—¿InuYasha? —le nombró su amigo Miroku apenas lo vio cruzar el umbral de su hogar—. Creí que irías por la señora Kagome.
—Me ha pedido que pase a buscarla más tarde —mintió apartando su mirada de la de su mejor amigo apenado por su actuar hace unos minutos con su esposa.
Sango, sentada a un lado del fuego de su hoguera donde un caldero con estofado de verduras hervía listo para servirse, le dedicó una mirada que dejaba entre ver que su mentira era muy evidente, InuYasha también desvió su vista de ella. Shippo, acurrucado en una esquina de la cabaña cuidando a las gemelas que dormían la siesta, no pudo evitar notar aquel cambio de aires en el ambiente.
—No la habrás hecho enojar, ¿verdad InuYasha? —inquirió el pequeño zorro inflando sus mejillas a modo de reproche.
—Claro que no, enano —se defendió InuYasha con tosquedad, tragando pesadamente saliva, definitivamente se disculparía con Kagome más tarde.
—No sé por qué no te creo —comentó la exterminadora con desdén ganándose una mirada llena de furia por parte del semi demonio que a la que ella le restó importancia al mismo tiempo que recibía en sus brazos al menor de sus hijos que le suplicaba atención. El zorro mágico sólo asintió cruzándose de brazos, volviendo a recostar su cabeza en el mismo futón donde dormían las gemelas.
InuYasha arrugó la nariz queriendo lucir lo más ofendido que pudiese pero sus palabras se atascaron en su garganta cuando escuchó unos pasos apresurados que rápidamente lo pusieron en alerta, se percató de la esencia de la anciana Kaede, mucho antes que la mujer llegara a la cabaña del monje y su esposa.
—¡Excelencia! —exclamó la vieja sacerdotisa apenas levantó la cortina de paja seca que cubría el umbral de la pequeña cabaña. El monje se puso de pie velozmente, Sango se alteró aprisionando con más sobreprotección a su hijo entre los brazos dirigiendo su mirada hacia sus hijas aún dormidas, quizá calculando cuánto tiempo le tomaría llegar hasta ellas, InuYasha permaneció alerta en su lugar.
—¿Qué sucede señora Kaede? —preguntó Miroku apenas se puso de pie.
—Venga conmigo, le explicaré en el camino —contestó la anciana mujer sin dar más aclaraciones, se dio la media vuelta y regresó por donde había venido.
InuYasha y Miroku se vieron el uno al otro, confundidos, pero el monje de inmediato salió del ensimismamiento y miró a su mujer.
—Quédate con los niños —le pidió con autoridad, esperó a que su esposa asintiera en señal de estar de acuerdo y después re-dirigió sus ojos a InuYasha—. Vamos.
InuYasha estuvo de acuerdo sin rechistar y salieron rápidamente del hogar del Monje. No fue difícil para ellos alcanzar a la anciana que seguía caminando lo más rápido que sus pies y su edad le permitían.
—Podría decirnos que necesita de mí con tanta urgencia, anciana Kaede? —preguntó Miroku apenas pudo ponerse a un lado de la sacerdotisa, igualando su paso.
—Uno de los aldeanos...el viejo Ebisu —comenzó la sacerdotisa tratando de acomodar sus palabras sin detener su paso—. Está muy grave y quizá...quizá no pase la noche.
—¿Y por eso nos alteraste a todos, vieja bruja? —refunfuñó InuYasha mostrándose frustrado pues pensaba que se trataba de algo más peligroso. El desdén fue tal que provocó que la anciana detuviera abruptamente su andar y encarara al Hanyou, este se mostró extrañado por aquella reacción, tragó saliva aterrado ante la mirada que le dedicó la vieja Kaede.
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Listón [InuKag] [+18]
Fanfiction"Naciste para conocerme y yo nací para ti" No estamos equivocados...es este nuestro destino, ¿Cómo un trozo de tela puede causarte tantos inconvenientes? No me importa, pero no permitiré que sientas lástima por ti misma. -Situado después del final d...