Capitulo 4.

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—Buenas tardes —replico entrando con Sarah de la mano a la academia de ballet.

Un coro de voces de algunas instructoras me devuelve el saludo antes de comenzar a saludar emotivamente a Sarah quien les sonríe de inmediato. Jesse, una de las instructoras de niñas de siete a nueve años se acerca a mí para tomar a Sarah entre brazos. Actualmente es como la única amiga que tengo, ya que Chloe se la pasa viajando de un lado a otro, como escritora un solo lugar no le da la imaginación que necesita, según ella. Siempre estamos en contacto pero no es igual que tenerla aquí conmigo cada día.

—No sé si son ideas mía, pero esta niña cada día está más bella —asegura Jesse apretando la nariz de Sarah.

—Gracias, lo estoy —responde Sarah entre risas.

Jesse me mira con la boca muy abierta ante la sorpresa y yo solo puedo encogerme de hombros.

—Pasa demasiado tiempo con su padre —explico.

—Ya lo creo

Ella deja a Sarah en el piso quien me da sus cosas y sale corriendo a encontrarse con algunas de sus pequeñas amiguitas que ya han llegado. Camino junto a Jesse hacia los casilleros para guardar mis cosas y las de Sarah y para cambiar mis zapatos por mis zapatillas.

—¿Cómo estuvo tu fin de semana? —pregunta Jesse.

—Como siempre. Adelantando queseares del hogar, aprendiendo nuevas recetas de cocina con Neal, riendo con las ocurrencias de Sarah —respondo mientras me cambio.

—Teniendo mucho sexo con tu esposo —continúa ella.

Río.

—Si, aunque no tanto como el que te imaginas

—Con un esposo así cariño, nunca saldría de la cama —suspira ella.

Antes esa clase de comentarios me hacía enojar, aun lo hace en realidad, pero con Jesse es muy distinto, ella es como Lara en realidad: no tiene suficiente con un solo hombre. A sus treinta años se ha divorciado dos veces y todo porque no pudo ser fiel.

—¿Qué tal estuvo el tuyo? —pregunto de vuelta.

—Como siempre. Discos, bares, un hombrr bueno al que follarse, tríos que hacer —ella encoge un hombro—. Nada fuera de lo normal

—No sé como vives esa vida —comento con sinceridad.

—Sin hombre ni hijos que me detengan, soy libre de hacer lo que se me antoje

Sacudo la cabeza.

Dudo mucho que de haber sido distinto el desenlace de mi relación con Meal y Sarah no existiese, mi vida sería tan liberal. No me iba mucho lo de andar en discos o en bares, mucho menos follarme a un hombre distinto cada fin de semana, ¡o a dos hombres según ella!

Definitivamente no es una vida que puede ser muy plena, pero como siempre, me guardo los comentarios para mí.

—Si tú lo dices —digo no muy convencida.

—Se le llama vivir la vida Natalie. Un día de estos deberías ir conmigo

—Mmm no, no lo creo —digo seriamente.

Jesse se carcajea un momento antes de que su risa pare de golpe.

—Mmm, pero que delicioso eso que está entrando —dice mirando hacia la entrada.

En la puerta está un hombre con cabello castaño, de ojos miel. Probablemente con unos treinta años o quizás más de edad, tomado de la mano de una pequeña niña de ojos verdes, con su cabello del mismo color que él recogido en un perfecto moño. Probablemente sea su hija y parece entusiasmada de ver a Sarah y sus amiguitas, aunque el hombre está claramente desorientado sin saber a dónde ir.

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