IV

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Movía su boca como pez fuera del agua suplicando por oxígeno, su mente había quedado completamente en blanco mientras lo veía alejarse entre la espesura del bosque a una velocidad que ella jamás sería capaz de igualar; quería gritarle, llamarlo por su nombre pero de su boca no nacían más que gimoteos roncos de una garganta seca. Sintió sus piernas temblar haciendo que perdiera el equilibrio y cayera sobre sus muslos en el suelo fresco.

—InuYasha —se escuchó como si le faltara el aire buscándolo con la mirada entre los árboles sin poder distinguirlo, intentó volver a nombrarlo al mismo tiempo que pesadas y frías lágrimas comenzaron a bañar sus mejillas.

Grandísima idiota, se repetía una y otra vez en su cabeza, lo único que InuYasha había intentado era hacerla sentir mejor pero ella se había comportado como una chiquilla malcriada y celosa. Y eso no había sido lo peor, también lo había abofeteado sin ninguna razón.

Bajó su mirada clavándola en el suelo sin parar de llorar, pero es que había sentido miedo de InuYasha, había sentido terror de lo que sea que pensaba contestarle su esposo con respecto a la mortífera pregunta que le había lanzado.

«¡Aún la amas!, ¿verdad?... ¡¿Acaso piensas en ella cuando te acuestas conmigo?! »

Utilizando las mangas de su ropa se limpió las lágrimas de su rostro y levantó la vista, lo único que escuchaba entre los árboles del bosque eran las aves y otras pequeñas criaturas que lo habitaban, dio un largo suspiro para después ponerse de pie lentamente sin apartar su mirada del camino por el que había echado a correr su compañero.

De alguna manera estaba convencida, a InuYasha no le había dolido el golpe en la mejilla pero aquel golpe en el orgullo lo había dejado noqueado. Tuvo el presentimiento que no lo volvería a ver en lo que restaba del día y no tendría oportunidad de disculparse con él hasta la noche y eso sí tenía suerte, pensó, pues también era una posibilidad que InuYasha no fuera a dormir a la cabaña que compartían ambos si su enojo no se lo permitía. Ya habían peleado antes como para no estar preparada para ello.

—Pero... —susurró exclusivamente para ella—, no habíamos tenido una pelea tan fuerte.

Permaneció estática unos segundos más mirando hacia los árboles donde había desaparecido InuYasha, las hojas se movían al ritmo del viento, pero ya no sentía cerca su presencia. Suspiró pesadamente y se caminó a paso lento hacia la aldea.

«no puedo ser tan fuerte como ella...»

« Kagome tonta, ya eres mucho más fuerte de lo que tú misma eras» pensó sin poder dejar de sentirse enojado al mismo tiempo que tomó impulso en sus piernas y dio un salto a la rama más alta de un árbol en medio del denso bosque. Ahí se sentó con sus piernas cruzadas y respaldó su cuerpo sobre el grueso tronco de madera.

¿Pero qué mierda acababa de pasar? llevó su mano hasta la mejilla que su mujer había golpeado limpiando con la manga de su ropa el barro seco que le había quedado, para ser sincero no le había dolido ni un poco, aun así había sentido su sangre entera hervir como en un caldero al fuego vivo.

Maldita sea, pensó, si la terca de su esposa lo hubiese mandado a besar el suelo de un "osuwari" seguramente no estaría tan ofendido.

Pero esta vez había sido diferente.

«¿La vez en mi?... Te recuerdo a ella ¿no es así? Te duele recordarla, es por eso que no quieres verme tan parecida a ella»

¿Cuál sería la estúpida necesidad? Kikyo formaba parte de su pasado, es cierto, la primera mujer que amó pero Kagome formaba parte de su presente y su futuro. ¿Que si le dolía recordarla? Kikyo ya estaba en paz y en cierta forma él también, ya no había pendientes con ella. Sólo quería estar con Kagome, con nadie más. Pero hace unos instantes no había sido capaz de responderle eso a su encelada mujer, no encontraba las palabras correctas y antes de que pudiera siquiera formularlas bien...

Listón [InuKag] [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora