Capítulo III - El corazón que se divide en dos

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Me introduje en aquel armario y cerré la puerta tras de mí. Todo estaba tan oscuro, ¿cómo había podido ver Letty dentro de aquel estrecho espacio?

De repente, una extraña sensación familiar hizo que me tambaleara de nuevo. Si..., tal y como aquella vez en la que me introduje en mi armario siguiendo al gato para luego despertar en este Mundo, o más bien sueño, que no conocía. Mi cabeza daba vueltas y no pude evitar caerme al suelo y quedarme inconsciente de nuevo.

Abrí los ojos poco a poco, mis pestañas pesaban, pero intenté mantenerme firme. Era un techo desconocido y yo estaba acostado en una cama muy incómoda. Todo aquello me resultaba familiar. Sí... Como aquella inquietud que sentí cuando me desperté en ese hospital, solo y sin recuerdos, preguntándome dónde estaba.

Me incorporé rápidamente para comprobar el lugar. Era una pequeña habitación acogedora y sencilla. La cama solo tenía una andrajosa sábana que me cubría hasta el pecho; los muebles eran de madera, y consistían en unas viejas estanterías, una pequeña mesa en el centro con dos diminutas sillas, varias macetas, una mesilla, pequeñas ventanas... Parecía un lugar agradable, como la habitación de un niño, pero estaba todo tan desgastado que incluso el aire estaba impregnado de un olor añejo a madera carcomida por el tiempo en un espacio cerrado. Me levanté para explorar un poco la habitación. Había un pequeño cuchillo en la mesilla.

«"Vaya, un cuchillo" pensé. "¿Por qué todo es tan siniestro?"» De nuevo, no le di importancia, y tan solo me dirigí a la puerta. Estaba cerrada.

-¿Qué? ¿Otra vez atrapado? -dije mientras intentaba abrirla-. ¿Qué lugar es este?

Me volví para seguir buscando en aquella habitación un modo de salir. Era mi única opción. Miré por las pequeñas ventanas pero el exterior, o lo que fuese, parecía tan sombrío que casi no se veía nada, solo algunos árboles sin hojas. En la pequeña mesa del centro había una taza vacía y, junto a los pies de la cama, un pequeño baúl lleno de polvo. ¿Guardaría un niño ahí sus juguetes? Ignorando esto, me dirigí a las estanterías para ver si encontraba alguna pista sobre aquel sitio. Lo único destacado y llamativo que encontré fue un libro de encuadernación roja que brillaba entre tantos otros polvorientos. Lo agarré, y el título en color dorado era: «Mamá Ganso»

¿Ese no era el título de una colección de cuentos? Cuando estuve en lo que una vez fue mi casa, parecía ser que al Allen antes de perder los recuerdos le gustaban mucho esas historias, porque vi el mismo título en sus estanterías y le eché alguna ojeada que otra...

«Mamá Ganso» era el título del libro de cuentos, además de ser el «sobrenombre» de quien los inventaba. ¿Cientos de fragmentos extraños y una vieja mujer que había perdido su identidad?

«"Vaya, si no fuera porque esto es un sueño, juraría que todo está conectado para hacerme recordar lo infeliz que es mi vida..." susurré mientras soltaba una pequeña mueca sarcástica.»

«Mamá Ganso» era una anciana que se dedicaba a contar historias que más tarde se convertirían en cuentecillos transmitidos gracias a la tradición oral, y contenían conocidas moralejas.

Le eché un vistazo, curioso de saber qué historias relataba. Pero, ¡vaya! Dentro solo había una hoja en la que ponía:

«Las tartas»

«La Reina de Corazones preparó algunas tartas en un soleado día de verano. La Sota de Corazones robó las tartas y se las llevó muy lejos. El Rey de Corazones pidió aquellas tartas porque quería probarlas, eso entristeció a la Sota de Corazones, así que no tuvo más remedio que devolverlas, y prometió que no volvería a robar.»

-Hmm... Este debe de ser uno de los cuentos. Es muy misterioso que me lo encuentre aquí, y además solo éste... -me dije- Aunque contando con el hecho de que son historias para niños... -y sin más dilación, volví a dejar el libro en su sitio y me dispuse a seguir buscando.

Las pesadillas de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora