Tres meses después.
Agosto, 2017.Miro el que será mi nuevo departamento compartido, mis padres hablan con la rentera mientras afinan los últimos detalles para el que será mi nuevo hogar, solo a unas dos horas de tráfico de casa. Después de todo, esto solo es un capricho infantil, por lo que será fácil irlos a visitar los fines de semana cuando tenga tiempo.
—Oh, tú debes ser Andrea —me saluda una chica de cabello lacio largo de color negro, tiene rasgos finos, cara delgada y unos cuantos piercings en la oreja. Su fleco en la frente solo la hace ver más bonita e interesante.
Detrás de ella, vienen tres chicos cargando bolsas de supermercado con caras de molestia, pero en silencio a lo que asumo que son sus amigos... O esclavos.
—Soy Raquel, seré tu roomie —responde ella con una sonrisa amable mientras se señala con una mano.
—Oh, un placer —respondo estirando mi mano hacia ella para saludarla.
—No se preocupen por ellos —responde Raquel riendo nerviosa señalando a los chicos detrás de ella que me miran curiosos y yo agacho la cabeza para no verles los rostros—. Son mis amigos, dos estudian conmigo en la universidad y el otro es un vecino al que le gusta mi comida.
—Oh, creo que te conozco —dice mi rentera señalando al amigo de hasta atrás, el cual usa unos lentes grandes rallados pegados con cinta adhesiva y una sudadera verde gigantesca donde supongo que planea ocultar lo gordo que es—. Eres el amigo de la señorita Cázares.
—Es su esclavo sexual —dice uno de ellos ganándose un golpe de Raquel.
—José ya explicó demasiadas veces que no tiene una relación sentimental con la dueña del edificio —se queja Raquel viendo a sus amigos furiosa—. Así que ya dejenlo en paz.
—Sí, soy amigo de la señorita Cázares —responde José ignorando lo que sucede a su lado—. Por cierto, cuando guste puede pasar al departamento por la renta de este mes.
—Pero, la señorita Cázares me dio ordenes de no...
—Oh, está bien —responde José en tono cansado sin quitar su sonrisa amable—. No se preocupe, olvide lo que dije.
Miro al chico frente a mí con atención, su cabello está enmarañado, como si no le importase peinarlo por las mañanas, su tono de voz es grave pero suave, hablando como si tuviese sueño. Es el único que parece tranquilo de los cuatro y puedo alcanzar a ver unas cuantas manchas de pintura en su suéter. Es ciertamente alguien interesante.
—Bueno, muy buena suerte Andrea —me dice la rentera y se va dejándome la llave de lo que será mi nuevo hogar.
Volteo hacia mis padres, los cuales me sonríen amables mientras me pasan mi maleta y una caja con cosas pequeñas. Pensé que, al mudarme, me querría traer toda mí habitación en la mochila y fue muy triste cuando decidí no traer nada que me recordarse a Bianca, lo cual eran más de la mitad de mis cosas. Lo único que traigo de ella, son todas las cartas para Valeria que retuve, recelosa de que mis padres las hallen o, aun peor, Valeria.
—¿Quieres que te hagamos compañía? —me pregunta mi madre con voz suave y veo a Raquel que sigue regañando a sus dos amigos mientras José parece dormir de pie con la bolsa de mandado en sus brazos.
—No, estaré bien —respondo sonriendoles un poco, cosa que hace que mis padres intercambien una mirada preocupada—. Es momento que aprenda a estar sola.
—Cualquier cosa nos llamas, ¿de acuerdo? —me dice mi madre y me da un beso en la frente para despedirse—. Cuídate mucho, mi niña.
—Claro, mamá —respondo con un suspiro sonriendo y ellos se van, dejándome sola frente a mi nuevo departamento con gente rara a mi alrededor.
Recuerdo haber estado en cama durante días después del funeral, solo para salir a casa y explicarle a mis padres mi deseo de tener un pequeño departamento para vivir en lo que estaba en la universidad. Ellos entendieron que necesitaba tiempo sola y aceptaron no muy convencidos, la idea era rentar un lugar con Valeria pero su madre no lo permitió, sobretodo por el hecho que Valeria ahora se va a dedicar en el centro cultural de la colonia, trabajo conseguido por Steven, los cuales parecen llevarse bien. Muy a diferencia de mí que no he vuelto a hablarle desde lo del funeral.
—¿Quieres que te ayude con eso? —me pregunta la voz de José ofreciendo sus brazos para que le dé la caja de cartón grande que mis padres me acaban de dar.
—Sí, por favor —respondo aturdida viéndolo y él levanta la caja sin ningún problema esperando pacientemente a que abra la puerta.
José me sigue hasta mi cuarto vacío, con la excepción de una cama, una mesa de noche y un ropero que mis padres compraron para mi nueva habitación. Volteo a verlo y lo encuentro en la entrada de forma paciente, como si esperase algo.
—Es de mala educación entrar a cuartos ajenos —me dice ante mi mirada con una ligera sonrisa y, así como un velo desprendiéndose de mi vista, empiezo a ver a José de una forma más iluminada.
Él es tan sencillo, tan amable, tan tranquilo, tan distinto a mí. Tanto como yo deseo ser, me pregunto si es como Bianca se sentía al ver a Valeria, si esa es la forma en la que sabes que tienes un flechazo en alguien. Con esas pequeñas acciones que te dejan sin aliento, sintiendo choques eléctricos con el rozar de las manos, como se siente más cálido el pecho. Es un poco absurdo, considerando que recién lo conozco, pero... Lo quiero en mi vida.
Después de todo, merezco ser feliz, ¿no?
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Querida Valeria
Short StoryBianca y Valeria nunca fueron solo mejores amigas, ellas fueron una historia de amor que se volvió tragedia. Hermosa portada hecha por @artemisa_