Capítulo 10

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Dibujo hecho por: verabeu

Se acercaba la Navidad y todos estábamos impacientes de que empezaran las vacaciones. Una mañana de mediados de diciembre Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros de nieve. El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante.

Lo peor de todo eran las clases del profesor Snape, abajo en las mazmorras, en donde hacia más frío que mirada de suegra.

-Me da mucha lástima-dijo Draco Malfoy, en una de las clases de Pociones- toda esa gente que tendrá que quedarse a pasar la Navidad en Hogwarts, porque no los quieren en sus casas.

Mientras hablaba, nos miraba a Harry y a mí. Crabbe y Goyle lanzaron risitas burlonas. Harry y yo, que estábamos pesando polvo de espinas de pez león, no les hicimos caso. Después del partido de Quidditch, Malfoy se había vuelto más desagradable que nunca. Disgustado por la derrota de Slytherin, había tratado de hacer que todos se rieran de nosotros dos. Pero nadie lo encontraba gracioso, porque nos venían a preguntar muy impresionados de como nos mantuvimos en la misma escoba.

Era verdad lo que decía Malfoy. No volvería a mi casa para las fiestas porque: ¿qué caso tiene si estaré sola?. La profesora McGonagall había pasado la semana antes, haciendo una lista de los alumnos que iban a quedarse en el colegio para Navidad, y puse mi nombre de inmediato. Y no me sentía triste, ya que probablemente esta sería la mejor Navidad de mi vida. Harry, Ron y sus hermanos también se quedaban, porque el señor y la señora Weasley se marchaban a Rumania, a visitar a Charlie. Solo faltaba Hermione.

El Gran Comedor estaba espectacular. Guirnaldas de muérdago y acebo colgaban de las paredes, y no menos de doce árboles de Navidad estaban distribuidos por el lugar, algunos brillando, otros con cientos de velas.

-¿Cuántos días les quedan para las vacaciones? -preguntó Hagrid, que pasaba por ahí.

-Sólo uno -respondió Hermione-. Y eso me recuerda... Harry, Ron, Ala, nos queda media hora para el almuerzo, deberíamos ir a la biblioteca.

-Sí, claro, tienes razón -dije estando de acuerdo.

-¿La biblioteca? -preguntó Hagrid, acompañándonos hasta la puerta-. ¿Justo antes de las fiestas? Un poco triste, ¿no creen?

-Oh, no es un trabajo -explicó alegremente Harry-. Desde que mencionaste a Nicolás Flamel, estamos tratando de averiguar quién es.

-¿Qué? -Hagrid parecía impresionado-. Escúchenme... Ya se los dije... No se metan. No tiene nada que ver con ustedes lo que custodia ese perro.

-Nosotros queremos saber quién es Nicolás Flamel, eso es todo -dijo Hermione.

-Salvo que quieras ahorrarnos el trabajo -añadí-. Ya hemos buscado en miles de libros y no hemos podido encontrar nada... Si nos das una pista... Yo sé que leí su nombre en algún lado.

-No voy a decirles nada -dijo Hagrid con firmeza.

-Entonces tendremos que descubrirlo nosotros -dijo Ron.

Dejamos a Hagrid malhumorado y fuimos rápidamente a la biblioteca.

***

-Nada-dije rendida mientras cerraba el último libro y lo dejaba en la gran montaña de libros inútiles que teníamos en la mesa. Miré a mis amigos para obtener una respuesta, pero ellos negaron con la cabeza.

Nos marchamos a almorzar.

-Van a seguir buscando cuando yo no esté, ¿verdad? -dijo Hermione-. Si encuentran algo, envíenme una lechuza.

Alanna Diggory, comienza la magia [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora