《Último Capítulo》

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La carretera estaba congestionada. Aunque no era nada fuera de lo común, Donghae estaba tan inquieto que no dejaba de morderse el labio inferior. HyukJae había tratado de hablar con él dos veces, pero se había dado por vencido, porque era incapaz de mantener una conversación, e incluso de pensar, hasta ver qué había quedado del Café.
Tal vez no estuviera tan mal como recordaba. Tal vez se hubiera salvado de milagro.

No. Mientras se acercaban vio el edificio, o lo que quedaba de él. Un esqueleto negro y achicharrado. El estacionamiento estaba echo un lio, y la furgoneta del inspector de incendios estaba estacionada bloqueando el acceso. HyukJae frenó en un semáforo y esperó a que se pusiera en verde para girar y estacionarse en la calle.
Incapaz de seguir sentado, Donghae se bajó del coche. Oyó que HyukJae maldecía y lo llamaba, pero no dejo de caminar. No podía. Había cosas que tenía que hacer solo, y aquélla era una.
Pasó por debajo de la cinta policial y corrió hacia el edificio quemado, pasando por delante del cartel que había pintado años atrás y en el que aún se leía los horarios de atención. Irónicamente, no había sido alcanzado por las llamas.

Respiró profundamente y caminó hacia el que había sido su hogar durante más de tres veranos. Detrás de la estructura carbonizada, el mar se agitaba y golpeaba la playa como siempre. Un par de surfistas madrugadores caminaban por la orilla, como siempre.

Pero aquel día él no abriría las puertas de su café. No podría divertirse creando emparedados extravagantes. No subiría a su piso para echarse a descansar en el sofá.
En aquel momento tomó conciencia de lo que había perdido. La tabla de surf, el cepillo de dientes, sus pijamas favoritos, el álbum de fotos de su familia...
Lo había perdido todo. Se le estremeció el corazón.

Se dijo que aquella pérdida no era nada en comparación con las anteriores. Podía empezar de nuevo, encontrar otro lugar, comprarse otro cepillo de dientes.
Lo que no podía comprar era una nueva vida. Había tenido suerte. Aunque se le partía el corazón, se repitió una y otra vez que tenía suerte de estar vivo a medida que se iba acercando al edificio en ruinas.

Intentó entrar, pero un hombre le cerró el paso. Tenía un uniforme en el que se leía que era inspector de incendios; llevaba una carpeta en la mano y tenía una expresión tan amable que, por algún estúpido motivo, le hizo contener la respiración.

-¿Es usted el propietario, joven? -preguntó.

Cuando Donghae asintió, él suspiró y se presentó:

-Soy Choi Siwon. Inspector de incendios.

-Lee Donghae.

-Lo siento, señor Donghae, pero el edificio ha quedado irrecuperable.

Él tragó saliva y contempló el lugar devastado.

-Seguro que ha quedado algo.

-Posiblemente. Pero no puede entrar hasta que sea seguro pasar.

-Pero...

-Sé lo difícil que es.

-¿Lo sabe? -replicó Donghae, con un repentino enfado-. ¿De verdad lo sabe?

-Sí. Perdí mi casa en los incendios de San Diego. Y todo lo que estaba dentro, incluidos mis dos perros.

Donghae se quedó mirándolo un momento; después cerró los ojos y se dio la vuelta.

-Lo siento -se disculpó, llevándose las manos a la cabeza-. Dios, lo siento tanto... Odio esto.
Donghae oyó pasos y abrió los ojos para ver a HyukJae, que corría hacia él.

Sedúceme 《EunhaeYaoi》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora