Beatriz comenzaba a estar preocupada, hacía casi cinco horas y media que Josh se había ido enfadado, si le había pasado algo malo no se lo podría perdonar jamás. Él tenía razón, el mundo de allá fuera era peligroso y debían protegerse como fuera. Debía haberlo apoyado en su decisión de ir armados desde el principio, no quería perder a nadie más.
Miró las mochilas que había preparado para ella y sus hermanas, tenían las correas reforzadas con cinta, además Josh había acoplado a cada una de las mochilas una pequeña linterna y un walkie talkie de juguete lo suficiente potente como para hablar a unos 100 metros de distancia.
El chico estaba decidido a sobrevivir a aquella pesadilla, se notaba por el tiempo que le dedicaba a elaborar un plan y preparar lo necesario para completarlo. Beatriz sabía que Josh iba a luchar contra viento y marea para mantenerlas a salvo y ella iba a ayudarlo en todo lo que pudiera.
Beatriz volvió a mirar el reloj, solo habían pasado diez minutos desde que lo había mirado antes pero parecían una eternidad, estaba segura de que Josh volvería, tal y como había dicho, pero no podía dejar de esta preocupada.
La chica fue a ver como estaban sus hermanas, las encontró estiradas en la cama de sus padres.
-¿Que hacéis aquí? – Preguntó Beatriz molesta – habíamos dicho que no entraríamos en esta habitación.
- No ha sido culpa mía – contesto Belén – Eva necesitaba entrar, dice que les echa mucho de menos, tanto que le duele el corazón.
La chica se tocó el pecho, justo donde estaba el corazón, dos grandes lagrimas resbalaron por sus mejillas.
- Ha estado llorando hasta quedarse dormida – continuó diciendo Belén – cree que una parte de nosotras ha muerto con ellos.
- ¡No están muertos! – Gritó Beatriz agarrando a su hermana con fuerza – los encontraremos, algún día...
Se escucharon varios golpes en la puerta de metal de la entrada, Beatriz fue a la cocina y cogió uno de los cuchillos que Josh había afilado y preparado la noche anterior. Bajó las escaleras poco a poco y abrió la puerta, la chica no estaba segura de lo que se encontraría al otro lado, pero estaba decidida a proteger a su familia.
- Seguro que es Josh – se murmuró a sí misma.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.- .-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Pichi sabía que se había perdido, le costaba reconocer las calles del pueblo que tantas veces había visitado, los escombros y cuerpos en descomposición hacían irreconocibles las calles.
El chico corría desorientado, cruzaba las extrañas calles repletas de monstruos que se giraban a su paso. A medida que se acercaba al centro del pueblo, las calles estaban más llenas de grises.
Pichi giró en la primera esquina que vio, suponiendo que acabaría en la rambla del pueblo, se le heló la sangre cuando vio la cantidad de zombies que había. La calle estaba infestada de criaturas, había tantas que en su camino sin rumbo se chocaban las unas con las otras, se empujaban desorientadas, algunas caían y tardaban varios segundos en levantarse.
Se preguntó si el resto del mundo estaría igual, si las calles de otras ciudades estarían infestadas por millones de monstruos color ceniza y si alguna vez podría dejar de correr asustado.
Poco a poco salió de la calle, los pasos eran precisos, calculados al milímetro. No hubiese podido correr aunque quisiera, estaba cansado, cansado de correr, pero sobre todo cansado de estar solo. Quería encontrar a Josh y a su familia y que juntos pudieran encontrar a Alex, pero lo que más quería era encontrar a Josh, para que le ayudase a vengarse de los tíos que le habían atacado a traición.
Pichi seguía caminando sin rumbo, evitando a los grandes grupos de grises y apartando a empujones a los solitarios que se cruzaban por su camino. Le dolían las piernas, los continuos calambres hacían que tuviera que parar para frotarse las entumecidas piernas unos segundos, después se obligaba a seguir caminando un poco más. Miraba a su alrededor buscando algo que le fuese familiar y le marcara el camino.
Ahí estaba, o eso le parecía, La Taberna que se encontraba en el edificio del lado de la casa de Josh. Pichi corrió hasta la puerta que una vez fue blanca, ahora la cubrían infinidad de manchas de sangre color negruzco. Golpeó la puerta con los dos brazos, por fin había llegado, volvió golpear la puerta y esperó.
Mientras esperaba se fijó en los alrededores de la casa, había por lo menos una docena de cuerpos gris ceniza destrozados, había algunos mutilados, otros atropellados, pero el que llamó su atención fue el cuerpo de un gris junto a la puerta de la casa, el gris o lo que quedaba de él tenía el cráneo destrozado como si algo o alguien le hubiese golpeado sin parar.
La puerta destrozada de la casa se abrió poco a poco, Pichi se alegró al ver que aún quedaba alguien más vivo. Bea se asomó nerviosa, llevaba un cuchillo en la mano, la hoja de éste brilló con la luz del sol, sus nudillos estaban blancos debido a la fuerza con la que sujetaba el arma.
- Casi es más grande el cuchillo que tú. – Intentó bromear sin éxito. – ¿Estáis todos bien?
Bea abrió mucho los ojos, parecía como si hubiese visto un fantasma.
- ¿Qué haces aquí Pichi? – Preguntó casi gritando. – ¿Has visto a Josh?
- ¿No está aquí? Mierda... Necesitaba que me ayudara a salvar a Alex.
- ¿Alex?
- Es una larga historia, una de esas casualidades de la vida...

ESTÁS LEYENDO
Los Grises (Wattys2016)
Science FictionQue harías si de repente desaparecen todas las personas menores de doce años y mayores de veintitrés?, si tu ciudad estuviese incomunicada bajo una cúpula? y te acosaran cientos de zombis color ceniza? A pocos meses de cumplir los veintitrés, Josh s...