Navidad azul

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Severus ya había bebido seis tazas de café, tres con leche y azúcar y tres negros, porque quería guardar la leche que quedaba para el bebé, para cuando dieron las ocho de la mañana de Navidad. En otros hogares los niños recién estaban despertando y saliendo de sus camas para ver que les habían dejado debajo del árbol o en sus calcetas, colgadas con cuidado sobre la chimenea o en sillas para aquellos que no tenían. Los niños estarían saltando sobre las camas de sus padres para despertarlos para que se les unieran en las celebraciones y preparar el desayuno. Severus recordaba hacer esas cosas cuando era niño, aunque su familia había luchado para que alcanzara el dinero, él aun así había disfrutado este día del año.

Pero este año, la mañana de Navidad, que se había convertido simplemente en un día en que podía dormir hasta más tarde porque no tenía que trabajar, se había transformado en una pesadilla. Harry estaba de mal humor e irritable y lloraba casi sin parar, estaba afiebrado, tosiendo, y todo lo que Severus trataba de darle de comer se iba directo afuera. Al pobre niño ya le había cambiado cinco pañales en tres horas, y Severus temía que hubiera causado el malestar en el aparato digestivo por darle a Harry pociones que eran demasiados fuertes para su organismo.

Él había tratado de darle al niño un biberón con te de manzanilla y extracto de diente de león endulzado con azúcar, y Harry parecía dispuesto a tomarlo. Severus sabía que si Harry no seguía bebiendo líquidos se deshidrataría, pero no tenia forma de asegurarse que estuviera bebiendo lo suficiente.

En ese momento, Harry estaba dormitando con la mitad de su cuerpo encima de él y la otra mitad en el sillón, mientras Severus miraba las llamas que oscilaban y bebía su sexta taza de café. Él estaba funcionando gracias a la cafeína, él había ido mas allá del agotamiento y se encontraba en un reino gris brumoso, y oraba por que Harry terminara el te de manzanilla y durmiera un rato.

No hay descanso para los malvados, Severus. O para los nuevos Maestros de Pociones con un niño enfermo, se recordó a si mismo cuando Harry comenzó a gemir. Severus vio que el niño había dejado de beber del biberón y volvió a pasárselo.

Harry lo hizo a un lado.

"Bebe, por favor."

El niño dio vuelta la cara.

"Te hará sentir mejor."

Pero Harry rehúso nuevamente.

Suspirando, Severus dejo el biberón a un lado. El toco la frente de Harry e hizo una mueca. "Estas ardiendo. Y no me atrevo a darte un Reducidor de Fiebre para adultos. Tengo que preparar mas pociones pero estoy tan cansado que apenas puedo mantener los ojos abiertos, menos fijarme en las medidas justas."

Él había aprendido de la manera difícil a nunca preparar pociones cuando estuviera cansado, porque el mas mínimo error podía resultar en una poción explotando.

Harry se acurruco al lado de Severus como un pequeño cachorrito. Él se sentía terrible, pero por primera vez podía recurrir a una persona Alta para ser consolado. El babeo y estornudo en todo el sofá, y sintió que le limpiaban la cara y le ponían una toalla bajo su mejilla

Luego una mano estaba sobando su espalda y suspiro. Esta era la primera vez que podía recordar a una persona Alta haciendo esto y se sentía muy bien. El se acurruco aun más con el joven mago, y cerro sus ojos.

Severus miro con cautela al pequeño y vio que finalmente se había quedado dormido. El suspiro sinceramente aliviado y término el último poco de café que le quedaba y envió la taza al lavaplatos con un movimiento de su mano. Merlín, estoy tan cansado. Solo necesito dormir un par de horas y después puedo ponerme a preparar las pociones que necesita. Quédate dormido, Potter. Por el bien de mi salud mental.

Dejado en un pesebreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora