Capitulo 4: El Mensaje.

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Desperté al día siguiente, no había dormido absolutamente nada, no había dormido por culpa del idiota de Evan, por todas las estupideces que me había dicho en la madrugada. 

Creí que dormir me aclararía la mente y todas esas ideas desordenadas desaparecerían, y que esta sensación también; pero no fue así. 

¿Y si Evan tiene razón? ¿y si lo que estoy sintiendo es el principio de un amor? No... eso no puede ser, no puedo volver a querer a nadie, no puedo poner en peligro a mas personas, ya suficiente tengo con preocuparme por lo que pueda suceder con mis padres como para preocuparme por alguien mas, no Marie... es mejor que olvides todo y te comportes como lo que eres... un demonio. 

Estaba preparando mi cereal cuando escuche unos golpes provenientes de la habitación de Evan, al principio los ignore pero luego se hicieron mas fuertes y tuve que ir a ver que sucedía. 

Al llegar vi a Evan peleando con un escurridizo duende que con su rapidez no recibía ningún golpe de el muy idiota, al principio me divertí pero luego se me hizo tedioso y decidí intervenir. 
Use uno de mis dones, con solo mirar a los ojos a mi victima, podía hacerle un especie de embrujo y esta haría exactamente lo que yo quisiera, así que mi amigo de orejas puntiagudas se sentó amablemente en una silla y Evan lo ato con una soga, como era de esperarse, Evan lo abofeteo en venganza de hacerlo cansarse tanto.

Al terminar el embrujo, el duende parpadeo dos veces y miro a su alrededor extrañado, luego fijo su vista en mi e hizo una especie de gesto como si acabara de entender lo que le había ocurrido.  

—Digna hija de tu padre.—Sonrió al terminar la frase. 

  —¿Que quiere?—Dijo Evan frunciendo el ceño. 

  —Te aseguro, amigo, que lo que tengo que decir no es de tu incumbencia. 

 —¡Pedazo de cosa! te voy a part... 

  —Silencio. —Hable fría y con la mirada clavada en el duende.—Supongo que lo que sea que tiene que decir, va dirigido hacia mi, ¿no es cierto?. 

  —Estas en lo cierto, Marie... Semyazza me pidió que te buscara, tiene que hablar contigo.—Anuncio con mucha seriedad en su semblante. 

  —¿Y usted espera que le crea? los duendes se caracterizan por su habilidad para engañar, son unos mentirosos, rateros...

 —Marie, no vine hasta aquí a recibir los golpes de este imbécil para engañarte, lo que te estoy diciendo es cierto, tu padre quiere hablar contigo.

 —Marie, no le creas... solo se quiere burlar de ti, quien sabe cuanto le pago alguna de esas demonizas envidiosas para que viniera hasta aquí a decir semejante estupidez.—Dijo Evan mirando al duende con desconfianza. 

  —Si lo que dices es cierto, entonces deberías saber que es lo que quiere decirme mi padre.  

  —No lo se, el solo me pidió que te buscara y que te dijera que viene a visitarte mañana a las 3:00 am. Ahora, me pregunto si eres tan amable de decirle a tu amigo que me desate, tengo que hacer otras cosas. 

  —No te voy a soltar, no antes de darte lo que te mereces por venir hasta nuestro departamento a decir mentiras. 

  —No Evan, déjalo ir. 

  —Pero Ma...

 —Es una orden. 

No sabia si lo que dijo aquel duende era cierto o solo era una broma de algún malintencionado, pero si sabia que odiaba con todas mis fuerzas a ese demonio, por su culpa vine a este mundo a hacer esto que en el fondo no quiero hacer, esto que me quito parte de mi niñez y mi adolescencia. Por su culpa no soy normal, por su culpa mi vida es una completa mentira. No siento deseo alguno de conocerlo ni mucho menos de decirle papa, lo odio, lo odio infinitamente. Pero solo me queda esperar a que se hicieran las 3:00 am para comprobar si lo que dijo el duende era cierto, aunque no quería, no voy a dejar que un demonio tan poderoso como Semyazza me encuentre desprevenida. Es cierto que es mi padre, pero también es cierto que es un demonio, y de nosotros siempre hay que esperar lo peor. 

Mi Pequeño Gran SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora