Capítulo 68: El Hueso

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Las ramas de los árboles golpean mi rostro mientras me muevo rápidamente para evitar que el muto que me persigue logre alcanzarme. Con cada paso que doy, escucho sus salvajes rugidos más cerca y sus pies chocando de manera muy brusca contra la tierra, quebrando las ramas y las hojas secas. El monstruo corre en dos patas, dando pasos muy largos, y parece que pierde el equilibrio de vez en cuando porque cae, pero logra incorporarse al instante con ayuda de sus manos (las cuales tienen dedos asquerosamente largos). Pero caer no le impide acercarse, ya que cada vez que lo hace toma más velocidad al levantarse.

Sin darme cuenta, caigo en lo que parece ser un valle. Siento como mi cuerpo da fuertes golpes contra la tierra. Cuando termino de caer, intento levantarme para continuar corriendo, pero me es imposible por el dolor que siento. Mis brazos recibieron una buena parte de los golpes. Sin embargo, mis piernas son las que cobraron la peor parte, ya que una de ellas terminó con algo clavado, y el tobillo de mi pie izquierdo se rompió, lo cual me impide levantarme.

Volteo, y veo como el muto cae también, girando y golpeándose bastante fuerte. Sin embargo, esto no logra detenerlo. Ni bien termina de caer, se reincorpora con una velocidad impresionante, y se acerca a mí de la misma manera. Cuando me alcanza, noto sus ojos grises. Ese color gris como los de las nubes.

― Katniss... ―digo, y antes de que me ataque, escucho claramente sus palabras, sin importar que la voz no sea la suya.

― ¡Me abandonaste! ¡Me dejaste atrás!

El muto levanta su brazo, y luego lo dirige directo a mi rostro. Está a punto de tocarme, cuando despierto. Estoy sudando, tengo incluso la camiseta mojada de en la zona de debajo del cuello. Me encuentro tan asustado, que me es imposible no tocarme el rostro para confirmar que estoy bien, que sólo se trató de un mal sueño.

Miro el reloj, y veo que son las siete y media. Muy pronto vamos a ir a desayunar, por lo cual decido quedarme despierto hasta que sea la hora. Mientras tanto, aprovecho para ducharme y pensar un poco.

Camino hacia el baño, dejo salir el agua, y me meto en la ducha. Mientras el agua choca contra mi cuerpo, pienso en lo que Snow le hizo a Katniss. A pesar del estado en el que me encuentro y de que casi muero hace unas horas a manos de la persona que amo, no me tardo mucho en llegar a una conclusión medianamente coherente.

― La mató...

Es cierto que físicamente está viva, pero mentalmente está muerta. La Katniss que yo conocí ya no existe. Esa chica que aparentemente me amaba y a la que salvé bajo la lluvia ya no está. Desapareció, y probablemente nunca vuelva a verla. Al pensar en esto, solo un pensamiento recorre mi mente: tengo que matar a Snow. El mató a mis padres, a mis hermanos, y ahora me arrebató a Katniss. Ya no me queda nadie que me importe.

Me quedo unos minutos más bajo el agua, meditando sobre todo, y finalmente salgo para cambiarme. Tomo la ropa interior, el atuendo normal del Distrito y me visto. Luego de eso me peino un poco, no sin antes secarme el cabello. Cuando termino, salgo de mi compartimiento, y me encuentro a Yassir esperándome afuera.

― Buen días... ―dice, y me sonríe un poco.

― He tenido mejores y ni siquiera ha empezado.

― ¿Qué ocurre?

― Nada, no tienes que preocuparte...

― Sí, tengo que preocuparme ―me contesta, y camina hacia mi posición―. ¿Acaso no confías en mí?

Yassir tiene razón. Confío en él, y sé que hará todo lo posible para cambiar mi estado, pero no quiero que esté todo el tiempo intentando animarme o haciéndome sentir mejor. Quiero que piense en sus cosas.

Los Juegos del Hambre: El Vasallaje MasculinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora