Tenía un poquito de mí, un poquito de ti, un poquito de todos. Se rompió contra el suelo como la porcelana, como la maqueta de cartón que era. También ardió, se mojó y se perdió. Nadie sabe dónde está, pero nadie lo ha olvidado. Tampoco lloraron al verlo arder, no, sonrieron. En realidad, se estaba quemando una parte de ellos que era necesario destruir. Construyeron otras maquetas, otros sueños. Soñaron con otras lunas, viajaron por otras estrellas. Pero no dolió, porque al fin y al cabo, la vida es eso. Hay quien conserva una maqueta durante años, sin querer darse cuenta de que cambia, y la convierte en realidad o pierde su vida detrás. Hay quien hace millones de maquetas diferentes, termina pocas y vive soñando. Hay muchas personas en el mundo, y muchos monstruos. Pero todos ellos crean sueños de cartón.
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Cuando el terror te atenaza es difícil salir. Ella miraba a todos lados en ese horrible laberinto. Sucia, demacrada, aterrorizada. Huía de la muerte, y no sabía por dónde ésta podía salir a su encuentro, y no sabía dónde estaba la salida. Sólo acertaba a correr. El laberinto del minotauro, se llamaba. Le iba muy bien el nombre. Ella alimentaba el deseo de sangre y terror de los creadores. Para ellos era un mero entretenimiento, para ella, su vida entera. Intentó huir, claro que lo intentó. Era como un animalillo acorralado antes de su muerte. Echó a correr. Corrió muchas veces, se zafó del monstruo y se dejó llevar por su instinto de supervivencia. No podía pensar. Estaba aterrorizada.
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Y le miré con los ojos encendidos en lágrimas. Me rompía por dentro, lo estaba sintiendo. Lágrimas que no quería derramar, lágrimas de fuego, sangre y oscuridad. Lágrimas de cenizas, de pedazos arrancados de mi alma hecha jirones. La tinta es sangre, sangre derramada sobre el papel. Pero sola, nunca la verá. Sola, porque así lo prefiero. Sola apagaré el dolor. Sola, como las encinas aisladas. Sola, para curar las heridas. Sangre y oscuridad danzan a mi alrededor y me consumen. Prefiero apartarlas sola.
Me han atravesado todas las rosas y sus espinas. Se ha vencido sobre mí el rosal del jardín, un jardín destruido. Sueño con las ruinas cubiertas de enredaderas que llegarán a ser los templos de mármol que derraman sangre por las escaleras de mi corazón en ofrenda. Los templos caen, caen y lo sepultan, lo destrozan, lo recojo. Haremos como que esto no ha pasado, haremos como si el dolor no fuese un todo ahora mismo. Haremos que el alma sane, aunque no tenga ganas.
Voluntad, voluntad, sangre y papel. Eso hace falta, y el otoño, para que todo esto se marche. Me marcho del jardín, ya lo he pintado en miles de lienzos grises, rojos, rosas, tristes. El desgarro se marchará con el otoño, no quiero sufrir, ya no. Me deshago, me destrozo, ya no. Voluntad, voluntad sangre y papel me hacen falta, y el otoño. Márchate, por favor. ¡Vuela con el viento, dolor, aunque te quedes! El peso se aligera, aunque en el fondo, permanezca un sentimiento.
Voluntad, dolor y lágrimas, mas voluntad, sangre y poder.
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Pedacitos del alma.
RandomPequeñas historias, grandes cosas. Un poco de todo lo que pasa por mi cabeza. Pero sólo, sólo un poco...