7: Cronómetro

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Tic tac. Tic tac.

Aún sin saber lo que estaba pasando en ese momento, sentía una sensación escalofriante. Un dolor en el pecho que no podía explicar y una ansiedad terrible, como si mi cuerpo me estuviera advirtiendo sobre la tragedia que sucedía mientras trataba de hacer una tonta tarea de la escuela.

Agarré mi teléfono, con la idea de llamar a Bianca para ver una película esa noche en mi casa. O hacer cualquier cosa que me distrajera de esa horrible sensación que tenía en mi cuerpo, pero la llamada me mandó directo a buzón. Cosa que no me hizo sospechar ya que Bianca siempre apagaba su celular para ponerlo a cargar, aún así, no me sentí con ganas de cruzar la calle e irle a tocar para irrumpir en su noche preguntando por sus planes.

Tal vez debí haberlo hecho.

Bajé las escaleras, donde mis padres veían una película de terror y me senté con ellos comiendo palomitas, creyendo que lo que sentía era una simple ansiedad. Sin pensar en que algo terrible podía estar sucediendo sin que yo lo notase.

Cuando la película estaba por terminar, el sonido de sirenas de policía y una ambulancia llamó la atención de mis padres y yo. Mi padre se asomó por la ventana con discreción para voltear a verme preocupado.

—Andrea, creo que es mejor que vayas a dormir —me dijo pero me negué, por el pequeño espacio de ventana que mi padre descubrió, podía ver las luces rojas parpadeando en su rostro.

Él se veía sumamente preocupado, lo cual hacía que la horrible sensación que había tenido por horas me invadiese. Mi madre tomó mi brazo pero yo ya caminaba hacia la entrada de mi casa, con un rostro decidido a averiguar lo que estaba sucediendo. Cuando abrí la puerta de mi hogar de toda la vida, encontré la entrada al infierno.

Una ambulancia estaba enfrente de mi casa, habían vecinos alrededor de la casa de Bianca, como buitres tratando de encontrar información. Una patrulla los mantenía a la raya y justo cuando iba a preguntar que sucedía, unos paramédicos salieron con una camilla donde había una bolsa negra del tamaño de un cuerpo.

—¡Mi bebé! —gritaba la madre de Bianca llorando mientras seguía a la camilla siendo sostenida por el padre de Bianca, el cual también parecía demasiado afectado por lo que sucedía.

Me pregunté que hubiera pasado si hubiese cruzado la calle y habria llegado a la casa de Bianca en cuanto tuve esa ansiedad horrible. Su madre amablemente me habría dejado pasar, saludaría de forma vaga a su padre, que estaría leyendo el periódico, subiría por las escaleras y entraría a la habitación de Bianca, ¿la habría encontrado antes de que lo hiciese? ¿Durante? ¿Habría sido yo la que la encontrase? ¿Qué habría pasado si yo la hubiese encontrado viva? ¿Habría podido detenerla? ¿Convencerla de que esto no era la solución?

—Andrea —me llamaban mis padres, entiendo la situación, no me di cuenta en ese momento que caminaba en dirección a la ambulancia, en un intento de detenerla. En un intento de abrir la bolsa y pedirle a Bianca que se dejara de juegos, que esto no era gracioso.

Esa fatídica noche la recuerdo como si fuese una pesadilla de la que no pudiese despertar. Mis padres me detuvieron a medio camino mientras mi madre me abrazó llorando diciendo que estuviese tranquila, que todo iba a estar bien. Ella me estaba mintiendo porque no podía asegurarmelo, yo me dejé caer en sus brazos sintiendo como todo mi cuerpo se quedaba sin energías. Cerré los ojos suplicando que esto fuese una pesadilla, pidiendo despertar de este sueño cruel, pero no es un sueño y esta es mi realidad ahora.

Querida Valeria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora