《Capítulo 17》

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Durante la semana siguiente, Donghae se mantuvo ocupado. Tenía el café, que afortunadamente estaba a pleno rendimiento con la actividad del final del verano. También tenía a sus amigos, el surf y otro montón de cosas en su vida, además de su obsesión por hacer brownies comestibles.
Pero estar en el agua sólo le recordaba al chico con el que soñaba todas las noches. Y no lo ayudaba que Sungmin se divirtiera preguntando por él, ni que HyukJae lo llamara todas las tardes para pasarse horas hablando por teléfono.

Para cuando llegó el sábado y se estaba vistiendo para reunirse con él, apenas podía mantenerse en pie. Se iba a acostar con él, aunque no precisamente para dormir. Bien al contrario, se metería en la cama con él para moverse mucho; una clase de ejercicio que le fascinaba.
Y después, terminaría con él y podría seguir con su vida. Así había sido siempre, y así sería aquella vez. Lo besaría con ternura y se iría. Y nunca lo volvería a ver.

Desde luego, sería algo mutuo. Donghae no tenía grandes ilusiones sobre sí mismo. No se consideraba gran cosa; de hecho, sabía que podía ser bastante difícil, que era un solitario natural y que no estaba hecho para las relaciones.

Con todo aquello en la cabeza, salió temprano de su casa para caminar hasta la de HyukJae. Hae había propuesto que se reunieran en un lugar amplio para poder aprender a bailar con libertad y espacio, pero él se había reído y había dicho que quería intimidad.
Intimidad. A Hae le sonaba bien.

No le sorprendió que viviera en la zona más elegante, y cuando llegó a la entrada se quedó mirando la casa de playa más grande que había visto en su vida. No tenía idea de por qué no se le había ocurrido que Lee HyukJae ya tendría su propia casa. Probablemente tenía más dinero del que Donghae podía soñar y más formas de gastarlo de las que podía contar. Con cierta incomodidad, llamó al portero electrónico y esperó.

-Hola -dijo Hyuk, por el altavoz-. Estás muy apetecible.

Donghae miró lo que había tomado por un espejo y se dio cuenta de que era una cámara. Rió, porque, a falta de ropa apropiada para bailar, se había puesto unos shorts oscuros y dos camisetas de tirantes, una encima de la otra, además de una una sudadera para protegerse del frío de las primeras horas de la mañana. No se podía decir que estuviera exactamente elegante.

-¿Necesito una clave para entrar o qué?

-No, sólo una sonrisa.

Oírlo eso lo hizo sonreír.

La puerta se abrió para dejarlo entrar. Donghae caminó hasta la casa, detrás de la cual estaba su adorado océano. Se paró frente a las escaleras y echó un vistazo. La finca, hectáreas y hectáreas de césped y jardines naturales, lo dejó sin habla.
No podía imaginar cómo sería tener tanto terreno, con una playa privada, libre de bañistas y de suciedad. Era el paraíso en la tierra.

-Esto es demasiado para mí -murmuró mientras subía varios escalones, preguntándose si HyukJae tendría criados y cocineros.

Se recordó que había ido porque tenían una conexión sexual. Una atracción que le calentaba la sangre y que le imploraba que pasara a la acción.
Que pasara a la acción con él. Además, había gastado mucho dinero en aquellas clases de baile, y el tacaño que había en él no lo iba a desperdiciar. Pero por mucho que su mente insistiera en que era una mala idea, su cuerpo esperaba que aprender a bailar significara tener las manos de HyukJae encima todo el tiempo.

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HyukJae bajó corriendo para recibirlo.

-Oh, oh -dijo, tomándole la mano-. Tienes una cara...

Sedúceme 《EunhaeYaoi》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora