Capítulo 16

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Él pidió una hamburguesa, que al parecer era una novedad que muy pocos restaurantes tenían en esa época; yo pedí un sandwich con queso, jamón y no sé qué más, ni quiero saberlo; el bar era un cuchitril de mala muerte y todo estaba sucio y asqueroso, todo menos la comida y el chico que tenía delante, claro, he de reconocer que Pedro era tan dulce ( y sí ya sé que no paro de llamarle dulce, pero es que lo es y mucho), considerado y divertido. Hablamos de mil cosas, y el tiempo se pasó volando. Mientras el pagaba yo fui un momento al baño.

Los aseos también eran de lo más cutre y maloliente, ¿es que en 1942 no existían los productos de limpieza? Por lo visto, no. Tuve que hacer pis sin rozar el water en absoluto, me daban arcadas, lo juro. Cuando, por fin, salí algo me sujetó del brazo, digo algo porque no era una persona, era un mastodonte o algo por el estilo.

- ¿A dónde vas, preciosa? - dijo echándome su repugnante aliento en la cara.

- ¿Y a ti que te importa, gilipollas? - yo esas cosas no las aguantaba.

- Vaya, si la gatita tiene garras...

Dijo esto mientras me cerraba el paso y se acercaba a mí aún más. Lo único bueno era que ya no me agarraba el brazo.

- ¡Déjame! - chillé con la esperanza de que alguien me oyera. -¿Qué quieres?

- Solo un besito - aclaró juntando los labios. Suspiré indignada para mis adentros, era una pregunta retórica, el mastodonte era tan tonto como parecía; y eso me dio una idea.

- Vale, - solté intentando poner una sonrisa seductora - cierra los ojos.

- Así me gusta, preciosa - Ingenuo... Cerró los ojos y ¡Zas! Calló al suelo emitiendo un quejido al tiempo que yo escapaba. Le di tal rodillazo en sus partes bajas que dudaba que volviese a meterse con una mujer, pero me equivocaba.

- ¡Vuelve aquí, zorra! - se le oía desde los baños, todo el mundo miraba; exacto, solo miraban ¿nadie de los presentes pensaba hacer nada?

Conseguí llegar hasta Pedro, que al verme se levantó tirando la silla y colocándome detrás suyo. Solo con mirarme supo lo que pasaba. El mastodonte llegó hasta nosotros y aunque con una mano sujetando su zona masculina soltó una risotada mientras decía:

- Hombre, si la puta ha venido con su noviecito - miró a Pedro de arriba abajo. He de recalcar que aquel indeseable era el doble de alto y el doble de ancho que Pedro, la suerte no parecía a nuestro favor. En ese momento pensé que debería haber hecho caso a mi padre y haber ido a karate o alguna chorrada de esas.

- ¡Déjala en paz! - chilló mi amigo, no muy convencido.

- ¿O sino qué, renacuajo enclenque?

- O sino... ¡esto! - Pedro había cerrado el puño con fuerza y lo había dirigido a la cara de aquel mastodonte. El golpe había sido tan fuerte que el hombre había caído al suelo sin sentido y la nariz le sangraba, parecía rota.

Aprovechamos el momento para salir huyendo, por si se levantaba y decidía venir a por nosotros. Corrimos por la ciudad sin rumbo fijo y después de asegurarnos de que no nos perseguía nos paramos y reímos como locos por lo que nos había pasado.

- ¿Has pagado antes de salir? - dije recobrando el aire. En realidad no importaba la pregunta.

- Claro que sí - seguimos riendo y nos apoyamos en una pared a descansar.

En eso me miró y me sonrió, le devolví la sonrisa y sin saber cómo me beso y yo le respondí al beso en un callejón perdido por Madrid en plenos años cuarenta, en medio de un bonito silencio.

 Dear time diary ( Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora