Capítulo cinco

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Ben estuvo tentado a retroceder un paso cuando ella se le acercó, no se veía contenta de que estuviera allí, y la verdad después de verla arrojar al suelo a alguien que la superaba en contextura física, se sentía un poco intimidado.

Pero sabía que no podía retroceder, aún con la ropa de karate, con el cabello sujeto en una coleta y aquella mirada desafiante, era la misma Helena que  le parecía vulnerable.

-¿Qué haces aquí?- preguntó ella llegando a él

-No fuiste a la escuela...

-¿Y?

-Traje la tarea.

-¿Pero cómo supiste...?

-Llamé a tu casa y tu padre me dijo que seguramente estarías aquí.

-Estás sobrepasando tus límites, delegado.

-Disculpa, pero preocuparme por mis compañeros ausentes es parte de mi deber, ya le llevé la tarea a Rice y a Valenti, seguías tú...- le respondió

-¿En serio? – preguntó ella elevando una ceja, lo que dejaba en claro que no le creía nada.

-Soy el delegado de clases, es mi deber ocuparme de eso.

-Y supongo que eres lo suficientemente responsable como para seguirme incluso hasta aquí.

-¿Por qué no fuiste a clases? ¿Fue por lo que pasó la otra noche?– preguntó Ben y ella tomó aire.

Lena no estaba segura de qué contestar, ciertamente que él la descubriera cargado a su hermano borracho no había sido algo fácil de aceptar y no había estado muy segura de cómo proceder. Se había vuelto a refugiar en el dojo, para moverse y no pensar, para descargar lo que le pasaba por dentro y le costaba poner en palabras, últimamente tenía abandonado el deporte y no estaba en su mejor estado físico, como atestiguaba la vez que subió al muro de la escuela, pero se sentía bien estar haciendo karate de nuevo. Se sentía como estar en casa.

-Helena...-la llamó Benedict y la chica se dio cuenta que se había quedado callada demasiado tiempo y que él aún esperaba un respuesta a su pregunta.

-Sólo tenía ganas de estar aquí – dijo ella.

-O sea es tu manera de decir que no me meta en lo que no me importa, ¿verdad?

-Y yo que creí que no lo entendías...- expresó con ironía mientras se dirigía a los vestuarios a buscar su ropa.

-Hubiera sido más fácil si dijeras las cosas, ¿sabes? De esa manera no darías lugar a que la gente mal entienda, podrías haberme dicho lo de tu hermano o que los moretones y las peleas tenían que ver con esto – dijo él  haciendo un gesto que abarcaba tanto a Helena como al lugar.

-¿Y por qué debería hacerlo?

-Porque no está mal confiar en alguien y tampoco recibir ayuda...-dijo él y ella sonrió, pero su sonrisa congeló al chico, era una mueca de completo desprecio.

-¿Confiar? – preguntó ella- ¿Qué ganas con confiar en alguien? ¿Quieres que te cuente sobre mí? ¿Y tú estarías dispuesto a contarme absolutamente todo sobre ti, todos tus secretos, todo lo que no quieres que nadie más sepa?- le preguntó con dureza Y Ben dudó.

Lena captó la duda en la mirada del chico.

-Ves, tampoco tú estás dispuesto a hacerlo. Confiar es darle poder a otro sobre ti...

-Tienes razón, no es fácil, pero tampoco imposible. Y tampoco puede hacerse de golpe, pero sí paso a paso...- insistió él siguiéndola y la chica se paró en la entrada al vestuario.

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