12.- Un viaje a las tierras altas.

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Escocia.

—Camus.

Volteó a verlo mientras aceptaba su abrazo, Dégel sabía el temor que experimentaba su hijo a las alturas por lo que lo abrazó paternalmente tal como lo hacía cuando era un pequeño bebé, antes de darlo a Albert. Su hermano cada vez que le mandaba las cartas con las fotos de Camus, le comentaba cada uno de los temores, alegrías, triunfos y caídas del mencionado.

—padre yo...

—lo sé, confía en mi.

Camus apretó los labios evitando no llorar ante su temor, no deseaba que su padre biológico lo viera quebrarse por un temor que él consideraba tonto.

Llevaban más o menos cuatro días en Escocia, en los cuales había conocido desde Cuillin Hills, una serie de cadenas montañosas en las que tuvieron que hacer acopio de fuerzas para no caer pues algunas tienen menos escaladas, el Ben Nevis y ahora se dirigían al Lago Ness.

—¿ Dónde iremos a pasar la noche?—preguntó mirando el paisaje que le parecía mágico.

—en un hermoso y acogedor lugar.

El joven asintió entusiasmado, mientras alejaba los anteriores pensamientos de su mente.

Ambos habían decidido tomarse una especie de vacaciones para acrecentar los nacientes lazos de padre e hijo, en Escocia cuyos paisajes eran mágicos y míticos ideales para despejar la mente y tomarse un descanso.

Dégel lo condujo hacia el famoso Lago Ness, en cuyas cercanías se levantaba el castillo de Urquhart .

Entre sus recuerdos de niñez, Camus tuvo algunos paseos con sus padres adoptivos, su madre era consentidora con él y ella varias veces lo cobijó en sus brazos cuando él tenía miedo de algo. Sin duda alguna ellos lo cuidaron mientras que Dégel siempre estuvo pendiente de él.

—¿ Crees que Nessie salga?—preguntó mirando con interés el lago.

—es sólo un mito Camus.

— es que me llama la atención—dijo sin más.

—lo sé—tomó su mano para conducirlo a explorar las ruinas del castillo.

Camus sintió una inmensas ganas de llorar, no supo por qué, pero quería ser un niño en los brazos de su padre.

—¿ Qué pasa Camus?—interrogó preocupado Dégel.

Un sollozo fue la respuesta.

El mayor sólo atinó a sostener el cuerpo de su adorado hijo que se sacudía mientras lloraba, sus manos apartaron el flequillo que cubría la frente y ojos de Camus hallándose con esos bellos ojos enrojecidos por las lágrimas.

—shhh calma, estoy aquí—limpió el manantial de sus orbes—no te dejaré nunca más. Lo prometo.

—por favor no me dejes.....

Quizá debían regresar al pueblo de Drumnadrochi donde pasarían la noche y al día siguiente asistirían a una pequeña exposición sobre el Lago Ness y su afamado monstruo.

Cuando el más joven se calmó tomaron la ruta que los llevaría al pueblo, algunas turistas se volteaban admiradas a verlos, eran tan guapos que no pasaban desapercibidos, pero ninguno de los dos prestaron atención a las miradas de ellas.

Una señora afable, dueña de una pensión les entregó las llaves de sus alcobas temporales, Dégel había solicitado habitaciones con miras al paisaje o en su defecto hacia los lagos que pasaban por allí.

Al hallarse solo, Camus envió un mensaje de texto a Milo contándole lo que había pasado en las ruinas de aquel castillo.

" Hola amor...."

Engaño y salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora