Segundo Disparo: Rosa Rota

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Trazando líneas en el papel blanco intentaba recrear algo de lo que mi mente me había mostrado. El sonido de las gotas cayendo en la ventana armonizaban completamente con los pasos de un lado a otro de cierto chico que sostenía un teléfono en su mano y sus pies caminaban de un lado de la sala hacia otro como si fuera un león enjaulado.

Aún recuerdo sus ojos verdes puestos en mí buscando las respuestas a las millones de preguntas que su mente formuló. A pesar de todo no me ha vuelto a dirigir la palabra desde que terminé de contarle lo que vi en mi sueño (aunque omití la parte del diálogo de aquella persona), ni siquiera presta atención a lo que hago. Simplemente se dedicó a sacar su teléfono y llamar a alguien, al creer que me delataría estuve dispuesta a salir por la ventana de su habitación, pero él me detuvo y me dedicó la mirada más afilada que el filo de una espada recién pulida.

-Escucha – suspiró a unos cuantos pasos de la mesa en donde me encontraba retratando, estaba tan concentrada que apenas lo note – Llamé a un agente, no te preocupes es de suma confianza y sería incapaz de traicionarlos. Así que quiero le cuentes todo lo que me has dicho ¿comprendes?

-¿Qué pasa si me reúso? – lo desafié sintiendo la amenaza, era un extraño quien vendría a preguntar y si me encarcelaban nunca podría encontrar lo que busco.

Apartó su mirada intentando por todos los medios mantener su voz controlada.

-Es el mejor amigo de mi padre, podemos confiar en él – respondió

-Tú puedes confiar, mi caso es diferente, no estoy de acuerdo – respondí seriamente

-No te estoy preguntando si estás de acuerdo – me contestó cortante

-¡Tú no puedes ordenarme que hacer! – levanté la voz, no porque estuviera molesta sino por el miedo que sentía. – No sé porque se me ocurrió confiar en ti

-Si quieres irte ¡bien! Por mí no hay ningún problema... solo después de esta entrevista ve y regresa a donde sea que hayas aparecido – me alzó la voz irritado

-No puedo dar la cara así por así ¡Entiéndeme!

-Te salvé la vida ¿no crees que por lo menos deberías ser más colaboradora?

-¡Debiste haberme dejado morir ese día! – le respondí casi gritando

Él abrió sus ojos en señal de sorpresa, mientras yo intentaba calmar mis ganas de romper alguna cosa. Pero al levantar la mirada para enfrentarme a la suya y, según yo, recibir una de esas miradas que me dedica la gente cuando pasaba junto a ellos... ese desprecio, inferioridad, incluso repulsión. Mas la mirada que encontré no fue la esperada y eso me asombro a mí. Era una mirada triste, melancólica como si esas esmeraldas fueran a romperse en cualquier minuto. Nunca me he arrepentido de no morderme la lengua al hablar, pero esta vez deseaba que hubiese sido así.

-Yo...- intenté disculparme, pero el ruido del timbre me interrumpió

-Luego, ¿está bien? – Habló Daniel casi susurrando mientras se dirigía a abrir la puerta – Por ahora confía en él.

Al abrir apareció un hombre de unos cuarenta años, cabello negro, ojos grandes resaltados por las ojeras y contextura corporal promedio. Puedo pensar que hace deporte solo para mantenerse en forma para las persecuciones.

-¡Dan! Es un gusto volver a verte – saludó el hombre

-Igualmente Doc, siéntase cómodo – lo invitó a pasar Daniel

El hombre dio una rápida mirada al departamento y luego fijó sus ojos en el sofá junto a la mesa, donde yo me encontraba.

-Así que esta es la gatita perdida ¿no?– le preguntó a Daniel con tono de burla

The Joker's ListDonde viven las historias. Descúbrelo ahora