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Me pare en la entrada de mi habitación, observando cada detalle de aquella que había sido mi refugio por diecisiete años, pero que en los últimos meses no era más que una prisión.

Detuve mi mirada en una mochila que esta al pie de mi cama y que contenía todas mis cosas. Mis padres aún no sabían que me iba. Mucho menos Nelly, mi hermanita. Mis padres siempre habían marcado una especie de barrera entre nosotras. Ellos siempre trataron de aislarme, de tenerme en casa, de controlarme. En cambio a Nelly la dejaron salir, conocer el mundo, tener más libertad que yo, a pesar de que es tres años menor.

Siempre habíamos estado las dos juntas, pero eso terminaba hoy. Tenía que salir de esta casa. De esta prisión que mis padres llaman hogar. Una lágrima de desesperación y miedo rodo por mi mejilla. Me la seque con el torso de la mano, tome mi mochila y salí de la habitación a pasos firmes.

Mi plan era simple: ir a la puerta, no responder preguntas y tomar un taxi que probablemente no tardaría en llegar. Cerré los ojos mientras caminaba por el pasillo, había pasado tanto tiempo en aquella casa que la conocía como a la palma de mi mano. Sin rumbo por el pasillo, seguí caminando, hasta que me di cuenta de que estaba en frente de la habitación de Nelly. No sabía que estaba haciendo allí, pero igualmente toque a la puerta y la abrí despacio, pensando en cómo despedirme.

-¿Hola?- asome mi cabeza por la puerta, buscando con la mirada a Nelly. La encontré frente a la computadora con los audífonos puestos. Seguramente no me había escuchado.

Me acerque y le quite un audífono.

-Hola - dije al momento en que ella me veía y me sonreía, esa sonrisa sería de las pocas cosas que extrañaría. - ¿Qué es lo que haces?

-Nada, sólo platico con mis amigos-. Me explicó mientras hacia una seña hacia la computadora. Su mirada me examinó, no tardó mucho en detectar la mochila que iba cargando - ¿vas a algún sitio?- me interrogó, bien sabiendo que mi papá no me dejaría abandonar la casa por ningún motivo, o por lo menos no por su voluntad propia.

- En realidad, sí.- Su expresión era de puro asombro e incredulidad.

-¿Lo dices en serio?- Nelly tenía la boca totalmente abierta.

-Sí, me voy de la casa. No soporto estar aquí, y lo sabes.

-¿Papá y mamá lo saben?- me preguntó. Se le había quebrado la voz, pero su miraba mostraba una determinación a no llorar y hacerme ver que ella era fuerte.

-No, y lo más probable sea que no les guste la idea.

Entonces su armadura se derrumbo y me echó los brazos al cuello. Me abrazó fuertemente, como si su vida dependiera de eso.

-A mí tampoco me gusta la idea. - me susurró al oído. ­- Quédate, por favor.

Me mordí el labio. No iba a ceder, no ahí, no ahora. Tenía que aguantar.

-Lo siento, tengo que irme. No tengo opción - dije excusándome.

-Claro que tienes opción - me dijo apresuradamente - La opción de quedarte aquí, conmigo- una lágrima rodó por su rostro. Mi propia determinación comenzó a flaquear. No soportaba ver a mi hermana llorar.

-Lo siento, en serio- dije mirándola a los ojos. Uno ojos verdes que tal vez no vería en mucho tiempo. - Estoy decidida.

Me volvió a abrazar fuertemente. Llorando en mi hombro. No soportaba verla así. Haría todo lo que fuera porque dejara de llorar, menos quedarme.

Aún entre sollozos pudo decirme

-¿Recuerdas tu collar? - me preguntó jalando una cadenita de oro con un par de alas.

-¿Cómo olvidarlo? -respondí al momento de tomar el dije entre mis manos. Mis padres me lo habían dado a los 7 años y yo se lo había regalado a ella la primera vez que había dormido fuera de casa, cuando ella diez años, diciéndole que mientras lo llevara puesto estaría protegida.

-Ahora toca que vuelva a cuidarte a ti - se quitó la cadena y me la colocó alrededor del cuello - Para que me recuerdes - me sonrió débilmente como una despedida. Pero no era eso ni mucho menos. Esto solo era un hasta luego.

-Gracias, Nelly. La cuidaré por siempre - la abracé por última vez. Si no me iba pronto, no me iría nunca.

-No me olvides - se despidió secándose las lágrimas con las mangas del suéter.

-No podría - le aseguré. Me levanté. Caminé hacia la puerta. No me atreví a mirarla otra vez, por miedo a cambiar de opinión. Salí de su habitación y corrí hacia las escaleras.

Mi mamá me vió desde la cocina, pero no me detuve. No quería dar explicaciones. Mi papá, en cambio, me detuvo a medio paso de llegar a la puerta sosteniendo firmemente mi muñeca.

-Skylar - me llamó - ¿a dónde se supone que vas?

-A donde sea, menos aquí - le respondí, arrancando mi mano de su agarre y reemprendiendo mi camino. Abrí la puerta, pero mi papá volvió a cerrarla.

-No puedes irte.

-¿Qué no puedo? Entonces, mírame -lo reté volviendo a abrirla puerta, saliendo antes de que la cerrara de nuevo.

Mi mamá llegó corriendo con un trapo entre las manos, seguramente estaría lavando en la cocina.

-Y ¿a dónde irías? -preguntó nerviosa, en un vago intento de detenerme.

-No lo sé, pero cualquier sitio es mejor que este - el taxi ya estaba aquí. No quise mirar atrás otra vez, o me arrepentiría.

Subí al taxi y le indique que me llevara a la ciudad.

-¡Skylar! - gritó mi papá después de que el taxi arrancara.

Sólo hasta ese momento miré atrás. La casa. Mi casa. El lugar donde había crecido se alejaba. El único lugar que conocía y, con él, la única persona que me importaba. Nelly. Miré hacia su ventana y la vi. Aún lloraba, pero agitaba su mano, despidiéndome. Le agradecí profundamente que me comprendiera y me dejara ir.

Al momento de mirar al frente no pude más. Las lágrimas empezaron a rodar por mi rostro. Aun cuando era lo que yo quería, no podía creer que realmente estuviera haciendo lo acaba de hacer. Internamente quería volver. Regresar a todo lo que realmente conocía, a lo seguro. Pero no me arrepentiría, no ahora. Debía demostrarles a mis padres que yo podía cuidarme sola y que podía ser fuerte.

-¿Problemas familiares? ¿O es que solo te estás escapando para una fiesta? - pregunto el chofer, sacándome de mis pensamientos y regresándome a la realidad.

-Lo primero - respondí tímidamente - Quería probar lo que es vivir.

-¿Querías? ¿Es que ya no quieres? - siguió interrogándome.

-Claro que quiero - repuse muy a la defensiva, tal vez demasiado a la defensiva. Estaba convencida de mi decisión, tal vez no tanto como esta mañana, pero no iba a abandonar.

-Pues espero que lo descubras y que no mueras en el intento - al ver mi expresión de incomodidad, añadió - Es broma cariño, solo no quiero que te arrepientas muy rápido.

-Entonces ya somos dos - murmure tan bajo que solo yo lo oí.

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Arcangel (Alas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora