La despedida de mi madre fue difícil. Durante el viaje al aeropuerto apenas si hablamos y tratándose de ella, eso era algo verdaderamente excepcional.
Ella no comprendía. Siempre habíamos sido muy cercanas, pero en las últimas semanas una brecha se había abierto entre nosotras. De pronto yo tenía todo tipo de manías y costumbres a las que ella, por más que se esforzara, no conseguía llevarles el ritmo.
Por ejemplo, en ese momento yo iba tapada de pies a cabeza. Faltaba poco para que me pareciera a esas fotos que distribuyen los manifestantes de derechos humanos, o que a veces se ven en internet o en televisión, de mujeres de países islámicos que casi no pueden mostrar nada de su cuerpo. Yo no estaba muy lejos. Llevaba una blusa de manga larga abotonada hasta arriba, un pañuelo alrededor del cuello, vaqueros, zapatillas deportivas, los lentes de sol más grandes que conseguí y un enorme sombrero. También había adquirido la nueva costumbre de usar guantes con las puntas de los dedos cortados, y no me los quitaba ni para dormir.
Iba demasiado abrigada para el clima de Phoenix, y la gente me miraba raro. No me importaba mayormente la opinión de ninguno de esos desconocidos, pero eso de llamar la atención era incómodo. Después de un par de intentos, Reneé había dejado de tratar averiguar a qué se debía el cambio en mi vestimenta. Lo aceptó como un capricho adolescente, supongo.
Tras repetirme ella que no tenía que hacerlo, y de insistirle yo que sí quería hacerlo (lo cual era completamente honesto), mi madre y yo nos despedimos por fin. Tuve que contener el aliento y gritarme internamente que era mi madre para no morderle el cuello cuando me abrazó. Sentí su estremecimiento cuando besó mi mejilla demasiado dura y anormalmente fría. Ella no sabía qué había pasado conmigo, pero claramente intuía que algo iba mal, muy mal. Le respondí con otro beso pequeño, conteniendo la respiración. Tendría que haberme alimentado antes de viajar.
Tras unos trámites breves por fin pude subir al avión. El vuelo fue muy tranquilo, pero pasar tanto tiempo recluida en un espacio cerrado, y rodeada de tantos humanos, fue una dura prueba para mi autocontrol. Me había acostumbrado rápidamente a no respirar, pero todavía se me hacía raro. Y no podía distraerme ni un momento, lo cual era difícil con mis nuevos súper sentidos, o inhalaría una bocanada de aire cálido y oloroso a humano que me haría perder el control.
Llegar al aeropuerto fue un alivio. No por último porque estaba lloviendo suavemente. El olor de la tierra mojada, la humedad y los pinos que rodeaban la pista de aterrizaje me calmaron lo suficiente como para enfrentar a Charlie sin saltarle al cuello, y no precisamente para darle un abrazo.
Aquí estoy, en esta pueblito dejado de la mano de Dios. Forks. Probablemente, el lugar más lluvioso del planeta.
Suspiro una vez, mientras desempaco a toda velocidad mi maleta. Por suerte Charlie, mi padre, es un hombre de pocas palabras y que sabe dejarla sola a una cuando es necesario.
Abajo me espera la vieja Chevy, mi regalo de bienvenida. Sonrío al verla por la ventana, ¡es genial! Tiene... personalidad, sí, esa es la palabra. Además, es de esas piezas casi irrompibles que ya no se fabrican hoy día. No va a ser necesario que preste excesiva atención para no romper algo.
Suspiro de nuevo. El cambio a tanta tranquilidad es grato, a su manera. Reneé estuvo tan preocupada por mi estas últimas semanas que era insoportable. No el hecho que fuese ella ni que se preocupara por mí, sino el que lo cacareara todo el tiempo. Porque cuando algo le ronda por la cabeza a mi madre, no puede simplemente decirlo: tiene que cacarearlo.
Charlie es mucho más reservado, de pocas palabras y muy poco dado a las muestras físicas de afecto, algo que me viene muy bien. Es obvio que ni bien me vio, en el aeropuerto, notó el cambio que se había operado en mí, y a través de mi visión periférica podría jurar que lo vi asentir con la cabeza para sí mismo. Rayos. Tendría que haber imaginado que había hablado con Reneé sobre mí. Pero no hizo comentarios, y se limitó a murmurar algo sobre que estaba mayor y más bonita de lo que me recordaba.
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El jardín de senderos que se bifurcan
RomanceEsta historia pertenece a CruzDelSur y los personajes a Stephanie Meyer. Pueden encontrar el fic en Fanfiction.net Resumen: Bella se muda a Forks con la excusa de darle espacio a su madre... pero la verdad es que fue convertida en vampiro en Phoenix...