Prólogo

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¿Has imaginado alguna vez que lo que vives es un sueño, y lo que sueñas es la realidad?

Yo sí. Muchas veces. Pero no es ninguna invención. Sé que no tengo pruebas para demostrarlo, pero puedo asegurar que es cierto, ya que pude ser capaz de experimentarlo.

¿Que si es algo agradable? Eso depende. Tal vez no lo sea, pues descubres que la realidad es cruel a veces. Pero eso lo podréis comprobar vosotros mismos.

Tengo una historia. La historia que viví cuando tenía trece años.

Yo lo vi todo, lo soñé todo. Sí, es cierto. Podríais claramente pensar cosas como «pero si es solo un sueño», lo que yo también pensé al principio. Sin embargo, a pesar de que fuera un sueño, ¿significa eso que no era la realidad? Claro que lo era. Todo estuvo allí.

Si pensáis que soy solo un loco y que lo que digo son cosas sin sentido, adelante, cerrad este libro y dejadlo donde lo encontrasteis. Tal vez no me creáis, pues es difícil de creer en algunas ocasiones que un sueño te haga ver cuál es la verdadera realidad. Pero insisto, si queréis descubrir que lo que digo es cierto, pues vosotros también os habéis dado cuenta de que algo no encaja en este mundo y de que los sueños no son tan mentirosos como lo es la vida, gustosamente os contaré mi historia.

Aunque no podré deciros nada sobre mí de momento, eso lo iréis descubriendo poco a poco con mi narración. Una historia sin mucha credibilidad, pero tan real como que yo me hallo aquí contándola.

Empezaré por el principio de todo.

Lo primero que recuerdo es que una mañana fría y gris, me desperté. Pero aquel no era un día cualquiera. Me desperté y contemplé un techo que nunca antes había visto. Desde la cama en la que me hallaba, lo observé. Me parecía muy alto, húmedo y desconocido. También miré por una ventana que se encontraba a mi izquierda. Llovía. Y las nubes eran grises, al igual que el cielo, que parecía que se iba a caer encima en cualquier momento; y el verde, aunque lamentablemente apagado jardín del exterior, estaba desierto y había perdido el color y la luz, al igual que todo lo que se encontraba a mi alrededor.

Moví la cabeza de un lado a otro para observar mi entorno. Era una habitación grande y blanca con una sola cama en la cual había despertado misteriosamente y sin explicación. Sí..., todo era blanco, sin expresión: la cama, las sábanas, el techo y las paredes, los estantes, la mesilla, la lámpara..., todo blanco. Mis pestañas pesaban, no podía moverme. Solo intentaba girar la cabeza con cuidado mientras procuraba no caer en el sueño de nuevo. Traté de levantarme para averiguar dónde me encontraba, pero no podía. Me di cuenta de que había algo en mi brazo. Un pequeño catéter con suero atravesaba mi vena. Además, me dolía la cabeza. Acerqué la mano a ella y efectivamente, algunas vendas la cubrían. ¿Qué me había pasado?

Sintiéndome impotente al no poder hacer nada, miré la mesilla y allí había una especie de dibujo sobre un papel. Era grande y estaba lleno de color, así que alargué el brazo como pude para cogerlo. Parecía un dibujo hecho por un niño pequeño. En él había una mujer rubia muy guapa, pero estaba dibujada de una manera muy graciosa: con grandes labios rojos, amplios y amables ojos azules, y una cabellera que parecía oro. Al lado había un hombre muy bien vestido y de seria apariencia, pero se les había dibujado una gran sonrisa a los dos, pues entre ellos había un niño pequeño al que le estaban dando la mano. Parecía un niño de unos cinco años, rubio y de grandes ojos también azules que brillaban como soles. Sin embargo, lo que más llamaba la atención era su sonrisa. Era más grande y radiante que una galaxia entera llena de estrellas.

Debajo ponía «Para papá y mamá. Con amor».

¿Amor? ¿Qué significaba aquella palabra? Ni siquiera lo sabía...

Las pesadillas de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora