Caminaba sobre el suelo lleno de ramas y hojas caídas resultado del otoño que estaba comenzando, pertenecientes de ese tan conocido bosque, esperando con ansias la respuesta a la investigación que había iniciado hacía ya una gran cantidad de años que con solo pensarlos perdía la cuenta.
A simple vista parecía un hombre común y corriente si no fuese por la vestimenta de épocas pasadas que llevaba puesta. Una capa que a pesar de todos los años en los que había sido usada conservaba su frío color negro, un traje tan impecable que las manchas no hacían presencia en aquella fina tela y por ultimo una catana disimulada perfectamente por un bastón casi nuevo que en uno de sus extremos poseía un diamante no muy llamativo.
Se detuvo y observó el paisaje que lo rodeaba para mantener su mente serena. A lo lejos se podían distinguir grandes montañas que apenas rosaban las delicadas nubes que desearon posarse en aquel lugar.
Pensó que era hermoso, ese paisaje no se podía comparar con nada ni con nadie. Por eso le gustaba aquel lugar, pero no solo concurría allí en sus tiempos libres solo por el bello paisaje que podía presenciar, sino también por la tranquilidad que no podía conseguirse fácilmente en una gran ciudad poblada de millones de habitantes.
Hacía ya mucho tiempo que había tomado la decisión de marcharse de los horrorosos lugares que poseían maquinas tan estruendosas como los autos. Había viajado durante un año cuando recibió una visita inesperada.
Aquella visita que lo cambio todo...
-Amo-escuchó a sus espaldas, pero a pesar de eso no despegó su vista de la lejanía que se encontraba en frente de él.
Sabía que lo que estaba por escuchar no iba a gustarle nada, lo dedujo al notar que su lacayo no paraba de frotar frenéticamente sus manos entre sí. Todo el mundo sabía que a él no le gustaba recibir malas noticias cuando se trataba de un asunto realmente serio y de suma importancia, como castigo siempre se desquitaba con aquellos que fueron mandados a enviar las inservibles respuestas de su ahora interminable búsqueda.
-Habla-dijo de manera neutra sin expresar ninguna emoción en su rostro. A lo largo de los años había aprendido que nunca debía mostrar lo que realmente sentía a las demás personas, porque eso tarde o temprano podía volverse en su contra.
-N -no tenemos noticias de su paradero aún, amo- prosiguió tartamudeando el seguidor de aquel hombre.
A pesar de los nervios que transmitía aquel lacayo, él no se inmuto, ni siquiera dijo palabra alguna cuando se volteo y retomó su camino.
Caminaba y caminaba sin tomar en cuenta que poco a poco el sol abandonaba su lugar para darle su turno a la luna, y con ella la noche y las estrellas. Él había traído su cuerpo del más allá y con él una nueva forma; se había retirado de ese mundo al notar que nada lo mantenía sujeto a ese lugar a pesar de toda la belleza que podía existir.
Por dentro era un demonio, sin alma pura en la cual el pecado no existiese o corazón que palpitase. Era cierto que disfrutaba ver como las personas morían y sufrían, pero a pesar de sus deseos de dolor y miseria, era capaz de apreciar el lado bello de las cosas.
Al igual que muchos de los demonios que abundaban en la tierra, lo único más cercano a un humano que sintió fue el funcionamiento de su cuerpo. El carecía de todo aquel sentimiento bueno que mantenía a las personas felices, sin ningún tipo de deseo hacía la muerte y eso lo destruía poco a poco; "cuando eres demonio lo único que debe importarte es lo que tienes y no lo que careces", decía cada vez que alguien le preguntaba sobre si anhelaba el amor o la felicidad.
Si se tomaba el tiempo para pensar, podía deducir que durante dos mil años había hecho solo una cosa: matar ángeles.
Era lo que más disfrutaba, localizarlos y acabar con sus vidas de manera dolorosa y sin piedad alguna. Pero a pesar de todo el placer que podía causarle la muerte de aquellos seres de luz, solo le importaba uno en particular, que aunque haya muerto sigue viviendo de todas formas.
Las primeras veces nunca creyó que eso fuese posible, hasta que lo vio el mismo. Tardó mucho tiempo en encontrar la forma de por fin matarlo de una vez por todas, pero había un problema, no podía volver a localizar aquel ángel.
Eso sucedió luego de haberlo matado por octava vez, mucho tiempo antes de haber encontrado la solución para acabar con su vida y eso arruinó por completo sus planes, pero no iba a dejar que ese pequeño problema arruinara la investigación de su vida.
Iba a matar al ángel que nunca dejo de existir.
ESTÁS LEYENDO
Reencarnación
RandomSegunda parte de "El mito del Ángel enamorado". ¿Por qué? Todo esto, ¿Por qué me sucedía a mi?, siempre me había hecho preguntas con respecto a mi vida y todo lo que me rodeaba, a las cuales siempre obtuve respuestas inconclusas, hasta se podrían ll...