Capítulo 9

13 3 0
                                    

- Son muy buenos...- dije después de leerlos.

- No lo creo, pero gracias - los volvió a guardar.

Realmente eran buenos, sentidos; no como esas pelis tan romanticonas que me hacía ver Bea y con las que ambas acabábamos llorando mientras engullíamos palomitas, ni como un "Buenos días, princesa" por WhatsApp del chico por el que llevas colada un año; no, eran realmente buenos.

Seguimos hablando de temas sin importancia un rato más y después me quedé dormida plácidamente.

Me desperté sobresaltada, alguien golpeaba la puerta. Miré mi reloj de Michael Kors, me lo regalaron por mi cumpleaños, eran las seis y media de la mañana.

- ¡¿Qué pasa aquí?! - chillé sobresaltada.

- Shhh... - Fran me tapó la boca con la mano y se puso el dedo sobre los labios para hacerme entender que no hablara.

Cuando vio que me calmaba retiró la mano y se acercó a mí para que pudiera oírle.

- Es el sargento, nos despierta así cada día, no chilles o sospechará - asentí despacito y haciendo pucheros; yo quería dormir, no molestar a nadie, jo.

- ¡Venga, gandules; en cinco minutos en el comedor! - se oía chillar por todo el pasillo. Por suerte, la voz se alejaba poco a poco.

Fran ya estaba vestido y yo seguía en la cama.

- Si tú te vas, ¿yo qué hago?

- Pedro vendrá a verte cuando acabe el horario de desayuno, yo me voy a clase. No debes moverte, ni hacer ruido si no quieres que te descubran.

Murmuró un suave "Hasta luego" y cerró la puerta tras de sí.

Me senté en la cama de brazos cruzados, luego me puse a botar, miré al techo durante un rato, observé el patio por la ventana... Se me acaban las actividades recreativas, bueno si a eso se le pueden llamar recreativas.

La puerta se abrió y un hombre robusto entró en la habitación, lo único que pude hacer fue meterme bajo la cama. Ese debía ser el sargento; llevaba un chándal rojo desgastado y una zapatillas agujereadas. Avanzó unos pasos, echó un vistazo al cuarto y parecía que iba a irse pero....

- Achis... - ¡Nooo! Había estornudado, ¡qué inoportuna! Ahora el sargento venía hacia la cama, me había oído, mierda...

- Don Alberto, ¿qué hace aquí? - era Pedro. Gracias a Dios, a Buda, a Alá y a todos los demás de ahí arriba.

- Revisión de dormitorios, señor Martínez.

- Por supuesto, debo ir a clase, discúlpeme - aparto al hombre y cogió un par de libros como si nada. Esta no era la habitación de Pedro, pero el hombre no se había dado cuenta; gran imbécil.

- Bien - dijo el sargento. Yo todo lo veía muy distorsionado, las mantas no me dejaban ver bien desde debajo de la cama.

Don Alberto agarró el pomo de la puerta pero dio un salto y se colocó al lado de mí, intentando mirar bajo la cama, rodé sobre mi misma y salí por el otro lado de la cama. No me vio, por suerte.

Pedro se tensó un momento, pero el sargento al no ver nada salió por la puerta mientras decía:

- Os estaré vigilando, sé que no tramais nada bueno. Juro que os expulsaré.

Dio un portazo que hizo retumbar toda la habitación. Salí corriendo a abrazar a Pedro, ese hombre me había dado verdadero miedo, el corazón me iba a mil y mi cabeza solo pensaba en las consecuencias de que alguien me pillara allí.

 Dear time diary ( Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora