Capítulo 14

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Narrado por Benjamín

La noche extremadamente fría, mis mejillas ardían y mi barbilla vibraba. Se escuchaba el sonido del viento azotar las hojas de los árboles haciendo que estas cayeran encima de mí. Nathan estaba de rodillas mirando al suelo, apenas podía ver su rostro. No sabía que le sucedía pero estaba inmóvil y pensativo. Al parecer lo último que le dije le había afectado bastante pero aunque me duela no me arrepiento de haberlo dicho. Odio cuando tiene que resolver sus problemas a golpes, es una manera bastante ridícula de arreglar las cosas.

Me recosté nuevamente al tronco del gran árbol que estaba detrás de mí y me envolví en una pelota con los brazos rodeando mis rodillas para mantener el calor de mi cuerpo. Sabía que todo se iría a la mierda ya que no había ni señales de que alguien pudiera rescatarnos. ¿Qué se supone que pasaría con un grupo de chicos idiotas que se pelean por todo atrapados en una isla, muertos de hambre y sedientos? Pues fácil... Morir, eso pasaría.

Me volteé a observar a Nathan, aún seguía en la misma posición pero esta vez escuche sollozos. ¡Mierda Nathan estaba llorando! ¿Qué coño he dicho para hacerlo llorar? AL verlo de esa forma no pude evitar acercármele para disculparme o algo ya que odio que me lastimen como lo lastimé a él.

—Nathan, perdóname—. Dije buscando su mirada.

—No, si tienes razón, no te preocupes soy un idiota—. Murmuró.

—No, no lo eres. Solo lo dije porque estoy enojado.

—Aprendí de las personas que cuando están enojadas tienden a decir lo que siempre quisieron decir—. Aún seguía cabizbajo.

—Bueno pero yo no soy de esas personas. ¿Perdóname si? —Agarré su barbilla haciéndolo mirar fijamente a mis ojos.

—No tienes que disculparte, es solo que dolió un poco, pero ya está—. Intentó sacar una sonrisa que se vio realmente falsa.

—¿Te puedo pedir algo? —Pregunté con los ojos aguados.

—Si, dime.

—Por favor, no golpees a nadie cuando te enojes, mejor golpéame a mí—. Dije serio. Solo quería ayudarlo a ser menos agresivo.

—¿Estás loco o qué? — Me miró confundido— No digas bobadas.

—Es la única manera de que no dañes a los demás. Estaría dispuesto a aguantar tus golpes solo para que seas mejor persona—. Dije lleno de coraje.

—Golpearte no me hace ser mejor persona, al contario, me hace sentir peor. Jamás le pegaría a las personas que son especiales para mí—. Dijo acariciando mis frías mejillas.

—¿Y entonces cómo hago para que no cometas otra locura? —Pregunté esperando una respuesta lógica.

—Te prometo...—Hizo una pausa y se acercó más a mí— Te prometo que más nunca golpearé a nadie.

—¿Lo prometes?

—Si, lo juro por ti—. Dijo mirándome a los ojos.

—¿Por qué por mí?

—Porque eres la persona que más quiero en este mundo.

—No lo hagas por mí, porque si fallas la promesa me pasará algo malo—. Dije creyendo en aquellas supersticiones.

—Ese es el punto—. Sonrió— Por eso no fallaré la promesa.

Dicho esto se quedó observándome con los ojos cargados de lágrimas. Me quedé unos segundos pensando en lo que había dicho. Mi corazón latía a mil por minuto y juro por dios que sentí unas mariposillas en el estómago que luego comenzaron a recorrer todo mi cuerpo en forma de electricidad. No pasaron más de 10 segundos cuando nuestras miradas ya no podían mantenerse en contacto, luego salté encima de Nathan y lo abracé tan fuerte como pude aferrándome a su pecho, tanto que podía escuchar los apresurados latidos de su corazón, y él apretó sus brazos aún más fuerte creando un muro protector a mí alrededor. Fue un abrazo donde nuestras almas se entrelazaban creando un fuerte lazo que nunca podría romperse. Comenzó a acariciar mi espalda suavemente y besaba mi cabeza una y otra vez como una madre a su niño pequeño.

Juntos Hasta El FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora