CAPÍTULO TRES. PARTE TRES

82 8 3
                                    

Kathleen

Está conduciendo a una velocidad bastante lenta, si lo comparo con la manera en que se deslizaba a alta velocidad por entre los coches en un día de lluvia, y creo que, en el fondo, presiento por qué no termina de apretar el acelerador, como de seguro suele hacer.

Su mano se estira hasta la guantera que está delante de mis piernas y saca un pequeño paquete de allí dentro, veo como sus agiles dedos toman una menta del envoltorio y sensualmente se la mete en la boca, dejándome sin aliento.

— ¿Quieres? —Me pregunta, pero niego con la cabeza—. Te lo pierdes, Kath.

<<Kath>> Pienso.

Nadie había cortado mi nombre de esa forma, y ahora que lo escucho salir de sus labios, me fascina totalmente. Aún no entiendo porqué me comporto de esta forma, porque no soy esta persona realmente. Hay algo en mí que está fallando estos días.

—Así que dime... ¿Eran problemas alimenticios, un malestar pasajero, embarazo o... algo más? —Cuestiona él, dejándome totalmente helada en mi asiento.

Estoy bastante aturdida para poder responder esa gran pregunta. De hecho, estoy entrando en esa etapa del proceso de timidez, por el que, me siento cohibida y al mismo tiempo, hay una parte de mi, que se enoja por ser de esa forma.

Baja un poco más el volumen de la música, y el coche se detiene en un cruce. Mientras una pareja cruza por la senda peatonal. Abrazo mi cuerpo con mis brazos, como un escudo personal.

—Te oí vomitar —Me explica él.

—Ah.

—¿Solo eso me vas a decir? —Cuestiona él, molesto por mi reticencia a responder las preguntas personales de un desconocido—. Pensé que ya había sumado algunos puntos.

—Un malestar pasajero —Digo rápidamente, y apoyo mi sien sobre la ventana del vehículo.

—Claro, pero voy a dejarlo aquí —Declara, y antes que me sienta totalmente liberada, él agrega: —Solo por hoy.

Permanecemos en silencio un largo rato, me fijo en las luces de los edificios de la ciudad y a las pocas personas que caminan sin rumbo, deambulando por las calles, como almas libres.

A veces me imagino caminando en la noche, por en medio de la calle, solo yo y el mundo avecinándose sobre mí, como un signo de poder, de libertad y seguridad.

Sé que eso es imposible, pero siempre sueño con ello, lo imagino al ver a aquellas personas deambular de aquí para allá.

— ¿Quieres tomar algo? —Me pregunta llegando al siguiente semáforo. Está bastante cerca de mi casa. Solo unas cuadras.

—No, gracias.

— ¿Segura? —insiste, percibo a lo lejos lo mucho que le cuesta creer que le haya rechazado.

No puedo arriesgarme a pasar el ridículo con alguien que me trata lo más normal, que me han estado tratando en años.

—Entonces te traeré algo a aquí. —Dictamina él, estacionándose frente a una cafetería abierta las 24hs.

Al cabo de diez minutos aparece con dos cafés y una bandeja con unas galletas. Le miro de frente, mientras él extiende su mano con un café hacia mí. Un gesto demasiado amigable para un hombre como él.

— ¿Por qué lo haces? —Inquiero, con un tono de voz neutra.

Mido su reacción, pero él es bastante inteligente para esconder sus emociones delante de cualquiera.

Amor Poder Y Obsesión: Nivel IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora