I. Preámbulo

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La fila de personas que espera afuera de aquel alto edificio para audicionar es tan larga que abarca una cuadra entera. Pero Sung Kyu no quiso faltar ese día a su trabajo y para ese entonces ya está por demás arrepentido.

¿Qué es una simple falta y un poco menos de dinero comparado con la gran oportunidad de ser parte de una obra de teatro? Un musical, para ser más precisos.

Si no hubiera ido a trabajar ese día, hubiera sido de los primeros en la fila, pero el asunto ya no tiene remedio, así que sólo espera que su talento —y un poco de suerte— le ayude a obtener algún papel, ya que, su poco conocida carrera como cantante, necesita un gran empujón.

Mientras espera su turno, Sung Kyu cierra los ojos y comienza a repasar mentalmente la canción que va a interpretar. No es muy bueno bailando, sin embargo, espera que la balada con notas altas que cantará obtenga la suficiente atención.

Hubiera preferido mostrar su talento como compositor, pero su amigo Sung Jong le dio varios consejos y, audicionar con una canción propia, no le parecía muy favorable. Su compañero de trabajo le ayudó a escoger una balada y optó por algo que destacara su dulce y potente voz.

Kim tiene confianza; no es la primera vez que se para en un escenario, de hecho, lo hace un par de horas cada mañana y también parte de la noche en un restaurante familiar cerca del centro. Se dedica a cantar en vivo en dicho local acompañado de otros tres músicos. En ocasiones toca el piano y también la guitarra.

Viajó de su pueblo natal a Seúl para estudiar artes escénicas en la universidad, porque su sueño es ser un artista; un cantante, mejor dicho. Desde pequeño ha pensado en ello con fervor, así que, en lugar de sentirse nervioso, le emociona en demasía. Simplemente, dejará su alma en el escenario y, si no es seleccionado, esperará que algún día se le presente otra oportunidad. Sung Kyu es muy paciente y tiene un empleo seguro en este momento, por lo que no puede quejarse, pues le encanta lo que hace.

Comienza a calentar la garganta mientras mantiene los ojos cerrados y le es inevitable no escuchar a los chicos detrás de él. Todos ellos parecen muy entretenidos en la charla y sus asombradas palabras respecto al director del musical llegan hasta los oídos de Sung Kyu.

—... Nam Woo Hyun, uno de los mejores directores de Corea. ¡Ha triunfado en Nueva York! Sus obras de teatro son muy conocidas en América.

Ante aquella información, Sung Kyu abre los ojos de golpe y entonces comprende por qué hay tal cantidad de personas esperando, pues es increíble que alguien de esa talla esté en su país de origen buscando cantantes y actores para su próximo proyecto.

Tragando saliva, Sung Kyu asiente y su corazón comienza a bombear su sangre mucho más rápido. No ha sentido cosas raras en su estómago, pero, de un momento a otro, una aguda presión en su abdomen se hace presente, la cual se hace cada vez más grande y molesta cuando la fila empieza a avanzar más rápido de lo que imaginó.

Sung Kyu respira profundo y continúa calentando la garganta. Lo que menos desea es hacer una mala actuación porque, si a su voz se le ocurre traicionarlo en el momento crucial, va a ser desastroso. Intenta pensar en cosas positivas y cuando nota que él es el siguiente, decide poner su mente en blanco y concentrarse sólo en lo que va a cantar frente a esas personas.

—Buenas tardes, soy Kim Sung Kyu y tengo veintiséis años.

—Buenas tardes, Sung Kyu. Puedes iniciar cuando quieras —dice el joven pelirrojo que permanece sentado a unos cuantos metros delante de él.

Kim asiente con lentitud mientras observa a otro muchacho al lado del pelirrojo que lo mira fijamente. Ambos se mantienen con una expresión seria y lo observan de pies a cabeza a la vez que sostienen un bolígrafo cada uno.

Sung Kyu se acomoda al centro del escenario, toma una gran bocanada de aire y tras cerrar los ojos, empieza con su tan ansiada presentación.


Han pasado tres días desde que acudió a la audición y Sung Kyu está seguro de que no fue seleccionado para ningún papel en el musical, y eso le hace sentirse decepcionado.

A su parecer, lo hizo muy bien. Incluso notó que a los dos jóvenes que lo escucharon cantar esa tarde les encantó su interpretación, porque los ojos de ambos brillaron cuando terminó, pero sólo lo despidieron dándole las gracias.

Inhala profundo mientras sigue pensando en la oportunidad que ya no tiene, al mismo tiempo que guarda en su estuche la guitarra que ha usado esa noche. Es casi la hora de cerrar en el local y su pequeña presentación ha terminado.

Se cuelga la bolsa y toma su chaqueta para salir, pero, antes de abrir la puerta se topa con Sung Jong. El joven le muestra una brillante sonrisa y se le acerca antes de poner una mano en su hombro.

—Me gustó mucho la última canción, ¿es nueva?

Sung Kyu asiente y le corresponde el simpático gesto.

—Precisamente ayer terminé de componerla.

—Wow. Eres muy talentoso. No sé cómo esos idiotas no te eli-... Digo... ellos se lo pierden.

—Ya habrá otras oportunidades, ¿no crees?

Sung Jong le palmea la espalda y Sung Kyu se despide de él. Camina al estacionamiento mientras saca de su bolsillo las llaves de su auto compacto que está aparcado en el sitio para empleados del restaurante y, justo cuando va a quitarle el seguro a la puerta, su teléfono comienza a sonar.

—¿Kim Sung Kyu? —escucha al otro lado de la línea y no puede evitar que los latidos de su corazón se disparen.

—Sí.

—Soy Lee Sung Yeol. Viniste a audicionar para el musical hace tres días. Me alegra informarte que pasaste la prueba y que tienes que presentarte mañana a las ocho de la mañana, ¿de acuerdo?

—Sí, sí, ahí estaré. Muchas gracias.

La llamada termina y el muchacho se emociona tanto que deja escapar un gran grito de felicidad.

El Musical | GyuWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora