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La oscuridad de la noche acompañaba cada uno de mis sollozos ahogados bajo la regadera. Sollozos de rabia, impotencia y un interminable e intenso dolor.

Restregaba duramente hasta el más recóndito espacio de mi ultrajado ser, pero era en vano, la suciedad no desaparecería... al menos no la de este tipo.

Estaba llena de una inmundicia que para mi suerte o mi mal, no se podía ver a simple vista. Una inmundicia a un nivel tan grande que no puede ser removida ni con el producto de limpieza más caro, y podría contar como eufemismo el solo hecho de decirlo con semejante delicadeza.

Podía sentir el asqueroso sonido de su agitada respiración en mi cuello, su repugnante olor, el peso de su grotesco cuerpo magullando el mío, pero sobre todo ello...de una forma muy indeseable aún podía sentir las nauseabundas manos de Buss recorriendo sin ninguna muestra de pudor cada centímetro de mi cuerpo. No les mentiré diciéndoles que esto era una completa conmoción para mí, tampoco les diré que esta era la primera vez que sucedía... porque no era así. No era la primera, pero me aseguraría que sea la última.

Buss me había dañado como en anteriores ocasiones y hasta me arriesgaría a decirles que aún más; sin embargo, era algo a lo que debí haberme mentalizado antes de actuar de aquella forma en la mañana, después de todo, esa era su manera de corregirme cuando lo "merecía" y cuando se le daba la jodida gana.

Si les soy sincera, no me arrepiento de haber actuado así, no me arrepiento de haberle escupido, no me arrepiento de nada de lo que hice, porque ese troglodita se merecía eso y más pero... sin lugar a dudas, fui una estúpida en su máxima expresión. Había sido una estúpida en su máxima expresión al pensar que esta vez tendría un final diferente, una estúpida en su máxima expresión al pensar que esta vez... tan solo por esta vez, ella saldría en mi favor.

Tal vez en este momento se estén preguntando cómo terminé en esta situación y no pienso dejarlos con la duda. La respuesta es sencilla, después de todo, eso es lo que sucede cuando no tienes otro lugar al cual ir.

~Flashback~

Horas atrás.-

El café estuvo bien, la compañía estuvo bien... Sin embargo no todo dura para siempre, no todo puede estar así de bien siempre. Tarde o temprano tendría que volver, y con la buena fortuna que me caracteriza, sería más temprano que tarde.

Las 6:00pm. Siempre pensé que ésta era la hora perfecta para tomar café, y aunque hace ya años atrás haya dejado de hacerlo...hoy ocurrió. Dante es como una brisa de aire fresco en un día soleado, como una taza de chocolate caliente en invierno...como un buen libro en un día lluvioso, ¿Me explico? Dante es un soplo de vida que de cierta manera me da una seguridad un tanto familiar, una tan igual a la de mi padre. Sé y tengo plena confianza de que no me hará daño; sin embargo ¿No le haré daño yo?

Tomamos el café en el mismo local de la mañana, hubo risas, sarcasmo y conversaciones tontas, como si de dos viejos amigos se tratase. Un pequeño reloj de pared nos alarmó acerca de la hora, las 7:30pm, tal vez era cierto eso de que cuando te sientes cómodo el tiempo pasa volando.

Nos despedimos con suavidad y entre miradas un "gracias" se hizo presente. Dante se ofreció a acompañarme, alegaba que podría ser peligroso que siguiera sola, sin embargo negué firmemente y no tuvo otra opción que acceder con poca gana. Tomamos dos caminos distintos, dos extremos opuestos y una sensación de angustia se posó en mi semblante. "Quédate" eso era lo único que quería decir en ese momento...pero no lo hice, me obligué a no mirar hacia atrás y a seguir caminando.

Una brisa abrazadora acompañaba mi caminar, procuré dar pasos lentos, aunque sería mucho más apropiado decir que estaba alargando mi agonía, porque aunque me cueste aceptarlo era eso lo que estaba haciendo.

Un manto negro se apoderó delicadamente del firmamento, y en él pequeñas lucecillas hicieron su aparición. Mi padre solía decir que las estrellas no eran eso, que en realidad eran pequeñas luciérnagas que subían al cielo después de presenciar un deseo puro, ¿Inverosímil? Tal vez, pero para una niña de tan solo seis años, era lo más sublime que pudo haber escuchado.

De forma casi inconsciente había llegado a mi destino. Rodee a la casa en la que vivía hasta llegar a la guardilla de mi ventana, subí cautelosamente y abrí levemente la ventana.

—Despejado—pensé mientras entraba, sin saber que ese era un gran y completo error.

Buss había estado esperándome en medio de la oscuridad sentado en mi pequeña silla de escritorio, junto a él se encontraban cuatro botellas de licor vacías y una a medio acabar descansando en su regazo.

Con la mirada busqué entre esquina y esquina algo con lo que me pudiese defender, pero era inútil, las pocas y casi nulas sombras proyectadas por los objetos en medio de la oscuridad eran totalmente inofensivas, nada que pudiera causarle ni el más mínimo daño. En un abrir y cerrar de ojos Buss se abalanzó contra mí y...y esa es la parte que quisiera olvidar.

~Fin del flashback~

A pesar de llevar un grueso suéter de lana y un viejo pantalón dos tallas más grandes, salí de la regadera temblando. No tenía una explicación certera para ello, tal vez se debía a la baja temperatura que emanaba mi habitación, o quizá el responsable era ese obsoleto pedazo de hielo al cual llamaba corazón. No lo sabía, pero a estas alturas de la vida no me importaba, en realidad, pocas cosas lo hacían.

Mi mirada estaba clavada fijamente en el techo ya agrietado de mi habitación, intentaba cerrar los ojos, intentaba pensar que esto era solo un mal sueño...pero ese es el problema de intentar, a veces era imposible llegar a los resultados deseados. Un insomnio latente revoloteaba en mi cabeza y fragmentos del día llegaron con rapidez. Rememoré todo, desde la bofetada hasta cada palabra que salió de Dante.

Recordar su mirada dolida, el sonido de su voz al quebrarse y la forma en la que hablaba de su madre me hacía sentir como el peor ser humano que ha podido existir sobre la faz de la tierra.
Lo acepto, fui dura con él, lo juzgué mal, pero tenía mis razones, es decir, de un día para otro no aparece un muchacho con la única intención de 'ayudarte'.
No exagero al decir que tenía miles de motivos para desconfiar, y aunque ahora me arrepienta de haber sido tan borde, sé que era necesario...sé que ese es mi único escudo ante cotillas que hacen el intento de hablar con el 'bicho raro de la clase' para después poder reírsele a sus espaldas. Lo había hecho por mi bien, y aunque suene frío, eso pesa más que cualquier remordimiento.

Un deje de culpabilidad estrujó mi pecho haciéndome tragar mis palabras, ¿A quién trataba de engañar? Este remordimiento sí pesaba más que otros, este remordimiento sí era real, este remordimiento era por Dante.

Bufé con desesperación contra mi almohada, no comprendía nada de lo que ocurría con ese muchacho y no, no me refiero a su historia, me refiero más a él... no lo entendía. No entendía sus razones para acercarse a alguien como yo, no entendía cómo podía hacerme sentir tan bien a su lado, es decir ¡Apenas lo conocía! , éramos tan distintos que la lista de cosas en común era muy pequeña y se reducía a una sola palabra, dolor.
Siempre pensé que las verdaderas amistades surgían de un buen momento, de un instante alegre, pero con Dante las cosas son un poco distintas. Nuestra amistad había surgido del dolor, y aunque tal vez no esté en el rango de 'normal' en el repugnante status de esta sociedad, no me importa, después de todo, soy yo la que debería sentirme bien con ello, no los demás y...¿Saben algo? Fuera de todos los puntos de vista prejuiciosos que no ven más allá de sus propias narices, el dolor no siempre es malo. Con Dante aprendí que el sufrimiento puede crear vínculos instantáneos, es algo increíble, tan fuera de lo común que podría llegar a asustarte, pero no se dejen engañar, porque aquellos vínculos instantáneos son los más fuertes y siempre serán con las mejores personas.

Terminé de escribir y cerré con delicadeza el cuadernillo que tenía en mis manos, sentí mis párpados pesados y cuando estuve a punto de viajar a la tierra de los sueños un pequeño golpe se escuchó en el lumbral de mi puerta.


Memorias De Una Muerta... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora