Acaricio el lomo de Zeus, cuando se acerca a mí después de haberle gritado bastantes veces. Termino dándole unas suaves palmadas en su lomo, y el perro se acuesta delante de su gran plato de comida balanceada. Intento hacer un poco de limpieza en el cuarto de limpieza, y junto toda la porquería que solo se junta como basura y la meto en una bolsa de consorcio.
Oigo pisadas a mis espaldas que se van acercando de a poco, hasta colocarse detrás mío.
—Necesito hablar contigo, Hijo —Ordena Jeremy, mi padre.
Me quedo quieto, y lo miro por encima de mi hombro.
Él no es un hombre muy demostrativo con sus sentimientos, pero sobre todas las cosas que puede hacer, nunca se ha propuesto llamarme por quien en realidad soy para él. Su hijo. Muy pocas veces, me suena haberlo oído mencionarme de esa forma.
— ¿Qué quieres? —inquiero molesto con su método de dirigirse conmigo.
Agarro una bolsa con alimento de proteínas vacío, y hago una pelota antes de meterla dentro de la de consorcio. El continua parado allí, sin inmutarse tal y como lo hace con todo.
—En un mes me acaban de confirmar que podré lanzar la campaña —Menciona él, con tono irrelevante lo cual es loco, porque él no es paciente ni mucho menos conformista.
La familia Coleman había montado hace dos generaciones atrás, una importantísima empresa de seguridad, conocida por el impecable servicio que se brindaba a cada cliente. Mi abuelo había sido el responsable de empezar el nido de oro, mi padre era quien colocaría los huevos de oro, y yo tenía muy asumido, que tendría que fertilizar a los huevos de oro para que den frutos en esta generación.
Claro, no era todo color de rosas. Aunque tampoco era blanco, el color con el cual describiría mi futuro.
Sin embargo, mis esperanzas de desarrollar mis ocultas habilidades para los negocios quedaron colgando de un limbo. Jeremy Coleman es un hombre con poder; no solo adquisitivo, hablo de su habilidad para manejar al resto del mundo como se le venga en ganas.
No era su excepción.
—Es hora de que te hagas cargo de unas cuantas cosas —Suelta él, pero mi cabeza está sacando sus propias conclusiones—. Empezando con la empresa, no pienso ofrecértelo esta vez, ahora te exijo que vayas a la noche para que te explique un par de cosas.
—¡¿Qué?! —Me exalto, lanzando la bolsa de basura en medio del cuarto, ahuyentando a Zeus, que sale derrapando por la puerta trasera—. Olvídalo, no voy a meterme en eso, ya te lo dije antes.
—Me debes una —Continua él, manteniendo sus ojos sobre mí.
Provocándome de la manera en que sabe que sacará el peor lado de mí.
—No te debo nada, ni a ti ni a nadie —Vocifero, sintiendo la rabia hervir dentro de mí.
Él se ríe burlonamente de lo que digo, provocándome más de lo necesario.
—No tienes derecho a decidirlo, ya sabes cómo es esto —Espeta él, seguro de sí, impidiéndome dar mi opinión al respecto—. Ahora te crees mayorcito, pero esa vez que tuve que ayudar a la chica esa y a ti, no te importo pedir ayuda con las lagrimitas en tu carita de nene, ¿No?
Sonríe de esa forma que me incitan a querer golpearlo. La sonrisa malévola de su cara me produce arcadas. Saca su BlackBerry del bolsillo de su pantalón de vestir, y me señala la pantalla.
—Solo en un minuto podría hacer que te quedarás sin nada —Amenaza, enseñándome un número de teléfono. Vuelvo a mirarlo con ganas de sacar esa sonrisa estúpida de su rostro—. Debería haberlo hecho hace tiempo, eres solo un estorbo malcriado.
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Amor Poder Y Obsesión: Nivel I
RomanceCONTROL. El mundo entero se basa sobre el control de la vida de las personas, pero mi vida se basa en controlar cada aspecto de mi vida. No hay cosa que no quiera tener controlada, por eso mismo no soy un adolescente normal, porque los adolesce...