CAPÍTULO CUATRO PARTE DOS

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17 de septiembre del 2014

Kathleen

Al ver la hora en el reloj sobre la mesita de la entrada, noto que estoy llegando tarde de nuevo a mi actividad de los sábados. Por suerte, estaba cambiada con el uniforme del trabajo, y no tardo demasiado en salir de la casa.

El sol mañanero, por fin ha decidido asomarse por entre las nubes, iluminando a la ciudad, irónicamente iluminando paralelamente, uno de los días que más disfruto, semana a semana. Quizás es por eso, que, aunque estoy yendo demasiado justa con el tiempo, estoy motivada a ir, hasta quizás es ese el motivo principal, por el cual mi corazón siente que se llena un poco, al imaginar cómo se desarrollará el día.

Hoy en la mañana, no vi a Brad por ningún sitio, y deduje que habría salido a trabajar, y en el peor de los casos, a su pasatiempo que no parecía cambiar con el paso del tiempo, sino volverse una maldita costumbre, que se le pegaba con más fuerza a su cuerpo, impidiéndole a él, cambiar de afición, pasar página.

Vi la camioneta de Greg está estacionada en la entrada, pero a Gregory, no me lo cruzaba desde ayer, así que deduje que él recién llegaba, y debido a que mi vista estaba sobre su coche, no mire la vereda y una de mis zapatillas se enterró en algo gomoso y fofo, al bajar la mirada note el excremento enorme de perro, y mi barrio no se caracterizaba por tener perros vagabundos, ni muchos vecinos con perros en su libre albedrío, solo había uno, y era Manchas, el enorme perro juguetón sin ninguna raza, que vivía comportándose como un cachorro, al margen de estar pisando sus diez años de edad como nada.

Asqueada, y sintiendo el desayuno en la punta de la garganta, voy hacia el tacho de basura, que los vecinos comparten entre dos casas, y tomo del bolso, un par de pañuelos descartables, los últimos del envase, y hago peripecias para no ensuciarme las manos y cuanto antes saco los restos de mi suela, mejor voy sintiéndome. Pero tastabillo, al oír la voz de la Sra. Wallace, no tan lejos como suponía que estaba.

Esa mujer puede ponerte los pelos de punta, con solo escucharla.

— ¡Niña! ¡Niña! —Grita llamándome con su distinguida voz firme, pero a su vez, tiene la fragilidad de una persona mayor.

No cabe duda alguna que ella me diviso, antes que yo a ella, en realidad debería estar acostumbrada a ello, porque digamos, que ella tenía ojos de halcón, o quizás eran biónicos, pero el caso era que no había forma de escaparse de su radar, por más arbustos que hubiese separando su parcela de la de mi casa, ella siempre me veía.

Me levante, y trate de esconder mi cara de fastidio, por tener que escuchar alguno de sus monólogos justo cuando me tenía que estar yendo al sitio, al que ya llegaba tarde. La vi, por uno de los hoyos de los arbustos, ese único lugar, en donde, me la cruzaba cada mañana al sacar la bolsa de la basura. Por delante de ella, iba caminando mi primo hacia la casa de la Señora Wallace, cargado de bolsas de supermercado.

La mujer, que pasaba los setenta y cinco años, caminaba algo encorvada por sus tantísimos años, pero siempre vestía glamurosos conjuntos de colores llamativos, y sus característicos zapatos de tacón bajo, y el del día de hoy, era de color verde manzana, que hacía justicia por los envidiables ojos que ella llevaba al natural, sin resaltarlos con maquillaje.

Su cara, mientras me hacía ese gestito particular con su mano, que era difícil de explicar, porque siempre me quedaba la duda de si era un gesto en que me saludaba, o si estaba exigiendo que me movilizara, para ir a donde ella. Sin embargo, era complicado esconder la expresión exasperada de mi cara, pero hacía mi mayor esfuerzo para colocar una falsa sonrisa, y predicar mi respeto hacia la gente mayor.

Amor Poder Y Obsesión: Nivel IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora