosía sin parar y empezaba a ahogarme, eso me inundó de miedo. Empecé a llorar, estaba realmente frustrada. Connor estaba temblando de los nervios, él no sabía qué hacer. Con mi vista borrosa pude divisar como marcaba en su móvil.

—Llamaré una ambulancia. Aguanta, campeón.

Negué con la cabeza tanto como pude.

—Mi... inha... inha.

—¿Inhalador?, ¿dónde está?, ¡mierda!— me arrimó en el capote del auto delicadamente y fue a los asientos traseros a rebuscar en mi mochila.

No dejaba de llorar, odiaba cuando me daban estas crisis, era como estar un pie entre los vivos y otro en el más allá. Cerré los ojos y mi boca luchaba con obtener aire, pero mis pulmones no reaccionaban. Segundos después Connor apareció en mi campo de visión con mi inhalador, me recostó en su pecho poniéndolo en mi boca y presionó constantemente el accionar del inhalador. Era como si volviera a la vida, el aire llenó mis pulmones como hubiera querido que lo haga segundos atrás.

Connor me abrazó con fuerza, como si casi perdiera la vida. En realidad... parecía que casi lo hacía.

Mi llanto se tranquilizó y le devolví el abrazo tanto como pude. Tenerlo entre mis brazos era mi lugar favorito, me sentía aliviada, nunca había experimentado esta sensación. Cerré los ojos y empecé a sentir calma, paz.

—¿Te sientes mejor, campeón?— me volví a incorporar sobre mis pies con la ayuda de Connor.

—Gracias— miré la punta de mis tenis, estaba muy avergonzada por todo lo que le hice pasar.

Pasó su brazo en mis hombros y me zarandeó afectivamente.

—No es nada. Aunque... me hubiera gustado que me lo comentaras, ¿qué clase de idiota obliga a una persona asmática a forzarse demasiado y peor con este frío? Ni yo puedo respirar con normalidad— dijo entre risas.

Trataba de hacerme ver que no era la gran cosa lo que sucedió, que no debía de sentirme mal. La verdad era que estuve a punto de ahogarme y no consideré en lo más mínimo a Connor. Pero el asma era uno de mis secretos más.

Apreté los labios y caminé hacia al motel, mis palabras nunca podrían encajar en esta clase de conversaciones, siempre lo arruinaba.

El lugar explotaba de luces neón y arquitectura bohemia, lo primero que se te pasaba en la cabeza al empujar la puerta de entrada era libertinaje. Las paredes eran fucsia y un floreado negro, a lo lejos vi unos sofás y butacas al estilo ochentero con tapiz marrón, el centro de mesa era color chocolate y tenía un hermoso florero de vidrio con tulipanes frescas. Habían dos salones de espera en cada extremo. Una gran recepción nos esperaba a unos metros de distancia frente a nosotros. Parecía un motel de cinco estrellas.

Atrapada en la fraternidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora