Pedacitos del alma.

4. La Llama.

Una niña de pelo negro corre por el bosque persiguiendo una llama naranja que vuela a través de él.

Mientras la persigue con los brazos extendidos tratando de alcanzarla, tropieza con una piedra en el camino, y el mundo la ve caer. Sus ojos ven como el barro está cada vez más cerca, y se da de bruces contra el suelo, sin la protección de sus brazos que, extendidos, están también sobre la tierra.

Una sensación desagradable se extiende por todo su cuerpo desde el pecho, y le duele la cabeza. Una cortina de lágrimas que sale de cada uno de sus ojos la envuelve en una burbuja semiesférica de lágrimas, la aísla. Hay tantas que parece que se ha quedado ciega al no ver entre ellas.

La llama, tan ardiente como antes, la observa e intenta acercarse, mas al tocar el líquido que la envuelve, sale humo. Y como no puede entrar y la niña no la ve, se queda y tranquila, la ve llorar.

En algún momento, un muchacho castaño desciende, curioso, de un árbol muy alto y frondoso a su izquierda, curioso. Inclina la cabeza, y agachado, acerca su mano hacia el agua que brota y la aísla en medio de lbosque inmenso y lleno de vida que la vida es. Al tocarla e interferir en su curso, ella, sorprendida porque no había podido verlo a través de la lágrimas, abre el ojo, y la mitad de su cuerpo queda al descubierto, confusa.

La llama, que lo observa todo, se refleja en los ojos del chico, que extiende la mano para ayudarla a levantarse. La niña duda, pero finalmente se la da. En ese instante, la llama pasa veloz a través de la mano de él y entra de nuevo en ella, a la espera.

La chica se levanta ayudada por el castaño, y juntos, siguen su camino.

La llama seguirá ahí, a su lado, dentro de ella, a la espera de que la vea, la reconozca y la acepte en sí misma como la parte de ella que es, y ella seguirá su camino descubriendo, admirando, creciendo y buscando a la llama.