VIII

7.5K 415 194
                                    


ADVERTENCIA: LEMON.


Después de que InuYasha se marchó había dormido un par de horas más antes de decidirse por fin a levantarse, talló sus ojos con las mangas de su ropa y observó como el sol de la tarde comenzaba a colorear el paisaje de su ventana de un amarillo intenso a un tenue naranja. Sentada sobre las sábanas comenzó a sentir su piel con más temperatura de la normal colocó su mano derecha sobre su frente, dubitativa, en una última instancia para corroborar si su teoría era cierta llevó su mano izquierda hacia el nacimiento de sus pechos. Efectivamente, estaban más hinchados de lo común.

—Idiota, por eso has estado tan insoportable... —se dijo a sí misma de manera burlona y sarcástica, exhaló un pesado suspiro optando por ponerse finalmente de pie.

Apenas regresó a la aldea se reunió con el monje Miroku y comenzó a ayudar en lo que estuviese en sus manos, sobre todo en reconstruir las cabañas afectadas por el ataque de aquella araña, Sango había regresado con sus hijos por lo que a los heridos los atendía la vieja Kaede ayudada por Rin pues les había prohibido ir a buscar a Kagome.

La mayoría del tiempo se dedicó a trabajar en silencio, y agradeció que Miroku respetara eso, pero el día casi estaba por terminar así como el trabajo por hacer.

—InuYasha —le nombró Miroku con cautela acercándose a él—. Dime, ¿cómo está la señora Kagome?

InuYasha mordió labio inferior, realmente creyó que pasaría el resto del día sin tener que responder aquello. Intentó parecer lo más tranquilo del planeta colocando un pilar de madera en la estructura de una de las cabañas afectadas para evitar que se fuera abajo.

—Más tranquila, incluso pude preguntarle si quería ir con ustedes por la noche —respondió InuYasha serenamente tratando de restarle gravedad a todo lo que había pasado por la tarde.

—¿Y qué ha contestado? —Miroku no dejaba su insistencia—. Sabes que son bienvenidos en nuestra casa todo el tiempo.

—Lo sé, Miroku, dijo que tal vez mañana —dijo InuYasha, incómodo, sabía perfectamente qué era lo que realmente quería saber el monje—. Aún se siente un poco mal por todo lo que sucedió hoy.

—Claro, le diré a Sango —concluyó el monje por lo que InuYasha pudo relajar un poco los hombros pero no le duró mucho el gusto pues MIroku fue mucho más directo—: Dime, ¿hablarás con ella sobre lo que sucedió este día?

InuYasha sintió el alma írsele a los pies, se alejó de la cabaña que había estado ayudando a reconstruir y suspiró con cansancio—. Ya está mucho más tranquila ahora, monje, no quiero alterarla de nuevo.

—Tendrás que hacerlo tarde o temprano —dijo Miroku con naturalidad, encogiéndose de hombros—. Más adelante podría convertirse en un sentimiento reprimido y eso, mi amigo, no es bueno.

—Lo sé —contestó  con tono derrotista, el monje colocó amistosamente su mano sobre el hombro de InuYasha buscando darle ánimos.

—¿Hablarás con ella entonces? —preguntó curioso, InuYasha le desvió la mirada con desgana, seguramente la mujer del monje tenía que ver con toda esa insistencia de su parte.

—Me gustaría dejar pasar unos días —respondió InuYasha después de un considerable periodo de silencio y con una voz apenas entendible para Miroku.

—¿Unos días? —Miroku sonaba extrañado, no pudiendo comprender a su amigo—. ¿Y eso por qué?, ¿no piensas ir hoy a tu casa?

InuYasha le dedicó una mirada molesta al mismo tiempo que incómoda. No era eso, carajo, claro que iría a su casa eso no tenía por qué estar en duda—. Lo que pasa, monje, es que Kagome está más sensible de lo normal y es porque —se aclaró su garganta y tuvo que desviar la mirada para que su amigo no viera que se había sonrojado por comentar algo tan personal—. Es porque está en celo.

Listón [InuKag] [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora