IX. FINAL.

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ADVERTENCIA: Lemon leve.

La noche era de un espeso color azul oscuro adornado por incontables estrellas y una enorme luna llena, la más bonita de las lunas según recordó alguna vez mencionó su padre, recordarlo le hizo soltar un pesado suspiro desde lo más profundo de su pecho. Permanecía sentada en el pórtico de su hogar abrazando sus rodillas sin apartar su vista del cielo, acomodó un mechón de su cabello castaño claro cuando la brisa nocturna comenzó a soplar.

—Logré que las gemelas se durmieran —Escuchó la voz de su esposo a sus espaldas, sonaba satisfecho por su logro pero bastante agotado—, no dejaban de hacer preguntas sobre lo que sucedió hoy en la tarde.

Ella se encogió de hombros sin apartar su vista del cielo y contestó con naturalidad—: bueno, es normal, tuvieron mucho miedo.

El monje también se encogió de hombros aceptando la respuesta de su esposa, aunque no podía evitar darse cuenta que la cabeza de su mujer estaba en otro lugar diferente, se colocó a su lado y se sentó en silencio lo más cerca que pudo de ella.

—Dime Sango, ¿en qué piensas? —preguntó curioso intentando encontrarse con la mirada de su esposa pero esta no apartó sus ojos de la luna.

—Sigo un poco preocupada —soltó después de un corto tiempo reafirmando el abrazo que mantenía en sus rodillas.

—¿Por InuYasha y la señora Kagome? —complementó Miroku no teniendo que esforzarse mucho para adivinar.

—Tú mismo viste a Kagome en los brazos de InuYasha —contestó Sango dignándose por fin a ver a su esposo, soltando sus rodillas—. ¡Parecía una chiquilla asustada!

—Lo sé, pero InuYasha me aseguró que ya estaba más tranquila —Miroku permanecía sereno al responder—, así que ya no te inquietes más, por favor.

—Sí, ya lo sé, cuando regresaste por la tarde me contaste todo eso —replicó Sango un poco encaprichada negándose a dejar el asunto—. También me intranquiliza saber que Kagome no está bien por lo que sucedió con el viejo Ebisu, sé que eso ocasionó un pleito entre ellos dos, Kagome me lo dijo.

—Es un pleito que les corresponde sólo a ellos dos arreglar, mujer —insistió Miroku—. Por eso son compañeros.

—Pero InuYasha es un idiota —reprochó Sango.

—Muy cierto —aceptó Miroku—, pero también es cierto que quiere muchísimo a la señora Kagome, además logré convencerlo para que hablara con ella sobre ese tema.

Sango hizo una mueca de inconformidad en sus labios haciendo que Miroku se riera, se acercó divertido a su esposa colocando sus manos sobre sus hombros para hacerla mirarle a los ojos.

—Ya no pienses más en eso, ¿de acuerdo? —la convenció con ternura, ella desdibujó la mueca en sus labios reemplazándola por una sonrisa al mismo tiempo que asentía con un movimiento de cabeza. Su esposo volvió a sonreír y la estrechó en sus brazos.

—No me gusta verte preocupada —la consoló abrazándola cariñosamente.

—Ya no lo estaré, lo prometo —contestó con una sonrisa dibujada en su rostro.

Sin borrar la sonrisa de su rostro se acercó a los labios de su mujer besándola dulcemente siendo correspondido gozosamente por ella, se fundieron despacio en el beso que compartían cuando en medio de la noche se escuchó el llanto de un pequeño niño en el interior de la cabaña que el monje compartía con su esposa.

Sango separó sus labios de los de Miroku dibujando una radiante sonrisa demostrando lo divertida que lo parecía aquella situación—. Yo voy —se ofreció poniéndose quietamente de pie, entrando a su vivienda entonando una alegre canción.

Listón [InuKag] [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora