Historia de mis calamidades

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Lo que no le dije a nadie es que yo seguía sin tener intenciones de ir al baile. Si bien mi sentido del equilibrio había mejorado enormemente desde mi transformación, seguía sin poder bailar. Además de una serie de otros detalles menores, pero no por eso menos importantes, claro.

Fue por eso que el domingo a la noche busqué en la guía telefónica el número de los Cullen, decidida a hablar con Edward y cancelar la cita. O al menos, ponerlo sobre aviso que tendría que ir solo, y ponernos de acuerdo sobre la excusa que daríamos por mi ausencia.

Marqué el número y esperé mientras el teléfono sonaba al otro lado de la línea. Si había esperado hasta el domingo al anochecer era precisamente porque no quería hacer eso, pero era necesario.

-Buenas noches –me saludó una voz amable.

-Buenas noches, habla Bella Swan –dije, recordando lo que Reneé me había enseñado sobre los modales a la hora de llamar a alguien: quien llama, tiene que presentarse primero-. ¿Hablo con la casa de la familia Cullen?

-Sí, Edward Cullen habla aquí –me contestó la voz amable.

-Eh, sí, hola, Edward –tartamudeé. No había reconocido su voz al teléfono-. Llamo para decirte que... lo lamento, pero no voy a ir al baile.

-¿Por qué no? –quiso saber él. Su voz seguía siendo correcta, con ese toque seductor que me desconcentraba.

-La verdad, bailar es algo que está claramente fuera de mis posibilidades –admití-. Eso, sin mencionar mis ojos rojos, ya que difícilmente podré usar mis lentes; mi tendencia a desear beber la sangre de quien se me ponga a tiro; y mi imposibilidad de respirar cerca de los seres humanos en espacios cerrados, hacen que ir a un baile sea algo imposible para mí. Lo lamento.

Un pequeño silencio siguió a mis palabras.

-Entiendo. De hecho, me parece que estás haciendo un enorme esfuerzo, día a día, por lo atacar a nadie –me dijo con lo que me pareció sincera admiración-, y es verdad, un baile no es un lugar muy seguro. ¿Te gustaría ir conmigo a otro lado? No tiene mucho sentido que te invite a cenar, pero... hay otros lugares a los que podemos ir... oh, espera un momento –dijo de pronto, irritado. Escuché una serie de forcejeos, risas y voces serias antes que la voz de Edward regresara-. ¿Hola? ¿Estás ahí?

-Sí, claro. ¿Qué pasó?

-Nada serio –me dijo con naturalidad-, Emmett estaba haciendo una serie de chistes sobre invitarte a un banco de sangre a cenar. Tuve que ir a decirle que lo decapitaría en cuanto acabe de hablar por teléfono.

No pude evitarlo, empecé a reír con ganas al imaginarme la escena: Edward persiguiendo por la casa a su hermano con un hacha.

-Sí, ríete, me atormentará durante los próximos cincuenta años con esto –medio se quejó Edward, pero tan teatralmente que sólo pude reír más. Hablar con él por teléfono era tan fácil, tan cómodo...

-Tiene que haber algo turbio en su pasado con lo que puedas avergonzarlo –le sugerí.

-Es cierto, podría empezar enumerando las casas que él y Rosalie destruyeron cada vez que la pasión fue demasiado violenta... no, eso no avergüenza a ese degenerado, sólo lo hace sentir orgulloso –comentó, y pude oír una risa profunda además de la voz de Edward, seguida de un "¡es más de lo que puedo decir de ti!" gritado por Emmett.

-Entonces, ¿quieres salir conmigo a un lugar libre de humanos... -su voz dudó antes de completar la frase- ...como si fuese una cita?

De no ser porque mi corazón ya no latía, se hubiese desbocado en ese instante.

El jardín de senderos que se bifurcanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora