Capitulo 11.

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—¿Tienes hambre? —pregunta Neal.

Abro mis ojos para mover mi cabeza y verlo a los ojos.

—No demasiada —le sonrío—, pero sospecho que tú si

Neal ríe.

—Solo un poco

Me muevo, sintiendo una deliciosa tensión en mis músculos. Probablemente amanezcan doliendo un poco mañana luego de nuestro pequeño maratón sexual, especialmente ése lugar entre mis piernas.

—No creo que pueda levantarme de esta cama —le advierto.

Neal vuelve a reír.

—Quédate aquí mientras pido una pizza —me dice.

Asiento y me muevo para no estar sobre su pecho. Neal se levanta, toma un pantalón de pijama del armario y tras guiñarme un ojo, sale de la habitación. Me giro para estar sobre mi estomago y vuelvo a cerrar los ojos, sonriendo.

De nuevo siento que Neal y yo somos uno solo, que toda la tensión y estrés que inundó nuestras vidas en estas últimas semanas desapareció en las últimas dos horas. Aunque debíamos hablar de ello en una situación donde mis lágrimas no nos distraigan, como tampoco el sexo, pero éste último había obrado para que cuando tengamos ésa conversación, la situación sea más difícil de llevar. Porque probablemente, de no haber hecho nada, toda ésta tensión sexual contenida nos habría explotado en la cara.

—¿Estás segura que no tienes hambre?

La voz de Neal me hace abrir los ojos, pero no es necesario que lo mire para saber que está acercándose a la cama. Gatea sobre ésta, se posiciona sobre mí y besa mi espalda, justo entre mis omóplatos.

—Hemos estado teniendo sexo sin descanso por un largo rato —continúa—, y sé que no comiste nada antes de que yo llegase

—Mmm —no respondo coherentemente.

Es difícil de hacer cuando continua rosando la delicada piel de mi espalda con sus labios.

—Pedí tu pizza favorita —susurra en mi oído.

Río.

—Realmente quieres que coma algo ¿no?

—No puedes culparme —responde él—. Te dije que recuperaríamos el tiempo perdido, eso equivale a un montón de sexo y necesitas tener energía para ella

Chillo cuando tira de mis caderas para moverme y dejarme sobre mi espalda. Sus labios se presionan contra los míos antes de que tenga oportunidad de decir algo.

—¿Ya te he dicho que no puedo mantener mis manos alejadas de ti? —pregunta descendiendo a besar mi cuello.

Dejo caer mi cabeza hacia atrás dándole un mejor acceso al tiempo que deslizo mis dedos por su espalda desnuda.

—¿O mis labios?

—No es necesario que lo digas cuando me lo estás demostrando, cariño —musito suavemente—. Eso es mejor que nada

—Mmm —los labios de Neal succionan suavemente, haciéndome temblar levemente—. Es una suerte que seas mi mujer, puedo dejarte marcas si se me antoja

Sonrío.

—Creo que no hay marca más evidente que mi anillo de casada

—Prefiero una marca donde quede claro que disfrutas de una buena vida sexual —él lame mi cuello al terminar sus palabras.

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