7.-Familia y amigos.

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Luego de su boda, Camus y Milo iniciaron una pequeña travesía por Europa de la que regresaron a los cuatro meses. Según Camus la inesperada confesión de Dégel en la fiesta de recepción hizo que se extendiera el viaje ya que no se sentía capaz de encararlo ni mirarlo a los ojos.

—¿ Estas listo?—preguntó Milo una vez que se hallaban frente a la puerta de la casa de sus padres.

Por respuesta, Camus asintió temeroso mientras dejaba en el suelo sus maletas. Enfrentar a su padre biológico era complicado.

—por favor, necesito tu mano.

—siempre la tendrás—le dio su diestra la cual apretó fuertemente.

Entraron, lo primero que Camus vió fue a Dégel conversando con Kaileena animadamente al parecer los Tavalas no tenían conocimiento de la paternidad de Dégel para con Camus.

—¡ Hijos mios!—exclamó la mujer con efusividad.

—mamá.

—tía Kaileena.

—ay no me llames tía, corazón, soy tu segunda madre por que suegra se escucha feo.

Todos los presentes rieron ante la ocurrencia de la mujer.

—mi padre, ¿ No vino?

—está en camino—respondió Dégel.

—pensé que estaba aquí—murmuró desviando con indiferencia sus orbes de Dégel quien sintió una punzada de dolor ante el gesto.

Milo, luego de saludar a sus padres y uno que otro primo, aprovechando la distracción general, se llevó a su suegro no oficial a la cocina.

—Camus no lo tomó bien.

Dégel negó, las palabras se trabaron en su garganta.

—sé que trata de ser fuerte, pero ahora noto que quiere desahogarse.

Ojos violetas se enrojecieron.

El largo cabello verdoso corrió como cortina ocultando su rostro que a pesar de sus años, presentaba esa lozanía que no todos a los cuarenta años o más tenía el privilegio de gozar, Milo no tenía conocimiento de las circunstancias en que se dio la adopción de Camus por parte de su tío Albert.

—no voy a juzgarlo.

—no es eso, Milo...—apartó sus mechones que ocultaban su rostro—no me interesa el qué dirán, sólo quiero a mi hijo.

—no estoy de acuerdo en que esto siga guardado—bajó la voz para no ser oído.

Sonaba tan fácil.

Pero era difícil decírselo a los demás.

—necesito un trago de agua helada—se dirigió a la refrigeradora.

El líquido helado pasó por su garganta quitando la sequedad de la misma, Milo sabía que eran nervios que se manifestaban de esa forma.

—Dégel...

Plantó una mano en sus hombros.

— llenaste el vaso hasta el límite—le quitó la jarra—esto no está funcionando

—es lo mejor que puedo hacer, no me siento capaz de enfrentarlo ahora.

Tenia que idear un plan para juntar a esos dos.

Pero... ¿ cual sería....?

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Engaño y salvación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora