5: Pedazos

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Los días que continuaron después de lo sucedido, pasaron tan lento pero tan rápido. Recuerdo no poder dormir porque cada vez que cerraba los ojos, estaba Valeria acostada en esa cama sintiendo quién demonio sabe qué. Nadie podía verla, ella no quería ver a nadie, por lo que estaba en casa de Bianca casi todo el tiempo, tratando de encontrar consuelo en ella.

Pero Bianca no estaba ahí, su mente pasaba por lugares a los que nunca podría llegar. Le hablaba pero no respondía, la tocaba pero no me sentía, me sentía completamente sola, sin tener idea que pasaba por su cabeza.

A lo mejor, si hubiera sabido cómo terminaría todo esto, habría podido hacer algo. Podría haber logrado llegar a su corazón y hacerle ver que no estaba sola, que no estábamos solas, pero no hice nada. Como no había hecho nada desde hace tanto tiempo, como no hice nada cuando encontré a Valeria, como no dije nada cuando los demás me preguntaron que había sucedido, si los rumores eran ciertos. Cuando no dije nada cuando los padres de Valeria me preguntaron que había sucedido.

Yo... Solo me callé.

—Bianca —la llamé después de un silencio que se sintió de una hora.

—Lo arruiné —me dijo con voz severa—. De verdad nunca podría perdonarme haberle hecho esto.

—No es tu culpa —le dije tomando su mano—. De ninguna de nosotras.

—Pero ella no quiere verme jamás —me respondió desesperada—. No sé que haré sin ella.

—¿Qué hay de mí? —le pregunté y apreté su mano, levantandola hacia mi pecho para que sintiera el latir de mi corazón—. ¿Tú crees que quería que esto pasara? ¿Crees que no me duele que Valeria no me quiera ver? ¿Qué tú actues como si yo no estuviese aquí?

—Andrea —me llamó y apreté más su mano con las mías.

—Son todo para mí —le dije acercándome hacia ella—. Entregaría cada parte de mí por ustedes, sin dudarlo.

—¿Por qué? —preguntó Bianca con su voz entrecortada—. ¿Por qué eres tan buena con nosotras?

—Porque las amo —respondí—. Las amo más de lo que alguna vez amaré a alguien. Así que, hazme un favor y toma lo que desees de mí, con esos pedazos repara tu corazón.

Bianca me miraba sin entender mis acciones, mucho menos mis palabras. En esos momentos, sentía tanta desesperación por sentirla cerca de nuevo que estaba perdiendo la razón. No quería dejarla sola, no quería estar sola, por un segundo, quería dejar de callar las palabras que rugía mi corazón y hacer algo para ser escuchada. Me pregunto si Bianca también tenía palabras selladas en esa terrible soledad.

—No está roto mi corazón, está vacío sin ella —me dijo después de una pausa, quitando su mano de las mías.

En un movimiento rápido, la acosté sobre su cama, quedando encima suyo. En momentos así, fue la primera vez que me había percatado de su cuerpo, de sus labios, de su rostro sonrojado, sus ojos dudosos pero tentados por mí. Porque sabía que ella me estaba mirando, me miraba de la misma forma en que empezaba a verla. Yo solo acaricie su mejilla con una mano, sintiendola húmeda por las lágrimas que había tenido hace unos momentos, pero cálida por el sonrojo que dominaba su rostro. Bianca abrió ligeramente los labios y yo me acerqué más a ella, como nunca me lo había imaginado hasta ese momento.

—Entonces —susurré—, déjame llenarlo para ti.

Con esa pequeña petición, la besé. Un beso cargado de deseos tontos, de soledad, de tristeza. Tantos sentimientos que no tardaron en ser correspondidos y con eso, se tornaron pasionales. Sumergida en Bianca, nunca me detuve a pensar en nada, ni siquiera en mí, mucho menos me imaginé que mi solución momentánea sería solo un paso más hacia nuestra tragedia.

Querida Valeria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora