Nuevas amenazas

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Se escucharon unos gritos en la lejanía, justo en la esquina más alejada de la calle un joven de unos veinte años estaba siendo perseguido por media docena de grises.

Beatriz se tensó, por mucho que quisiera ayudarlo no podía, estaba demasiado lejos, no era lo suficiente rápida para llegar antes que los monstruos.

El chico cayó al suelo y las criaturas se abalanzaron sobre él. Gritaba, gritaba tan fuerte que hacía que todo el ambiente se estremeciera. Los gritos de dolor se fueron apagando con cada mordisco, en su lugar se escuchaban gruñidos de hambre, un hambre primitiva, de sangre.

Una de las criaturas levantó la cabeza y miró a Beatriz y Pichi, apenas estaban a unos cien metros. El monstruo gritó, un sonido rasgado salió de la garganta de la criatura, esto provocó que los otros grises miraran a los chicos inmóviles, entonces se levantaron de un salto, abandonaron al cuerpo roto del que se estaban alimentando y salieron en dirección a ellos.

Las criaturas avanzaban con velocidad, si cruzaban la calle que cortaba con la que estaban estarían perdidos. Beatriz tiró de Pichi, el chico no se movía así que volvió a tirar con más fuerza hasta que por fin salió de su trance. Tan solo estaban a tres metros de la puerta, dos, uno... El suelo tembló y Beatriz y Pichi cayeron.

Una criatura de unos dos metros y medio corrió hacia los grises, agarró a uno de los monstruos por una pierna y lo golpeó contra el suelo, el gris gritaba mientras la enorme criatura le partía todos los huesos.

Los chicos se levantaron corriendo y entraron en la casa cerrando la puerta de un golpe, esperaban que el gigante no les hubiera visto.

El suelo del recibidor volvió a temblar, a cada paso que daba esa enorme criatura provocaba un pequeño terremoto. Se escucharon gritos, golpes y crujidos, Beatriz se tapó los oídos, esos ruidos eran demasiado incluso para un apocalipsis.

- Así debe sonar el infierno. – Murmuró.

Subió corriendo los escalones y tropezó por las prisas, ya no sabía ni dónde colocaba los pies, de todas formas no dejó que eso la detuviera. Una vez arriba fue a la cocina y se asomó a la ventana, el gigante había desparecido pero el cuerpo del chico aún seguía ahí. Vio un ligero movimiento, aún estaba vivo, agarró el cuchillo y salió de ahí a toda velocidad, tenía que acabar con el sufrimiento del pobre chico, quería seguir sintiéndose humana y acabar con el dolor de alguien agonizando era un buen comienzo.

Bajó decidida pero al ir a abrir la puerta el valor desapareció, se apoyó contra la pared disgustada por no tener las fuerzas que necesitaba.

- Es normal que te pase esto – dijo Pichi que estaba sentado en las escaleras – es humano, es más difícil matar humanos que a uno de esos bichos.

- Pero está sufriendo – dijo disgustada – tengo que ayudarlo.

Beatriz abrió la puerta decidida y se acercó poco a poco al cuerpo, Pichi la seguía de cerca, en silencio.

El chico tenía el cuerpo manchado de sangre, donde las criaturas le habían mordido nacía una luz similar a la lava. La luz corría por sus venas, el brillo era más tenue pero se podía ver por debajo de la piel, el entramado brillante era más complicado que unas simples líneas, todas las venas, arterias y capilares brillaban. Los dedos de las manos estaban grises y humeaban, eran del mismo color que las criaturas que le habían tocado.

Se estaba convirtiendo en uno de ellos.

Beatriz se arrodilló junto a la cabeza del chico, la movió y vio cómo el fuego se extendía hasta las venas del cuello, levantó el cuchillo y lo hundió con fuerza en la sien, lo extrajo con dificultad y acto seguido lo tiró al suelo. No estaba acostumbrada a matar.

- Bea, ¿estás bien? – Preguntó Pichi apoyándole la mano en el hombro.

- ¿Por qué no iba a estarlo? Ya no era humano. – Decía eso, pero su voz temblorosa delataba lo desasosegada que estaba.

Se levantó en silencio y miró al horizonte, no había rastro del gigante pero a lo lejos se veían dos pequeñas siluetas que caminaban torpemente.

- Vamos – apremió – esos dos monstruos se han alejado de su grupo, es el momento de acabar con ellos.

- Bea, cálmate. Estás cansada, lo que acabas de hacer... Te está cambiando.

- Deja de decir estupideces. – Gritó – Mientras yo estoy aquí sin hacer nada Josh se está jugando la vida, al menos quiero facilitarle el camino de vuelta. – Nada más decir su nombre se le saltaron las lágrimas.

Beatriz se secó las lágrimas con la manga del jersey, a lo lejos una de las siluetas cayó al suelo, la otra la miró y se agachó para intentar ayudarla a levantarse.

- Ahora es el momento. – Dijo mientras echó a correr.

A medida que se acercaba las siluetas se veían más nítidas, Beatriz seguía corriendo, pudo ver que no eran grises sino un chico y una chica, unos metros más y vio que el chico era Josh, soltó el cuchillo y corrió con más intensidad, las lágrimas empañaban su visión.

Josh gritaba pero Beatriz no entendía lo que decía, así que se levantó deprisa y corrió hacia ella, sin embargo, en el último momento se desvió. Beatriz no entendió nada, ¿es que acaso no tenía ganas de verla?

Josh saltó hacia adelante, tenía los brazos extendidos, Beatriz se giró y vio como a tan solo medio metro placaba a un gris que corría en dirección a ella.

Cayeron al suelo, el cuello del gris se torció y crujió al entrar en contacto con el asfalto. Ninguno de los dos se movía, debajo de sus cuerpos nacía un charco de sangre. Algo terrible había ocurrido.



Tengo muchos capítulos nuevos pero poco tiempo para subirlos. Paciencia, el ansia no es buena compañera y más si estás rodeado/a de una horda de grises hambrientos.

Los Grises (Wattys2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora