Bajo las escaleras mientras bostezo. Entre acostarme tan tarde y levantarme temprano no he dormido ni la mitad de lo que necesito para descansar. Supongo que podría descansar un poco antes de ir a trabajar, una vez Neal y Sarah se hayan ido. Si, en definitiva eso haré.
Cuando giro hacia la cocina me detengo en seco. Derek está sentado en la encimera de la cocina. No pensé que se levantaría tan temprano.
—¿No es un poco temprano para estar despierto? —pregunto rodeándolo.
Sus ojos me observan, de pies a cabeza, alzando mucho las cejas. Sigo llevando el diminuto camisón de la noche anterior y éste apenas me cubre el culo, aparte de tener bastante escote.
—¿Terminaron la fiesta después de mi interrupción? —pregunta fríamente.
No le respondo. No es su asunto y no, tanto Neal y yo estábamos agotados por el día.
—Y estoy despierto porque me apetece ¿Cuál es tu excusa?
—Alguien tiene que hacer el desayuno —respondo tomando unos huevos—. Aunque si te ofreces estaría más que feliz de subir y dormir un par de minutos más
—Oh no, estoy más que ansioso por probar tu comida. A duras penas la probé cuando eras mi novia
Ahí está, un comentario incomodo, él simplemente nunca puede evitar hacerlos. Por más que diga que ya había superado lo sucedido, está claro que no.
Unos meses después de que todo el secreto con Neal saliese a la luz, específicamente el día del nacimiento de Sarah, Derek estuvo en el hospital. Quería conocer a su hermanita menor y aseguraba habernos perdonado, a Neal y a mí. Después de eso nos visita muy esporádicamente, en los cumpleaños de Sarah o una que otra vacación. Se había graduado de Bioestadística aquí en Atlanta pero se mudó a Augusta después de eso, quizás porque en el fondo no nos perdona del todo y quería un poco de espacio entre si y las dos personas que le habían traicionado.
La clase de comentarios, como el que acaba de hacer, me lo confirma.
—No hay nada de espectacular en unos huevos revueltos —digo vertiendo unos cuantos huevos en un tazón para comenzar a batirlos—, la verdad es que tu padre hace los platos elaborados, yo aún no consigo hacer una cena decente
Él ríe.
—No lo habría imaginado
Encojo un hombro, riendo también y me doy vuelta para encararlo.
Se parece tanto a Neal. Esos ojos, esos rasgos, ese cabello y por supuesto su pervertido sentido del humor. Tanto él como Lara se parecen mucho a él, aunque Lara tiene más rasgos físicos de Camila, no se puede negar jamás que es una Black.
—¿Cómo ha estado tu vida? —pregunto al fin.
Él rasca su cuello.
—Normal, supongo. Como la de un chico de veinticinco años es
—Tengo veinticuatro y estoy segura de que tu normalidad no es como la mía
Él silba.
—Nuestras realidades son muy distintas Natalie, lo sabes
Le sonrío.
—Amo mi realidad —digo sinceramente.
Él sacude la cabeza un momento sin poder creerlo.
—Saliste embarazada a los dieciocho
—Lo sé —digo seriamente—, y no creas que saberlo no fue como un balde de agua fría. Fue horrible, sinceramente pensé que mi vida había acabado —me giro para verter en la sartén que antes había precalentado los huevos—. Pero no fue así. Ahora tengo una hermosa familia, un trabajo que me encanta, una hija adorable y un esposo perfecto —lo veo sobre mi hombro—. Lo creas o no, amo mi vida
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Disfrutar de lo prohibido
RomanceHan pasado cinco años desde que relación prohibida de Natalie y Neal salió a la luz. Luego de superar innumerables críticas y que personas importantes para ellos se alejasen, ambos disfrutan de estar junto a su pequeña hija Sarah, a la cual aman sin...